martes, 14 de agosto de 2012

Vendiendo Pos tales


Ni bien estuvimos instalados en el nuevo hostel, Tola (que seria mas catastrófico que el primero pero todavía no lo sabíamos) hice el intento que siempre hago con el agua de la canilla cuando me dicen que es potable. Los argentinos dicen que es mala, monk y pum le ponían pastillas potabilizadoras, pero los bolivianos la toman y yo ya sabia como quien quería ser. El único lugar en el mundo en el que mi cuerpo no pudo con el agua fue en la península de yukatan, mexico; donde la gente no solo toma agua mineral, si no que también lava las verduras y se lava los dientes. Yo tanto caso nunca hoce, pero si deje de lavar las verduras cuando me dijeron que el agua era malísima, que para eso no las lavara; y porque a mi amiga le dio salmonela. Cuestión que no me gusta pagar por el agua ni subestimar las defensas de mio cuerpo que siempre esta mas ansioso que yo por conocer lo diferente. El gusto del agua en la paz era dulce y normal, asique la tome con confianza esa tarde antes de salir a pasear. Para  mi sorpresa me dio cagadera a los 20 minutos generando así  un nuevo record. A pum le paso lo inverso con la comida del mercado central, asique esa tarde fuimos los tres estados: solido (monk que no le había pasado nada) liquido y gaseoso.
Con la felicidad que caracterizaba nuestra condición de turistas en la paz, después de 2 litros del exquisito licuado de todas las frutas que tenia a la mano marisol en su mercado (y después de que yo tomara mis religiosos veinte minutos de mate mirando la pared para que me empiece a llegar aire al cerebro) fuimos a pasear a un parque elevado mirador de la ciudad. En el camino intentamos varias veces, en varios puntos de información al turista, que alguien nos señalara los museos en el mapa. En un momento pasamos por un edificio de lo mas lujoso que decía no sé que de turismo y nos despacharon porque ya era la hora de comer, pero nos indicaron donde si podíamos ir para que alguien nos lo marque.
Llegamos al parque, caminamos por todo el mirador y después de innumerables fotos para el enojo de mon, se me ocurrió tomar café y mientras trataba de bajar unas escaleras para cruzar la calle y llegar a la tienda del café, sentí que a unos dos metros detrás mio ladraban unos perros. Amo a los perros con todo mi ser, pero también les tengo miedo porque me han mordido varios; justamente por eso me he informado bastante y bien tranquila estaba porque no les estaba invadiendo su territorio, y porque perro que ladra no muerde. Mentira total, eso y todo el conocimiento occidental, los dichos populares y la puta que los pario. Uno de los perros, el blanco, me mordió mi pantorrilla. Hice gesto de atacarlos y se fueron. Cuando llegaron los pos a ver que me había pasado yo estaba sentada concentrándome en la respiración para que no me bajara la presión del dolor y los perros me ladraban desde la vereda de enfrente. Se cagaron de risa y un poco yo también y enseguida me desinfectaron con alcohol en gel del botiquín de primeros auxilios que siempre cargaban. Con el ardor del alcohol en sangre no pude evitar acordarme de la psicóloga y de todas las veces que quise tratar el tema del miedo a los perros en diván, pero los psicoanalistas son psicoanalistas y si no se trata de bardear a la madre no les interesa, asique ahí estaba yo, sentada, mordida, ardida, sobresaltándome cada vez que se me acercaba un perro y con una responsable con la cual enojarme al volver.
Después de un rato mon se encargo de ir por el café y pum empezó a sacar fotos, conforme su pasión por documentar las cosas y su profesión de bibliotecólogo (quien sabe bajo que criterios las ordenara). Me  saco una a mi, a mi cara, a mi pierna, a la escalera, a los perros que seguian ladrando desde enfrente y a su amado po que volvía con el café. Paso un policía y le conté lo que había pasado para que hiciera algo con los perros que seguían ahí, intentando atacar a todo lo que se les cruzaba por delante. El rati me miro y se tomo el teleférico.
Si bien estoy vacunada contra todo, porque antes de salir de mardel los médicos se encargaron de asustarme lo suficiente con respecto a los males de los lugares pobres como para que me dejara vacunar, y aun confiando en el alcohol en gel que se ha convertido en la cura de todos los males y que también sirve para prender fuego, preferí ir a una salita para quedarme tranquila.
En la salita de la solidaridad fui prácticamente una de las únicas que atendieron, porque estaban de paro y en huelga de hambre. El lugar estaba lleno de carteles explicando las razón y de bolivianos furiosos porque no recibían atención. Resulta que evo había sacado un decreto de lo mas desafortunado en el que les aumentaba la jornada de trabajo y extendía la responsabilidad medica a los estudiantes que estaban haciendo las practicas para recibirse. En eso tenían razón, pero también aprovechaban para pedir mas presupuesto y que se devuelvan a cuba los miles de médicos cubanos que conforme convenios de solidaridad internacional v   
Van a prestar servicio a países a cambio de alojamiento y comida. Ese fue mi primer contacto con el sistema de salud bolivianos y con el descarado fascismo de la gente. Una boliviana con pretensiones de belleza me pidió perdón por los servicios que no me podían prestar en esa ciudad tan salvaje, y nos recomendó que fuéramos a santa cruz, que ahí todo es mejor y que los chicos iban a encontrar mujeres hermosas para mirar. Yo le dije que estaba de acuerdo con el paro y con que a gente proteste si lo cree necesario y los chicos le dijeron que eran gays pero que las cholas les parecían hermosas. Ella mantuvo su sonrisa y con calma les conto que era racista, que odiaba a los indígenas y a las cholas y que por eso se había ido a vivir a santa cruz, aunque no fuera blanca. Me contaron después, porque ahí ya me habían llamado para atenderme.
Complete miles de formularios y me anunciaron que debían limpiarme, desinfectarme y vacunarme. Les deje hacer los dos primeros, depués de pagar 7 bolivianos de insumos y les dije que no era necesario porque ya estaba vacunada. No me creyeron y me querían vacunar igual, hasta que una enfermera aprovechando la confusión me dijo que si era verdad que estaba vacunada huyera. Con semejante consejo se gano toda mi confianza, salí de la salita a escondidas, hice seña a los pos y huimos.
Sali rengueando mas de lo que había entrado por los raspados con esos cepillos durísimos y porque no se contentaron con sacarme toda la piel de la mordedura, si no que también rasparon y desinfectaron todas las cascaritas de picaduras que tenia al rededor. Entre con dos agujeros de colmillos y salí como con siete.
Como a los pos no les había pasado nada y estaban ansiosos de aventuras, insistieron en ir al lugar que nos habían dicho que fuéramos para que nos señalaran los museos en el mapa: el viceministerio de turismo de la nación. Obviamente me parecía un absurdo y además me dolía la pierna, pero ellos estaban demasiado entusiasmados como para negarme. Le contamos la situación a la milica de la entrada que sonrió y en clara venganza por las jerarquías, nos dejo pasar e indico el piso, previo detector de metales. Los pos estaban fascinados y sacaban fotos, yo estaba contenta de haber entrado a donde no se supone que uno este, pero no tenia ganas de que me echen, que era lo que suponía que iba a pasar. Me sentía como sancho (con la panza hinchada por el estado liquido y la pierna por el raspaje) legitimándoles la locura a los quijotes. Saliendo del ascensor nos encontramos con la segunda milica, mucho mas seria, pero en vez de echarnos nos retuvo los pasaportes y nos indico donde y con quien hablar. Otra vez estaba en cuadro de dali y no me acordaba en que momento había entrado.
Llegamos a una sala gigante, llena de oficinistas en silencio y súper bien vestidas y los pos me indicaron que como yo tenia experiencia con burócratas me correspondía hablar. Bufe pero ya era demasiado tarde para una retirada. Alzo la cabeza la señora del primer escritorio e hice una de las cosas que mejor me salen: poner cara de pelotuda y hacer que la situación parezca mas boluda que ofensiva. Después de escucharme tomo aire, lo contuvo y bufo; estiro los brazos en el escritorio, hizo para atrás su silla como para levantarse y nos alzó su mirada mas asesina. Se descompone o nos pega, pensé. Esa misma cara puse yo, le dije, pero la verdad vinimos porque ya no sabemos a donde ir o a quien mas preguntarle para que nos señalen los museos en el mapa, por favor, aunque sea decinos donde encontrar una oficina de turismo que si lo haga. Dijo esperen un momento y se fue. Los mire asesina yo a los chicos, pero me tente en el medio. Llego otra mujer, mucho mas flaca, joven y arreglada y nos dijo (lo obvio) que ahí no estaban para atender al turista sino para ocuparse de la nación, pero muy amablemente nos indico donde si. Dimos las gracias y nos fuimos, poniendo toda nuestra fuerza de voluntad al servicio de contener la risa. Nos devolvieron los pasaportes y mientras estábamos esperando el ascensor se acercó (a escondidas de su jefa) la señora del primer escritorio y nos regalo un mapa de bolivia excusándose por no tener uno de la paz. Nos morimos de amor.
Hasta no conocer a evo no paramos, dijo pum y le conteste que ya que en ese edificio estaba también el ministerio de desarrollo energético podíamos ir a pedir que nos hicieran un descuentito con ell gas, que bien caro nos lo cobran conforme la decisión de exportar el nuestro y comprarle a bolivia para consumo interno. Los pos eran kirchneristas y me cagaron a pedos por mi afirmación con el cuento de que argentina y bolivia eran socios en el gasoducto inaugurado hace unos anos, que era el mas grande de américa del sur y que tenia planes de abastecer de gas a toda la región. Bla, bla, les dije, desde que lo inaugurado que no deja de aumentar el gas en argentina.
Decidí no tomar ni los antibióticos ni los analgésicos que me habían recetado en la salita, porque ya tenía las vacunas, porque me había desinfectado desde el primer momento y porque el raspaje no había dejado nada. Volvimos al hostel para por fin descansar de semejante día con un rica merienda de chocolate y mate, viendo capítulos de evangelion que eran la pasión de pumba y un poco la mía también. Se cagaban de risa con el cuento de que me parecía a misato katzuragui y yo aprovechaba para gritar con todas mis fuerzas: LANZAMIENTO!!!!!

martes, 17 de julio de 2012

HACIENDO LA PAZ


HACIENDO LA PAZ
Llegamos a la Paz muy temprano por la mañana, pero aún dormidos, flojitos y cargados con las mochilas como estábamos, pudimos enamorarnos de ella. Algunos dicen que está a 4700 y otros a 4200 msnm, en cualquier caso los 4000 son ciertos. Está rodeada de montañas, áridas, altiplanenses y hay barrios sobre los cerros que la cercan. En el medio abajo está la plaza de armas, museos y centro histórico, reina la colorinche arquitectura colonial; hacia arriba las casitas se van tornando color ladrillo o barro, del mismo que las montañas, es bellísima por donde se la mire. A esa hora las nubes estaban bajas todavía y uno ve la parte céntrica baja, las nubes en el medio y la periferia hacia arriba sin nubes. Única, maravillosa. Se suman las miles de banderas huipalas con el hermoso significado de sus colores que surgen del rayo solar al descomponerse (rojo por el planeta y expresión del hombre andino y su desarrollo intelectual, su filosofía cósmica; naranja por  la sociedad y la cultura y procreación de la especie humana; amarillo por  la energía y fuerza; blanco es del tiempo y a la dialéctica, el desarrollo y la transformación permanente  de la ciencia y la tecnología, el arte; verde dela economía y la producción símbolo de las riquezas naturales; azul por lo cósmico al infinito; y violeta es la expresión del poder comunitario y armónico de los andes).
Hay cholas con sus ropas y costumbres tradicionales, los cholos y los niños de los mismos por todos lados. El resto de las personas aportan una estética entre chola y vestimenta no occidental muy rara y única a la vista. Hay también miles de mochileros, que llamamos la atención por la altura, la ropa y los colores de pelo y piel. En todo momento es obvio que uno no está en su lugar. En todos lados se consigue yerba y a mejor precio que en argentina. Hay muy pocos coelctivos urbanos grandes, los más son busetitas o utilitarios tipo partner que el dueño decide explotar. Los taxis son chiquitos, viejos y automáticos. Sí, en Bolivia la mayoría de los carros son automáticos, baratísimo y super destartalados por la geografía en la que los usan y su austeridad extrema que los lleva a cargarlos a tope para aprovechar todo el espacio.
No es solo que la ciudad sea preciosa, si no el impacto cultural; de todos los lugares a los que yo he viajado Bolivia fue el único verdaderamente diferente.  Todo el tiempo es todo diferente a la vista y es duro aprender a hablarles y manejarse con ellos.  Son muy testarudos y de pocas palabras, te quieren o no y que les caigas bien no significa que quieran hablarte o sonreírte. Hay como cuatro mercados y el principal está sobre la plaza de armas, casi sobre la catedral, elevado por puentes. Tiene como cuatro niveles. Glorioso y triunfal sobre toda la arquitectura colonial que pretendió occidentalizar Bolivia. Los bolivianos casi no fuman y se sospecha que tampoco creen mucho en dios cristiano. Sí los vimos en iglesias por supuesto, pero como haciendo una obligación, con la boca torcida o como si nadie tuviese que darse cuenta. También les preguntamos, claro, pero nos dijeron que si y nos empezaron a estudiar con la mirada desconfiada.
A la comida salada le falta sal y a los postres azúcar (supongo que eso contribuía a que no pudiera llenarme), en todos lados hay jugos naturales riquísimos, sanísimos y baratísimos. A mi se me ocurrió probar uno tradicional de cerveza a temperatura ambiente, cereales, huevo y todas cosas nutritivas y fue la peor elección que pude hacer. En todos los mercados se puede comer menus (sopa, carne/pollo con fideos/arroz y ensalada y algún juguito o té) baratísimos también. Caminando por la calle se escuchan quechuas, aimaras y miles de otros idiomas, aunque en la paz hay mayoría aymara. No faltan las cholas que te hablan en su idioma con sonrisa irónica, felices de ejercer su poder matriarcal sobre nosotros los invasores.
Toda la ciudad está llena de murales bellísimos sobre emancipación, integración y libertad. Todos salvo la gente que atiende los hostels nos trataron de maravilla, a su manera, claro, con sacabocados cada palabra. El primer problema que tuvimos en la Pax fue en el hostel en el que nos hospedamos en una habitación para los tres a un precio especial para nosotros y con la promesa de que si surgía algo más económico nos cambiaban igual que si aparecía alguien que pudiera pagar más. La idiota que resultó ser la dueña, Pancracia, no cumplió su palabra y nos cambió a una peor manteniendo el precio. Yo me enojé, Monk también, reclamamos al estilo argentino y Pancracia, calladita y cabizbaja al estilo boliviano, nos echó. Más la puteamos para espectáculo de unos gallegos que miraban divertidísimos y un irlandés super sensible y tierno que nos quería convencer con la mirada de que no nos enojáramos más.
Al día siguiente volvimos a recorrer todos los hostels buscando alguno económico con cocina y nos divertimos muchísimo cada vez que me preguntaban de cuál de los dos era pareja, por si quería compartir cama para abaratar. Mon siempre quería decir que los tres, yo que adivinaran y Pum nunca supimos donde tenía la cabeza cuando pasaban esas cosas. Lo único cierto es que andábamos para todos lados los tres y decíamos con orgullo y para molestar (aunque nadie se horrorizaba demasiado) tenemos una reputación que mantener. 

Uyunis hermosos, petelikers gou joum



De Villazón tomamos el legendario tren a Uyuni corriendo en medio de una lluvia torrencial que duró más de tres horas, porque no sabíamos la diferencia horaria y creíamos perderlo. En la hora (de diferencia horaria que hay entre Argentina y Bolivia) que tuvimos de espera, totalmente aburridos y mojados en la terminal de trenes, todos juramos y perjuramos haber aprendido la lección y nunca más entrar a un país sin averiguarlo. En mi caso debo reconocer  que no aprendí nada y que pasé varias veces por el mismo problema.
El tren económico que nos tomamos fue mucho más incómodo de lo que esperábamos y hasta a mi, que siempre duermo de terminal a terminal me fue imposible.  En las 14 hs que pasamos en esos asientos rectos, duros e imposibles de reclinar, con poquitísimo espacio para los pies, además de cuidar nuestras pertenencias nos dedicamos a jugar con los gorros que nos habíamos comprado y a comer la interminable ensalada con la verdura que monk había comprado y que yo había creído que no alcanzaría ni para una sola comida, pero duró como seis. Cada vez que entró a un país me maravillo por su cultura, todo me parece lo más curioso y me dedico a investigar y a hacer mil preguntas sobre todo lo que se ocurre como si estuviera en trance de satisfacción, pero ninguna comida me llena. Es un problema de ansiedad y supongo que entre otras cosas expresa la inseguridad de estar en OTRO lado y todas las incertidumbres, que por más que nos encanten y las elijamos, para el psiquismo no son gratis. Cuestión que viajaba con tres hombres y yo comía los dos platos de comida que me correspondían de lo que cocinábamos más las sobras de los tres y no lograba llenarme. Y eso que todavía había mate y yo todavía tenía mi tabaco argentino para armar.  Me moría de hambre todo el tiempo y comía hasta que se me terminaba la comida, pero sin quedarme tranquila. Y no engorda, decía mon. No, la ansiedad se consume todo, decía yo, me pasa siempre.
Uyuni como ciudad fue una mierda. Me hacía acordar a Tilcara. Había gente muy humilde, muy buena, que nos ayudó y nos asesoró en lo que necesitamos. En los mercados nos trataron espectacular y en las agencias de buses también y hasta empezaron a aparecer aymaras; pero había muchos extranjeros que habían puesto hostels y hablaban otros idiomas (todos gringos) y nos maltrataron. Muy mal educados e irrespetuosos y con precios desorbitantes, todo para gringos (nosotros dormimos en la terminal). Una mierda. Cerca de la plaza había un mural con una chola llevando en su guajo a un gringo con cara de boludo insolado y abajo decía: no olvides que la fuerza de Bolivia son sus mujeres. Fue raro, a mi al principio no me gustó, porque no quería que la chola cargara al gringo de mierda y sentía que se legitimaba la diversión del gringo sobre sus espaldas. Pero también significaba su pedido de respeto y eso de su cultura era lo tan distinto a mi que yo quería entender. Y me gustó porque también podía significar que el gringo boludo no podía caminar solo y necesitaba que la chola lo lleve.
Hasta Uyuni yo nunca había odiado tanto a los gringos; pero me horroricé. Despreciaban todo, se quejaban y burlaban a los gritos. Para qué van y por qué no se vuelven si no les gusta? Me hizo sentir muy mal como ser humano que hubiera (tanta) gente que va un lugar porque es barato y se queda para poder hacerse el señor y despreciar y humillar, esa es para mi la miseria humana. Ojalá se mueran todos en diciembre de 2012. En menos de cinco minutos se me terminaron la tolerancia y las ganas de pensar que no todos son así y con el chaman (el señor pum a veces oficiaba de chaman) les empezamos a gritar “petelikers gou joum”. La verdad no me hizo sentir mejor y quedé bastante manija de sacarme toda la bronca.
La mayoría de los bolivianos con los que hablábamos acababan de ser maltratados por un gringo de mierda (repito universo, deseo que se mueran todos los que se creen que pueden maltratar a alguien o creen que son mejor que cualquiera otra persona en el 2012). En la primera frase eran cortantes, pero al ver que los tratábamos con amabilidad, respeto y sobre todo interés por su cultura nos respondían de la misma manera. Esta actitud también entra en lo que yo llamo la Resistencia Boliviana, porque éran capaces de resistir la marginación que les imponían los greengos de mierda en su propio territorio, darse cuenta de que nosotros éramos diferentes y hacer la diferencia. Yo los amaba, a todos, en todo instante. Cada tanto aparecía algunito que nos hablaba o miraba feo, pero ante semejante despliegue de poder, dinero y humillación, yo no pude enojarme (hasta hablaban a los gritos en inglés o hebreo para burlarse los hijos de puta).
No fuimos al salar de Uyuni porque estaba inundado (y porque la mala vibra ganó las discusiones) y fue lo más gracioso de todo el asunto. Lo que sí hicimos fue conseguir un mapa, que ortivamente como no puede ser de otra manera para  uno de los íconos de la división de la tierra, nos auguró separación. Los pos se íban a la Paz y oki a potosí. Potosí era lo que yo más quería conocer de Bolivia, pero ya sabía lo que iba a pasar si empezaba por ahí, iba a querer seguir haciendo sólo lo que quería y me iba a perder las ciudades. Me acordé de bsas, de lima, de Bogotá, y me pareció que lo mejor para mí sería conocer la capital con los capitalinos, acostumbrados a moverse en la vorágine.
Nos despedimos de oki con mucha emoción y la promesa de encontrarnos en 15 días en santa cruz para un supuesto festival de música barroca que me había dicho un imbécil que había. Yo había visto fotos de gente disfrazada y nos habíamos imaginado a todos desfilando disfrazados de barrocos por la calle y oki el trip de su vida. La desilusionante verdad de lo que pasó fue que se trataba de un evento religioso, puertas de la iglesia para adentro, con entradas carísimas y oki ni siquiera fue. Asique esa fue la ultima vez que lo vi al Cordobazo culeao, saludando desde arriba del bondi (lapsus marplatense). Como si no hubiéramos estado lo suficiente maravillados con los locales de Uyuni, la gente del bus le preguntó a oki si viajaba solo y le dijo que llegaba a las 6 am, que como era peligroso podía quedarse y dormir en el bus. Monk, pum y yo sonreímos embelesados y supongo que con la boca abierta y bastante cara de pelotudos.
Nosotros no tuvimos tanta suerte, nada de suerte- nuestro bus estaba lleno de gringos, yunkies, israelís, italianos e ingleses; uno más facho e irrespetuoso que el otro. Los pos como todos los novios del mundo se sentaron juntos para no separarse nunca de los jamases y a mi me tocó como siempre con alguien más ancho que yo (es una especie de karma que he descubierto que tengo). Mi compañera “judía, la oveja obesa” así la bauticé, porque era gorda y tenía rulitos chiquititos en el pelo y por lo que me dijo. Me pidió disculpas y me confesó que como judía e israelí se sentía avergonzada por sus compatriotas. Yo le dije que no se preocupara, que ya sabemos que no hay que generalizar y que el que lo hace no vale la pena. Ella viajaba con su novia que iba en el asiento de atrás y se hacían caricias. Yo quise cambiarle hasta que ví al cholo gigantísimo que le tocó a la novia de judía la oveja obesa y desistí.
Ese también fue el peor viaje de mi vida. Me bajaba la presión a cada rato, tenía el estómago revuelto y entraba polvo sin cesar por los miles de agujeros que tenían las paredes. De las 19 hs que hay entre Uyuni y La Paz, las 6 primeras son sobre camino de ripio y todo el tiempo en subida, bajada, curva y re curva entre las montañas; una belleza insufrible. Aunque el bus sea de primer nivel, que no era el caso, uno se va cayendo del asiento con tanto ajetreo. Es horrible.  Pararon el bus para que pudiéramos hacer pis en un comedor y me bajó la presión 4 o 5 veces; fuerte, la última mientras hacía pis a oscuras sola. Fue espantoso, pero por suerte apareció mi chamán salvador a buscarme porque el bus arrancaba, me compró un dulce y pagó el baño que no sabía que había que pagar.
Si algo amo de cuando me baja la presión o vomito es que cuando se me pasa, se me pasa del todo, y después de eso dormí de un tirón hasta la terminal. Escuchando música hasta que le duró al batería al mp3, profundo, pesado, con mis sueños placenteros de siempre y con una sonrisa de mueca dijeron los chicos, camino a la paz. 

Entrar a Bolivia, entre prejuicios, vergüenza y restricciones económicas, pero con total admiración.



Cansados como estábamos, después de evaluar opciones, lo mejor fue cruzar a Bolivia esa misma noche.  Yo ya conocía Villazón y en el marco del viaje en el que fui, no la había apreciado. Todos los que hacemos el tan de moda viaje al NOA pasamos la frontera para comprar los regalos en Bolivia, porque es más barato, ni tanto, pero para los que la ratoneamos todo suma. Además Villazón es una ciudad de contrabando con aduana y migración irrisoria para una frontera internacional. Obviamente, a su gente no le gusta que vallamos todos los mochileros de verano a comprar artesanías industriales porque favorece el cambio y su economía es más débil.
Oki era cordobés, blanco pero con acento no porteño; el señor Pum era morocho de pelo lacio largo, por lo que no iba a tener tantos problemas y Monk y yo blanquísimos, de pelo castaño y look gringo. Todos ya sabíamos que en Bolivia no quieren a los extranjeros (para ellos son todos gringos, yunkies, europeos, argentinos, brasileros, etc), que ante el menor problema si la despótica policía interviene le da la razón al boliviano y que su trato es cortante mucho antes que cordial, que no se negocia ningún precio y que los camioneros te cobran por los dedos. La verdad es que antes de entrar temíamos un poco la magnitud de la discriminación anunciada, no porque nos pareciera mal que se tomen al extranjero como un potencial despreciador de sus costumbres, sabiduría y color de piel, recordando sus antecesores saqueadores, torturadores y asesinos; si no por el factor humano que no lograríamos conocer. Además a mi me daba vergüenza entrar como argentina con acento porteño y blanca, a Bolivia tan discriminada, despreciada, explotada y humillada por otros argentinos. Y cabe decir que muchos de esos argentinos de mierda no se contentan con discriminarlos, humillarlos, explotarlos y ningunearlos en argentina, si no que muchas veces como el cambio nos favorece y además es barato, se van de vacaciones a Bolivia a completar la misión y acumular argumentos a favor de los abusos tales como la falta de higiene, la precariedad del transporte, la pobreza y marginalidad, y la falta de cultura occidental. Hijos de puta. Con humildad y la tarea de encontrar bolivianos dispuestos a escuchar que no todos los argentinos somos racistas y explotadores y compartirles nuestra admiración por su cultura, entramos a Bolivia esa misma noche. Emocionados y apasionados por su mundo, por conocer las treinta y pico de etnias que constituyen el Estados Plurinacional de Bolivia, las reivindicaciones de Evo y sus críticas.  El mímino detalle de que en todo el país no haya ni un macdonals creo que ya hace de Bolivia un lugar al que es un honor poder conocer; aún cometiendo la burrada de pensar este hecho por sí mismo y no como expresión de las fuerzas de sus culturas que resisten la invasión.

Todas las fronteras tienen estas instancias: migraciones (una del país del que se sale y otra del que se entra) y aduana (en la primera se declara los bienes con los que se sale y en la segunda se detallan las características de los que se entran así como su valor). La mayoría de las veces están mezcladas o unificadas y en el caso de La Quiaca – Villazón la primera no tiene aduana y en la segunda es un formulario que se completa sin el menor control material sobre el equipaje. Pero es imprescindible cuando uno cambia de país salir legalmente y entrar legalmente, o sea, sello de salida y sello de entrada con la correspondiente visa. La visa es el permiso que el país al que se ingresa otorga para poder quedarse, 30, 60, 90 días y las hay de turismo, de trabajo, de residencia, etc, y otras son pagas (por ejemplo en Venezuela les cobran a los yunkies ese permiso de entrada y cuando quieren irse deben pagar el doble por la salida). Aprovecho el espacio para explicarlo, porque conozco muchísima gente que por no saberlo (y porque no conozco una sola frontera en la que expliquen bien los pasos a seguir y como manejarse) creyó que con la salida alcanzaba, entró ilegal al país sin saberlo y se enteró en un casual control policial cuando ya esto era un problema.
Los gendarmes argentinos fueron amabilísimos hasta con Monk que los maltrató bastante, cuando después de esperar 10 minutos en la ventanilla de los gendarmes bolivianos se fue a quejar con los gendarmes argentinos con un argumento parecido a este: estoy entendiendo bien? Te estoy diciendo que ya esperé 15 minutos y me estás contestando que no podés hacer nada, a pesar de que no hay nadie a quien tengas que atender, y que tengo que seguir ahí, esperando, hasta que a alguien se le ocurra aparecer? Porque me parece algo tan absurdo que quería dejar las cosas en claro. Se ve que ya estaban acostumbrados, porque se sonrieron y nos convidaron mate. Llegaron los otros gendarmes, llenamos los formularios y fuimos a enfrentar el horror de la ciudad comercial contrabando fronteriza, del trafico caótico boliviano, la mugre y la discriminación anunciada.
De todo lo que nos habían dicho no se cumplió nada. El tránsito no era ordenadísimo, pero nadie nos tiró el coche encima como en las ciudades argentinas (lo que sí me sorprendió fue ver autos carísimos, como un modelo de nissan que no había visto ni en bsas, en una ciudad tan pobre). Encontramos alojamiento barato, yo me tiré un lance y nos hicieron un descuento considerable; sonrisas cálidas de por medio. Fascinados como estábamos salimos a recorrer y nos encontramos con festejos por el aniversario de la ciudad, con desfiles, música en vivo y fuegos artificiales. Pensé que hay gente que se contenta con ser recibido o despedido de una ciudad por la lluvia como buen augurio. Así de hermoso es el universo conmigo, siempre me da más de lo que puede imaginar (gracias). No faltó cruzarnos con argentinos durante el paseo que se quejan de no ser Gardel con la plata como esperaban. Los retamos por esperar y pretender que Bolivia sea un prostíbulo freeshop, y les aconsejamos volverse si no iban a disfrutar de las diferencias.
Al día siguiente nos ocupamos de los aspectos organizacionales del viaje, como el cambio y el transporte (postergando una vez más el recorrido en común) y para nuestra desgracia al problema de no poder sacar plata del país, se le sumaron, la ausencia de bancos que nos cambien peso argentino por boliviano al cambio oficial y el aumento de la yerba mate. El tema económico se empezaba a vislumbrar para el orto, pero como viajera era algo que ya sabía que tarde o temprano iba a pasar. Entre la fascinación por la tan distinta, admirable e interesante cultura boliviana, los deseos de no consumir y todo lo que quería dejar atrás, el disponer de muchísima menos palta que la esperada pasó a segundo plano.  Lo único que necesita un viajero es lo mínimo indispensable para alojamiento, comida y transporte y a veces ni siquiera, porque la gente te invita o convida, se puede hacer dedo o pedir descuentos y existen muchísimas maneras más de las imaginables para dormir sin pagar. Con mucho menos dinero antes me iba a quedar sin plata obligándome la situación a generarla, y en el instante que uno descubre que puede vivir en cualquier lado de cualquier cosa, ya es libre para siempre; y a mi eso me había pasado en México, asique adelante!
Era tanta mi fascinación por el mundo boliviano, quechua al sur oeste, que cada vez que miraba a alguien a los ojos sentía que le expresaba mi admiración. Nunca podía dejar de sonreírles (ni siquiera a una chola que me maltrató bastante, porque le molestaron mis preguntas sobre la comida que vendía y sus ingredientes)y la mayoría devolvía la sonrisa con una simpatía que tiraba a la mierda todo lo que nos habían dicho; y yo más me emocionaba, porque sentía que les gustaba que estuviéramos ahí. 

miércoles, 27 de junio de 2012

Hacia Bolivia

Los dos pos (sr. Mon y Pum) se fueron a conocer Humahuaca antes de la fecha pactada para cruzar juntos la raya. Oki y yo no nos podíamos mover, porque esperábamos él una encomienda de su mamá y yo mi mochilota con todas mis cosas que les había dejado a mis amigos en Tucumán, pensando que regresaría luego de hacer Catamarca. La caja de oki llegó con apenas unas horas de retraso y la mía tardó casi un día más, porque en la terminal de Tucumán se tomaron todos los feriados de semana santa, incluyendo el sábado, cosa que para mí hasta ese momento era impensable. Asique pasamos toda esa tarde comiendo los exquisitos huevos de pascua que había mandado la mamá de oki, mientrsa yo inventaba sin para historias sobre una alergia gravísima que tenía, para conmover a la gente de la terminal y que convencieran a los choferes de que despacharan mi mochila con la medicación y la pomada cuanto antes. Finalmente llegó como cuatro horas antes de lo previsto, pero a las cuatro de la mañana, por lo que no la tuve como hasta las diez como me habían dicho. Igual aprovechamos el tiempo en despedirnos de amigos, sobre todo de zipo, otro cordobés chuleadazo que había acompañado a oki en la primera parte de su viaje. Ninguna despedida termina temprano y esta no fue la excepción, aunque ya teníamos ganas de estar en un lugar diferente desde que habíamos bajado de la peregrinación y habían empezado los feriados de semana santa.
Como si los pos lo hubieran intuido, dos segundos antes de abandonar el histórico camping del gran tilcara, nos empezaron a llover al celular listas detalladas de las pertenencias que se habían olvidado y los posibles lugares donde las encontraríamos. Asique, como si esos cinco días de demora no me hubieran puesto lo suficientemente intranquila por la encomienda que venía con mi compu, mi pasaporte y mis dólares, además de todas las otras cosas, demoramos veinte minutos más en el operativo repatriar los objetos perdidos de los pos.
En la terminal me reconocieron y me preguntaron por la alergia, ahora me la curo seguro les dije y aproveché para pedirles que me dejaran pasar a su oficina a buscar la pomada y ponérmela. Desesperada y dormida como estaba encontré todo en cinco minutos y redistribuí lo necesario, sin permitirme buscar el perfume que tantas ganas tenía de ponerme. Estábamos apurados porque teníamos que llegar a la quiaca esa tarde y yo había convencido a oki de llegar a dedo.
Nos plantamos en la estación de servicio y contrario a mi pronóstico tardó más de dos horas un camionero en llevarnos. Como en casi todas mis experiencias, nos levantó el mejor que nos podía tocar. Era un boliviano que había vendido el lote que había heredado y vivía en argentina hacía más de veinte años. Se había comprado un camión que él mismo manejaba y aprovechaba para viajar y conocer. Amo los camiones, si fuera por mí me movería sólo en ellos pero a veces no sale, le conté. A él también le encantaba llevar gente, porque le gustaba la vida de los viajeros y se arrepentía mucho de no haberse animado a hacerlo cuando se fue de Bolivia. Eran otras épocas, muy peligroso y no lo hacía tanta gente, me contó. Además nos explicaba todo, la agricultura y economía de la zona. Yo le conté la misma historia que le contaba a todo el mundo, cuando en mi primer viaje a la región me ofrecieron milanesa de llama como plato típico y me horroricé, y una chola muy irónica me preguntó si comía las empanadas de carne del mercado y cuántos kilómetros hacía que no veía una vaca. Se cagó de risa como todos.
El peor dedo de mi vida, el único medianamente malo, había sido hacía un mes aprox, con mis amigos los tucus desde tafí del valle a amaicha. Después de esperar más de tres horas al mediodía con el sol del altiplano achicharrándonos toda la piel y eufóricos de
insolación, un viejito lleno de pelo blancos en la cabeza y brazo y acento anglo, había parado su auto importado para preguntar para que lado quedaba cayafate. Yo le había indicado y mangueado, obvio. Medio desconcertado dijo que sí y subimos (como no puede ser de otra manera con todos nuestros petates desparramados y dos músicas distintas en dos celulares distintos en las manos). El señor nos miraba sobresaltado y asustado. Apagamos las músicas y se empezó a escuchar una como de misa que era la suya. El camino estaba lleno de curvas, subidas y bajadas y nos dijo que nos pusiéramos el cinturón de seguridad porque el peligroso y una vez él había tenido un accidente gravísimo. Y nos empezó a contar la historia, toda tétrica y macabra de cuando se le había muerto la esposa en ese accidente gravísimo. Lento, pausado, transpirado y macrabo. A nosotros nos daba risa porque estábamos bastante insolados, pero igual advertíamos su energía densa. Cada vez que había una curva se desintonizaba la emisora y hacía la música religiosa más tipo fúnebre. Lo peor fue cuando contó que le había puesto gas al auto importado y no tuvimos más dudas de que estábamos en manos de un desequilibrado. Cada vez que la tucu y yo, que íbamos atrás, nos movíamos o nos decíamos algo, él disminuía la velocidad, se daba vuelta para mirarnos a ver qué hacíamos. En las bajadas apagaba el motor, porque creería que así economizaba. Cuando se empezó a quedar sin gas, en vez de pasarlo a nafta, siguió prendiéndolo y apagándolo hasta llegar a una estación. Al tucu le contó la historia de su vida y de qué mal la había pasado en todas las enfermedades que había tenido, porque era hombre, motivo por el cual el tucu se convirtió en su defensor cada vez que la tucu y yo nos acordábamos y nos cagábamos de risa. Las demás todas buenas experiencias, como la de este señor que nos fue contando sobre Bolivia mientras nos acercábamos a ella.
Nos dejó en un cruce entre nuestra ruta y la que lo llevaba a su mina de carbón. Pero antes nos habñló maravillas de Potosí (su ciudad) y del tío, que es quien acompaña y protege a los mineros que lo tributan. Nos contó que la primera vez que había vuelto a saludar a su familia, una noche vio una luz dorada vertical, desde el piso hacia arriba en el cerro y se asustó. Al día siguiente contando y preguntando, le habían dicho que era un señal del tío, que lo había elegido para mostrarle donde había oro, que sólo él lo veía; que debía ir con su tributo (chupi y coca) dejárselo y poner una señal, al día siguiente ir solo y sacar el oro. Nuestro amigo manifestó que ni en pedo entablaba amistad con el diablo y mucho menos por su oro, asique nunca más había mirado ese cerro de noche. Yo estaba más que maravillada con semejante historia y quise ver que le pasaba a oki, pero este estaba inmutable detrás de sus anteojos, miré por abajo y dormía el culeadazo. Nos despedimos, yo le quise regalar una de las billeteras recicladas que hago o un dibujo en agradecimiento, pero ni aceptó ni me dejó que se los enseñe siquiera.
Varados en tres cruces estuvimos fácil cuatro horas, odiados, en frente del puesto de gendarmes que revisan a todo el mundo que toma esa ruta en una u otra dirección (desde o hacia Bolivia). Nosotros fuimos un caso especial y creo que los desconcertamos. El camión nos dejó a unos metros hacia la derecha paralelo a su puesto y de alli caminamos hasta dos o tres pasando su puesto y creo que no supieron si les competía revisarnos o no, por eso no nos dejaban de mirar. Yo me acordaba la primera vez que había estado en ese control con mi amiga la fotógrafa de pelo fuxia y del gendarme que se le había dado por revisarle uno por uno sus miles de rollos mientras se hacía el simpático; y agradecía la confusión y nuestra libertad.
Cuando empezamos a vivir la hora número cinco sin que nadie nos levante en esa ruta desierta para llevarnos a la quiaca, le informé a oki que ya estaba harta, que iba a sacar mi perfume y jugar un poco con las cosas que había estado esperando. Oki asintió y abrió su mochila también. Yo encontré mi perfume y él encontró el de él, boludeamos un rato y los intercambiamos, ambos nos pusimos los dos mientras los gendarmes nos
miraban y buscaban algo para decirnos. Ya nos habían hecho cambiar de lugar dos veces y a mi me habían dicho que me sentara más alejada de la ruta. Con oki planeábamos trampas para matarlos sin dejar huellas. Después del perfume saqué los libros, después los lápices de colores y el cuaderno de dibujar, cuando me aburrí las dos remeras para hacer cambio de vestuario si quería; me sentí transpirada y desarmé toda la mochila hasta encontrar las toallitas húmedas de limpiarle el culo a los bebes, me lavé la cara con eso y le ofrecí una a oki que le encantó la idea. Solo cuando me faltaba sacar de la mochila las ojotas, la toalla, el snorkel y la hamaca que llevó para cuando llegue al caribe y quizá la pollera hindú, a lo lejos se vio un micro. Lo paro? Dijo oki, ansioso por irse. Yo pago diez le dije, e incrédula de que iban a hacer semejante descuento empecé a guardar con toda la paciencia del mundo; era como si jugara a que nos iban a descontar tanto y llevarnos después de cinco horas de nada. En menos de un minuto me hizo seña de que nos íbamos, y yo tenía todo TODO TODO TODO desparramado, que con el pánico esénico, la gente que apuraba desde arriba, los choferes que estarían cansados y querían llegar, los gendarmes que miraban, el bus estacionado en el medio de la ruta, la curva a unos metros, TODO parecía el triple, no me entraba en la mochila, estaba nerviosa y torpe y sentía más sueño que nunca. Oki me ayudaba y yo no podía retener que guardaba él y que guardaba yo, fue un caos. Cuando subimos nadie parecía enojado y agradecí a mi paranoia que hubiera creado semejante realidad paralela en mi cabeza, porque entonces yo ahora tenía una buena noticias.
Mejor que el precio, la buena onda colectiva y el calorcito del bus, fueron los asientos. Eran como sillones, alcochonados y reclinables. Nosotros veníamos de 15 días en carpa, peregrinación de por medio. Me puse la música en el mp3 y me quedé dormida escuchando música como tanto me gusta hacer (costumbre que me va costando ya tres auriculares rotos en lo que va del viaje, porque parece que los aplasto) y amando ese momento. Al instante siguiente me despertó oki (una vez más) con el cuento de que habíamos legado, que nos habíamos pasado y estábamos en el taller de la empresa y que mi celular no paraba de sonar. Fue horrible salir de ese sueño divino que estaba teniendo con una canción hermosa, para tener que hacerme cargo de mi mochilota toda mal armada y pesada, de encontrar la terminal y de los 500 mensajes de los chicos contándonos todos sus contratiempos y preguntándonos dónde estábamos que había recibido al entrar en la ciudad. Llegamos a la terminal y encontramos a los pos antes de que pudiera siquiera contestar un mensaje.
Nos abrazamos, nos besamos, gritamos, saltamos, alguno de nosotros le pisó un bulto a una chola y casi se arma. Fuimos a dejar las cosas a un lugar que habían encontrado los chicos donde todas las mujeres que se dedican al negocio de pasar ropa usada por las fronteras se reunían. Era un rectángulo como de tres por seis, había fácil 40 mujeres con unos bolsones enormes (muchas cholas pero no todas), una que dirigía, contaba prendas y pagaba y su hijo (único hombre hasta que llevamos nosotros) que oficiaba de perrito faldero. La dueña del negocio es esa, dijo pum que por estar medio deshidratado de lo apunado que estaba no se movía de la sala hacía rato; es una chola devenida en manta polar, y fue genial. Una vez más, cada uno contó su versión de las horas que habíamos pasado separados y nos felicitamos por el reencuentro. Ahí empezaba la odiada tarea, después de todo lo que habíamos pasado durante el día, de ver cómo eran los hospedajes de uno u otro lado de la frontera y decidir donde pasábamos la noche y ver cómo hacíamos con el cambio.

La última cena, ente relatos de las bandas femeninas e imposibilidad de mapas

De vuelta al camping y ya habiendo descansado un poco, conocí una mujer que también había subido pero en rol de observadora mujer de la música y el género. Me contó sobre las mujeres en las bandas de sikuris mixtas, especialmente de su conquista de los espacios de mando y de cómo les había costado ganarlos, y de las bandas solo de mujeres. Ella era de esas lesbianas feministas (que no son todas, siempre hace falta aclararlo) que no solo creen que hay que matar a todos los hombres y que todas las mujeres debemos hacerlo, sino que estaba convencida de que el proceso ya había empezado e impartía ordenes al respecto todo el tiempo. Pelo corto, escuálida y demacrada, mala y cortante con los varones (así les decía), pero se le llenaban los ojos de lágrimas cada vez que hablaba de la formación de la primera banda de sikuris de mujeres y era imposible no querer abrazarla. Porteña, profe de música haciendo su tesis para posgrado en géneros dentro de las prácticas musicales. Cuarentona con laptoc en nuestro camping.
Enseguida quise que fuéramos amigas, asique le conté que yo venía de familias muy matriarcales por lo que para mi el desafío era hacer el camino inverso y devolverle a los hombres el estatuto de sujetos. Le importó un carajo mi historia y quiso evangelizarme sobre la urgente (para los militantes dogmáticos todo sucede ahora: la revolución, los abusos más atroces y la mejor gestión de su organización, obvio) necesidad de prescindir de ellos. Me entristecí de que no pudiera encontrarse en mí y con dos o tres frases que me se de memoria, porque las tuve que usar muchas más veces de lo que hubiera querido, me zafé de la charla evangelizadora feminista anti hombres. Seguí hablando con ella, porque me interesaba mucho su investigación y porque me gustó sentir que yo nunca podría ser tan cuadrada. Pero tuve que superar cierta rabia conmigo misma para poder escucharla. Yo había visto a esas mujeres en la peregrinación, cargando, subiendo, tocando, comiendo, pero no me habían llamado la atención, ni había tenido ganas de hablar con ellas. Pensé que quizá era por semejante desilusión del evento religioso y porque no me pareció interesante la conquista de un espacio así. Tuve que reconocerme que no me había identificado con esas mujeres en lucha.
Contrario a lo que yo me había imaginado, cuando un grupo de tilcareñas decidieron armar su propia banda de sikuris, la mayoría de la cerrada, inamovible, tradicionalista y machista sociedad norteña las apoyó, no todos, por supuesto. Antes de esto las mujeres subían y bajaban el cerro, peregrinando por su amada virgen y sus materiales deseos, pero no formaban parte de las bandas: a lo sumo subían botiquines, banderas y carpas (enfermera, costurera, ama de casa) y por supuesto trabajaban en los puestitos de comida familiar (cocineras). Dice el diario que ellas dijeron, que cuando se deciden a formar la nada, los hombres les prestan los instrumentos y les enseñan a tocar, porque hasta ese momento no habían tenido posibilidad de aprender. Desde el 97 que surgió la primera hasta hoy se formaron cuatro y varias otras comenzaron a ser mixtas.
Cuentan las de la primera banda que cuando por fin se sintieron listas y con los instrumentos necesarios tuvieron que ir a pedirle la bendición al cura para poder asistir al evento. Y salieron de la casa donde se reunían tocando con miedo y vergüenza, porque no sabían como iba a reaccionar el pueblo. En el trayecto de la casa a la iglesia todos las aplaudieron, acompañaron y las demás bandas se sumaron al peregrinaje hacia la iglesia por la bendición. Cuando llegaron el cura las bendijo, pero les pidió silencio a las demás bandas para escuchar por primera vez una banda de mujeres y por primera vez se escuchó una sola banda por período de tiempo.
Todos nos emocionamos mucho, sumaba bastante la forma del relato de nuestra evangelizadora, aunque desprestigiaba mucho el apoyo recibido. Hoy por hoy, la mayoría de las bandas tienen más de 50 años de trayectoria y ya están constituidas,
todas tienen sus instrumentos, trajes y algunas hasta esponsors; ellas se siguen solventando con donaciones y les sigue siendo muy difícil, además del quedirán norteño, plata para instrumentos y trajes y ayuda con sus hijos y casas para poder ocuparse de la banda.
La invitamos a comer unos ñoquis rellenos que habíamos hecho y que serían nuestra solemne despedida del mundo de las cocinas y de la comida argentina, y no pudo creer que los hubiera amasado el señor mon mientras su compañero pum, oki y yo estábamos boludeando con tilcareño, internet y fernet respectivamente. Yo aporté una salsa blanca, que me salió grumosa como cada vez que se me ocurre compartirla con alguien, ella un vino riquísimo, el cordovazo su fernet que nadie se atrevió a tocarle y pum un video de él bailando de libertad cuando se había cortado el pelo en la punta del cerro de los siete colores purnamarqueño (lo tenía por debajo de las tetas! decía). Le agradecí que nos compartiera su investigación y que me acercara a algo a lo que no me había acercado. Los chicos optaron por no intentar convencerla de las discriminaciones que ellos también sufren y los miré profundo, agradeciendo su madures.
Cuando terminamos de comer ella siguió con su investigación computarizada y nosotros cuatro disfrutando de lo que el vino nos había regalo mientras esperábamos el fernet de oki. Intentamos charlar sobre nuestros recorridos en Bolivia, pero no conseguimos ni un mapa, ni ponernos de acuerdo sobre quien lo había guardado la última vez. Yo quise que cada uno dibujara lo que se acordaba del mapa y que después comparándolos lográramos uno que sintetice nuestras intuiciones sobre la geografía boliviana, como ya había hecho una vez varada en Colombia con grandes resultados; pero nadie apoyó la propuesta y tampoco le dieron bola al que yo había hecho mientras intentaba convencerlos. A nuestro grupo no le resultaba hacer planes, más allá de cruzar a Bolivia al atardecer del tercer día contando a partir de esa noche.



sábado, 16 de junio de 2012

Peregrinación segunda parte, el interés de los sacrificados ex victimas y nuestro glorioso abandono del evento.


De la nada nos vimos hablando de los momentos duros de la vida de cada uno y estuvo buena esa conexión. Se apareció un personaje que habíamos conocido la noche anterior en el negocio familiar, que nos buscaba con un termo de mate para invitarnos si no teníamos. Nos sentimos contentos y disfrutamos muchísimo del momento. Se hizo de noche y se fue nuestro amigo el porteño solidario, pero nosotros decidimos quedarnos bastante más para descanzar lo suficiente del aglutinamiento de la cumbre del cerro. Empezaron a bajar las nubes y nos rodearon. Esos momentos fueron mágicos, porque en las fotos salía como su humedad ocupaba espacio y eran impresionantes los cambios de temperatura cuando nos atrapaban. Nos fuimos finalmente porque no resistíamos más el frío.
Tomamos mate mirando las bandas que seguían tocando, peleándose por el espacio sonoro, todas al mismo tiempo (150). Cuando ya no teníamos más mate, ni calor, ni onda para seguir poniéndole a la situación, se apareció la banda de talleres con una botella con un líquido naranja. ¿Quieren esto para el frío? Sí,  que pregunta. Es jugo con alcohol etílico. Era fuerte, pero no más que el frío y el panorama (no habíamos conseguido donde pasar la noche). No sé en qué momento del ritual habrá sido, pero se empezaron a ver fuegos artificiales y toda la gente se conmovió mucho. Entonces yo comenté que la próxima vez que subiera (ya había descartado hacia  más de 24 hs. subir al año siguiente, asíque el otro o el otro) iba a llevar fuegos artificiales como manera de poder hacer yo también algo lindo por esa gente que hacía ese evento lindo que yo disfrutaba. A todos les pareció muy bien, pero me aconsejaron pedirle algo a la virgen a cambio. Yo no lo quiero hacer por la virgen, sino para la gente; es para devolver, no para pedir. Igual tu puedes pedir un deseo y la virgen te lo concibe. Y ahí empezaron todos a contar sobre los plasmas y los autos o motos que le pedían a la virgen, y me generaron ganas de hablarles de espiritualidad no material que fue lo que más rabia me dio.
Después apareció una banda con gente que también cantaba, es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente. Y lo que hasta ahí me había parecido algo de los más noble y bueno en tanto gente que sube y baja su cerro pidiendo deseos y agradeciendo me empezó a parecer una mierda. Yo siempre había valorado esos momentos de las tradiciones religiosas, quizá por lo curioso de los rituales o porque se presentan sin tantas restricciones o culpas.  Pero me empecé a acordar todas las veces que nos habían dicho que sin fe no se lograba, y me imaginé que cada vez que yo sentía que no podía y lo seguía intentando porque quería ver el ritual que hacía esa gente, ellos pensaban que le daban ese sacrificio a la virgen para que les diera su vento 0km. Me dio más repulsión que nunca la iglesia con toda su hegemonía aplastando la inocencia de la gente, que le pedía bienes de consumo importados. Pensé en toda la energía de esas 150 bandas con mínimo 12 integrantes y máximo 130, más las 1500 carpas con 4 personas   cada una, más los que estaban sin carpa como oki y como yo, en todo el esfuerzo por subir, las pocas horas de sueño, la música constante, cíclica, ritualezca, casi militar, y entendí al verlo de manera tan evidente que así se frenan revoluciones.
Por suerte ese momento estuvo mechado con historias de la cancha y de la barra de Jujuy defendiendo su localía más allá y contra la institución que regula el futbol de esa categoría provincial y la policía, asíque zafó y esa reflexión pudo esperar, porque en un primer momento me quise ir del evento esa misma noche.
Tomamos seis botellas con ellos, hasta que nos dimos cuenta que si nos daban ganas de hacer pis en esas condiciones, el remedio sería peor que la enfermedad (no voy a hablar de lo que eran los baños). Nos invitaron a dormir en su casita de su banda, pero yo no quise saber nada con su machismo etílico libidinoso, ni oki con las relaciones de competencia entre machos alcoholizados. Asíque agradecimos y les dijimos que mejor dormíamos en la iglesia. Apúrense que ya debe estar llena. ¿Qué? La puta madre. Lo único que no me gusta de viajar es adaptarme en cuanto a horarios, porque esto debió ser a las diez de la noche como tarde y con la mayoría de la gente durmiendo ya.
Efectivamente la iglesia estaba llena ya y como no podía ser de otra manera, no nos dejaron pasar. Asíque nos acomodamos en el único lugar que quedaba en la antesala, al lado de la puerta abierta. Un señor con un olor horrible se acostó al lado mío durante la noche, pero a la mañana siguiente ya no estaba. Muy, muy temprano y todavía de noche se empezaron a escuchar las bandas, mezcladas con música de misa y un cura con micrófono que después nos enteramos que bendecía a la virgen porque la iban a bajar. Salió la gente, salió el cura con su micrófono y su discurso de soy un cura bendiciendo una virgen, y después salieron unas viejas de lo más mandonas a decirnos que nos fuéramos, porque ellas (que se creían elegidas por el honor de la tarea) tenían que limpiar. Yo recordé todas las guarradas que había pensado hacer la primera vez que había escuchado eso de pasar la noche dentro de una iglesia en la punta de un cerro, lo comparé con lo que de verdad había pasado y odié esa tendencia que estaba tomando mi viaje a sorprenderme tanto en cuanto a la distancia entre mis fantasías y la realidad. Las hijas de puta se pusieron a barrer antes de que nosotros nos levantáramos y el odio que me corrió por el cuerpo imaginándome respirando ese polvo me sirvió para levantarme.
Tomamos mate y comimos algo en la plaza mientras amanecía  entre los cerros y volvía a aumentar el frío, tratando de prepararnos para el evento principal: se habían sorteado puestos (postas) a lo largo del camino, cada banda esperaba en su lugar a que llegaran las Señoras que iban bajando con la virgen. Cuando la virgen llegaba esa banda iba tocando con ellas hasta la siguiente posta. Así 150 veces. Además la bajada era placentera, nos habían dicho todos, y yo no veía la hora de pasar casi corriendo y fumando por el camino que tanto me había costado subir.
Con oki teníamos la rara sensación de que lo peor ya había pasado, no había que hacer más sacrificio físico y ya había descansado como para disfrutarlo; pero ya estábamos hartos de los sikuris, de las bandas y de tanta adulación a la virgen por virgen. Nos empezábamos a sentir mal por ser parte de todo eso y ya no cabía una mirada ingenua.
Empezamos a bajar con mucha facilidad, pero sin la alegría que esperábamos. Yo miraba a las familias que bajaban con sus carpitas y me daba rabia que hubieran subido con sus hijos y que les estuvieran enseñando eso. Quería preguntarles qué modelo de celular inteligente le habían pedido a la virgen, en vez de reclamarle al gobierno cloacas, agua potable, gas, que saque las mineras, que proteja los recursos, obras para que las crecidas de los ríos no sepulten los pueblos, escuelas u hospitales para las localidades chicas de la zona, movilidad, y todo lo que no sé que necesitan. Y ya no pude diferenciar entre la institución que saquea y las víctimas que lo permiten y legitiman con rituales como ese. La institución es la gente que la conforma.
Seguimos bajando a nuestro ritmo, alejándonos de la multitud cuando queríamos y volviendo cada tanto. No estuvo bueno no poder disfrutar del evento principal que era la bajada con música, pero nos sentimos muy bien de fugarnos del evento religioso cuando lo consideramos y de decirle a toda la gente con la que hablamos de ese momento en adelante que sí lo habíamos logrado sin fe y que no nos parecía nada bueno ni admirable ni la cultura del sacrificio, ni sacrificarse para que la virgen les haga un favor, ni esforzarse por lograr ser victimas del cansancio y Mercer más ese favor, ni eso de que el que más sufre es el más bueno. Nadie nos contestó nada, y ese silencio que representaba el fin de las conversaciones sobre la virgen fue lo mejor de los tres días de peregrinaje.

martes, 5 de junio de 2012

Tilcara, peregrinación de sikuris. Ábreme el pecho y respira.


No soy una persona religiosa, ni católica, ni creyente, en nada, ni siquiera en mí, ni en los ríos. Cuando hablo del dios de los bancos, de la diosa de la encontranza o del dios del chance (hacer dedo en colombiano), lo hago para burlarme de las instituciones y reírme antropológicamente. Cuando hablo del universo también es para reírme, pero la mayoría de las veces es también para expresar qué deseo que pase, porque sí me parece importante saber lo que quiero. Me parece que en la nada detrás del todo sí creo, pero ya me estoy yendo mucho de tema.
Supe de un evento multitudinario en Tilcara que consistía en gente creyente que subía una virgen al cerro y el miércoles de pascua la bajaba. Y después me enteré que era tradición también que miles (150) de bandas de sikuris también peregrinen, suben y bajen del cerro tocando.  Siempre había tenido ganas de ir a las caminatas hasta lujan, porque sí me gusta ver gente que se esfuerza para pedir cosas y conocer esas historias. Me gustaba la parte del físico y ver como interviene el cuerpo en la religiosidad de las personas, como van sintiéndolo y semantizándolo.
Esa era mi idea, y cuando supe de las bandas de sikuris y de uno de los paisajes más lindos de la argentina, no tuve nada que pensar. Me decían: son 6000 metros, 7 horas subiendo, noche a la deriva; yo pensaba: escalar, música, paisaje bello, charlas sobre historia de vida, buena onda. Me sirvió para darme cuenta que nunca escucho cuando me pongo ansiosa (eso ya lo sabía, pero después putié tanto que no creo que me lo vuelva a olvidar), y que pienso muy soberbiamente que si mucha gente hace algo para mi va a ser fácil.
Lo convencí a oki, mi amigo el cordobazo, video y charla con la banda de sikuris de talleres de perico de Jujuy de por medio, y al día siguiente a primera hora ya nos habíamos ido del camping a hacer las compras para pasar tres días arriba del cerro, escuchando música y fallándola. Contentísimos. Tardamos una hora y veinte en llegar al pie del cerro, con total agotamiento y la mitad del agua. Descansemos un toque oki, le dije. Al tercer paso de reanudada la marcha sentimos como si nunca nos hubiéramos detenido y volvimos a frenar, pero tratando aunque sea de no sentarnos. Era la subida más fuerte de mi vida y no podía creer tener que decirlo a los veinte minutos de haber empezado. Obviamente confiaba en cambiar el aire, asíque no me daba por vencida. A los cuarenta minutos oki se quiso volver y yo le pedí su agua. Desistió, porque él además era vertiginoso y debía pasar por precipicios heavys. Lo seguimos intentando. El aire nunca alcanzaba, pero nosotros nos frenábamos solo cuando el corazón estaba por salirse. Así pasaban las horas y nosotros ni avanzábamos ni cambiábamos el aire. Yo no podía creer que me siguiera costando tanto. Cuando parábamos porque el corazón se salía, teníamos que respirar por lo menos cuatro veces hasta sentir que cada parte del cuerpo tenía la cantidad de aire que necesitaba. Yo seguía sin contemplar ni en broma la posibilidad de no llegar, me parecía imposible desistir (pero realmente más imposible era avanzar). Nos pasaban familias, burros, burras, perros, nenes cargando bombos y nosotros fantaseábamos con una camioneta de la que colgarnos, ya en silencio, cada uno por su lado, obvio. Yo me acordaba de una canción que yo creía que se llamaba ábreme el pecho y respira, y me parecía lo más genial del mundo, pero cuando bajé y la quise escuchar, resultó que se llamaba ábreme el pecho y registra. Lo único que teníamos a favor con oki era que recién eran las diez de la mañana.
Como a las tres horas nos cruzamos a un tilcareño que resultó ser nuestro súper amigo, nos dio alcohol para envalentonarnos y apoyo psicológico. Yo ya estaba en la etapa que me llega poco aire al cerebro y cada tres pasos sentía el principio de cuando me estoy por desmayar (me baja la presión bastante seguido). Se quiso hacer el súper hombre y me dijo de llevarme mi mochila. Amo el machismo le conteste, oki se río, y él me reputió cuando la cargó, con el cuento de que pesaba como doce kilos y que a quien se le ocurre subir con semejante peso. Somos ratas y nos estamos llevando la verdura para cocinar arriba. Silencio que no se entendió si fue porque creyó que éramos vegetarianos y no quiso ser más nuestro amigo, por el peso, porque habría fantaseado con una papita a las brazas, o porque sabía que arriba no había ni leña ni reparo para hacer el fuego, pero no los quiso decir.
El súper tilcara 2012, como todos los lugareños subía desde siempre todos los años sin falta. Cada vez agradecían lo que les había cumplido la virgen y pedían un deseo nuevo. Él subía a agradecer que su hijo no había nacido con problemas como le habían dicho los médicos que pasaría, y a pedir juntar en un mes los 20.000 pesos que le faltaban para poder comprarse el vento cero km que su mujer tanto quería. ¿Qué? Yo tenía demasiado poco oxígeno en sangre como para poder articular algo que no fuera ese qué. Lo miré a oki, pero estábamos demasiado desinflados como para conectar en algo que no fuera “no puedo más boluda, yo tampoco boludo”.
Gracias a él pudimos llegar hasta la mitad del camino, después de nueve horas de subir sin aire. Llegamos, nos sentamos y nos dormimos. Tomamos unos mates cuando nos levantamos de las dos horas de siesta, justo antes de que empiece a anochecer. Nuestro amigo y salvador nos invitó a la tienda que era de su familia, donde se hicieron unos buenos pesos dando de comer al que pedía. A nosotros también, porque apenas podíamos respirar, mucho menos juntar leña.
Cuando nos cansamos salimos y miramos el cielo con sus magníficas estrellas. Se empezó a correr el rumor de que llegaba la primera banda y todos nos acercamos al principio del campamento para esperarla. Se escucharon dos bombas muy fuertes, y luego de a poco y muy lejana su música. Tambores, vientos y cada tanto una matraca. Fue emocionante sentir llegar a esos músicos que habían cargado sus instrumentos todo el camino. No sé cómo, pero se aparecieron tocando (el sikuri es un instrumento de viento y sigo sin entender de dónde sacaban el aire). Se sentía el conmoverse de todos los que habíamos subido con tanto esfuerzo a escucharlos y ellos que subían y tocaban con tanto esfuerzo para nosotros. Todo en absoluta oscuridad con las estrellas de fondo iluminando los cerros y las nubes que de a poco empezaban a bajar para esconderlos y enfriarnos.
Nos emocionamos, tuvimos una charla copada sobre la posibilidad de los orígenes no cristianos de la aparición y la cruel apropiación del culto por parte de la iglesia. Aun en ese momento, con toda nuestra ingenuidad, sentíamos algo raro y susurrábamos sobre el tema. Todos contaban la historia de que el equipo del 86 subió en el 85 a pedir el campeonato, pero nunca volvió a agradecer, y que por eso nunca más argentina ganó un mundial. A mi me pareció un disparate tremendo, hasta que me acordé de haber visto la replica de la copa en el museo de tilcara, junto con una nota de agradecimiento firmada por todos los jugares y demases, y de no haber entendido por qué. Historias. Decidimos que mejor dormíamos afuera que esperar a que se calme de demanda el negocio familiar para que concreten su promesa de invitarnos a dormir. Si en algo nos llevábamos bien con oki era en los niveles de ansiedad siempre altos, aun sin aire que los alimente.  Nos pusimos todo el abrigo, buscamos una linda piedra, porque blanda no íbamos a encontrar, y sin sacarnos ni las zapatillas nos metimos horizontales en la bolsa. Esa noche fue a la intemperie, a 1800 m, sin carpa y con todas las bandas que siguieron llegando durante la noche, pasándonos al ritmo de la música por al lado.
Al día siguiente me despertó oki aun de noche. Quedaba una sola banda sin irse y nos convenía ir con ellos para tratar de seguirles el ritmo. Mientras reaccionábamos se fueron, pero pudimos acomodarnos con tiempo. Yo me sentía tan mal que ni mate tomé, deseaba seguir durmiendo y despertar en un mundo cálido, al nivel del mar, con agua dulce tomable y sin un cerro que subir (todavía no me habían hartado ni los sikuris, ni la religiosidad)
Tanto habremos tardado que llegó otra banda, descansó, desayunó y casi sigue sin nosotros. Nos fuimos con ellos concientes de que nuestra única posibilidad de llegar era no aflojar y hacerlo a su ritmo. Nos alegrábamos cada vez que frenaban y puteabamos cuando no lo hacían, pero ni se nos ocurría rezagarnos. No sé cómo hicimos. Sí sé que había dos niñitos de cinco y ocho años que no lucían cansados y no pude enternecerme de la envidia que sentí por ellos. Cuando faltaban 500 m de subida empinada, nos dijeron que ellos debían dar la vuelta al cerro para entrar por la capilla como banda, pero que nosotros podíamos acortar camino. Fue un error, para oki no tanto, pero yo me tardé más de dos horas en hacer esas cinco cuadras. Cuando por fin estuve arriba no me emocioné ni nada de lo que había pensado. Me senté (me llené de espinas de unos cactos microscópicos que había)  y pasó el tiempo sin que yo pensara en nada, ni siquiera en levantarme. Lo hice cuando junté las fuerzas necesarias y más que nada fue porque escuché que decían que del otro lado había menos viento. Fui al otro lado y me volví a sentar por donde pasaban las bandas a ver si veía al rodrigazo (me sigo confundiendo cordobazo con rodrigado como cuando tenía 16 años, y con poco oxígeno en sangre, peor). Oki no pasó y yo no descansé, pero sí me horroricé de las 1500 carpas que había. Una al lado de la otra. Tantas y nosotros ninguna.
Decidí que me haría mejor caminar que estar sentada y me dediqué a encontrar a oki. Había pensado que me sería fácil, porque llevaba un buzo verde fosforescente de lo más floger, pero resultó que había toda una delegación de sikuris con ese atuendo. Bueno, hasta mañana no bajamos, hay tiempo, pensé. En menos de un minuto lo encontré, buscándome con una botella de agua que había conseguido después de hacer una hora de fila en una canilla comunitaria. Fue lo más. También había averiguado como conseguir agua caliente para el mate, me pidió el termo y reapareció con el agua caliente. Otra vez fue lo más. Pero yo seguía semidesmayada, incapaz de decir algo más que un joya, gracias. Tomamos mate, almorzamos, charlamos con una chica que nos pidió comida y muy de a poco recuperamos nuestras charlas, pero no demasiado. Después seguimos descansando.
Decidimos buscar un lugar al reparo para hacer la siesta y nos encontramos con el club de fans que oki había logrado tener por ser de talleres de Córdova, la banda de sikuris de talleres de perico, Jujuy. Nos invitaron, nos dieron de comer (aceptamos) a él lo alcoholizaron y nos contaron todas sus historias como porongas de la barra de algo. A mi me hartaron bastante rápido. Uno de los más viejos y gordos me quería levantar y proponía a cada rato deshacerse de oki para que nos quedáramos juntos. Además hablaban de la virgen, así que retomé el plan de dormir la siesta. Me despertó oki para que no me perdiera una formación que hacían y luego la vuelta al cuadrado que formaban todas las casitas que eran para las bandas. Fuimos. Me costó un montón encontrarle la onda al evento y a los movimientos de la gente para poder sacar las fotos que yo quería de los músicos con sus expresiones mientras tocaban sus instrumentos. Cuando lo logré disfruté muchísimo. Después pasié un rato, empezando a sospechar que ya estaba un poco saturada de tanta gente, tanto sacrificio, tanto hablar de la virgen, tantas pocas horas de sueño y tanto tambor en la oreja. Al rato me lo encontré a oki que se ve que le pasaba lo mismo, porque me propuso alejarnos hacia la nada (donde empezaba a bajar el cerro, al borde del precipicio)

domingo, 27 de mayo de 2012

corrupción del noa, responsabilidad de viajeros.


Yo me había enamorado de la provincia de Tucumán y su gente en 2007, junto a viajar con amigos. Volví en 2009 para conocer la región y renové el romance. Me fascinó tanta mirada pura y a los ojos, tanta sorpresa de la gente por nuestro mundo, preguntas y miradas observadoras (yo viajaba con una finlandesa y otra amiga con el pelo fuxia). Cada vez que llegábamos a un lugar las personas nos daban la bienvenida y nos decían que se sentían honrados con nuestra presencia; que esa era su tierra, que la amaban y querían mucho, que por favor la tratáramos con respeto. Yo sentí vergüenza por la manera en que se trata al turista en mar del plata. Todos me dijeron cuando volví y les conté que era otra clase de turismo con otra clase de gente. Tuve miles de charlas sobre eso y con algunos llegué a consensuar que era un ida y vuelta, esa como todas las relaciones, junto con el compromiso de intentar pensar distinto a los viajeros que nos visitan en temporada e intentar tratarlos diferente, porque nadie puede decir que no es emocionante encontrar a alguien que llega a su ciudad a conocer el mar.
La informalidad, la comida callejera, su pasión por el vino patero y el folklore; humitas y tamales, chicha; la manera de tratarnos, los relatos sobre su vida y el lugar. Ellos realmente nos compartían los momentos que pasábamos juntos con una entrega total de lo que les pasaba por dentro. Hospitalidad, honestidad y desinterés, por más de que más de uno vivía todo el año con lo que sacaba en temporada. Amor por su tierra e historias de sus abuelitos ahicito nomas. La humildad con la que nos interrogaban y nos escuchaban. Todo eso y mucho más llegó a su máxima expresión cuando entré con toda mi inocencia a las ruinas de la fortaleza de los Quilmes.  En mar del plata hay un equipo de básquet que se llama igual en su tributo y al cual fui a ver durante tres año casi sin faltar en una época muy difícil de mi vida. Fue impresionantemente conmovedor sentir la sangre que corría por las laderas de aquella montaña y de todo el valle. La historia de que mis amados kaktos eran un grupo de Quilmes que se había escondido para atacar cuando los otros le dieran la señal en la última batalla contra la invasión española y como mataron a los guerreros que debían avisarles, ellos se quedaron esperando sin que nadie los llame o valla a buscar durante días, comprendiendo que todo su mundo había sido masacrado. Entonces la pacha se apiadó de ellos y los convirtió en kaktos para que pudieran seguir en su tierra y protegiendo su valle eternamente. Y pensar que a los que sobrevivieron los llevaron caminando a buenos aires para exponerlos en un museo hasta que ellos decidieron dejar de procrear para autoextinguirse. Y pensar también que en las ruinas de Quilmes fue el único lugar donde vi catalogada la colonización inka como invasión.
Me alegré muchísimo de que estuviera de moda el viaje a la zona y que tantos europeizados como yo tuviéramos oportunidad de estar ahí.  Escalarla, imaginarlos, al ritmo de las canciones de la cancha y en su ejemplar resistencia; en los nuevos abusos sobre sus ruinas cometidos por la junta militar que durante la dictadura reformó la estructura, destrozándola, para quitarles puestos de trabajo a sus descendientes como guías del lugar y a nosotros nuestros orígenes. Esas lágrimas, esas olas de emoción en la espalda y el sol del altiplano consolándome, son lo que me trajeron de vuelta acá, ahora, para decirles a todos ellos que si viajamos tanto para conocer y aprender su cultura , no están tan muertos, ni los inkas ni los españoles ganaron tanto, ni la puta junta militar. Ahí sentí que esa ebullición en la sangre y en el pecho eran mi ser latinoamericano  y que nunca mas quería vivir en ese occidente tan acartonado y pecho frío. Saubí hasta la cima (bajo mi propia responsabilidad y riesgo, porque las ruinas no son subvencionadas por ningún gobierno y no tienen seguro) y les prometí volver, una y mil veces.
Para mi el noa era todo eso, mas los miles de pueblos que  no había llegado a conocer ese verano, más los relatos de los viajeros más intrépidos que yo.
En amaicha me fue bien, Catamarca me sorprendió, pero ya en cafayate nos trataron sin esa hospitalidad ni simpatía, en salta me quisieron cagar y en Tilcara la sra. de la terminal no me había querido ayudar a recuperar mi mochila con planes de quedársela. Tenía ruido adentro, pero también sueño que siempre me pone de mal humor, asique opté por la siesta ni bien llegué. Entre una cosa y otra duré en Tilcara quince días y ahí tuve oportunidad de investigar.
La gente del pueblo, sobre todo los que tenían comercio, en su mayoría maltrataban y bastante más al foráneo. Los de los hostels eran casi todos no nacidos en el noa, o sea capital de afuera que iba a aprovechar el auge turístico, muchos europeos. Los precios de los hospedajes habían subido muchísimo, desapareciendo las opciones ultraeconómicas que yo había usado con tanto placer. Inflación y crecimiento del pueblo como lugar turístico, bueno, declarado patrimonio de la humanidad, blablá.
Me había gustado mucho también de mi primer viaje que había y ese apoyo mutuo entre norteños que intuí. Los tucumanos veraneaban en Tilcara por ejemplo. En este viaje no hubo mucho de eso y en su lugar gringaje. Yo siempre había sido de la idea de no subestimar extranjeros, porque son personas y porque vienen de muy lejos a conocer, una mínima chance se merecen por mas de que odiemos a los yankies. Los dos o tres extranjeros que yo había conocido en mi primer viaje al noa se transformaron en veinte franceses viviendo en el pueblo para mamarse todos los días, maltratar a y menos preciar a la gente del lugar  y otros muchos tantos gringos de distintos lugares que llegaban soberbiamente a diario. Obvio, también los hubo humildes y respetuosos del lugar y su gente, capaz mucho mas sabiondos de todo eso que yo.  También se sumaban muchísimos citadinos que dejando la urbanización atrás se habían comprado una parcela en las sierras. Ellos eran despreciados por los lugareños, que a su vez eran ignorados por los excitadinos. Turbio para la idealización con que yo había llegado. Bastante horrorizada ya, interrogué a un tilcareño de mi edad que había sido viajero cósmico mucho tiempo. Manifestó que los lugareños que trataban mal a la gente eran unos boludos que todavía no entendían que a mejor trato mayor propina. O sea, yo viajera soy para vos una moneda. No, no, bueno vos no porque estas de hipie, losa extranjeros o las flias de buenos aires. Tuve miedo de que esperara algún tipo de pago por la charla y lo odié por ser parte de lo que yo había amado.
Fui dos veces a las cuevas de waira (viento) que son un rastro de aquella cultura entre los cerros. Las dos veces sin guía porque con mis grupos nos gustaba más llegar solos a un lugar que la excursión armada y porque cuanto menos dinero se usa uno menos se corrompe.  En la segunda nos paró un señor, preparándonos para que nos sentáramos a charlar. Los uruguayos casi si lo morfan y fue una sorpresa para mi que hayan resultado tan enojones y pocas pulgas.
Yo represento a la comunidad. ¿a qué comunidad? A la de la zona. Ustedes vienen de la ciudad y no entienden, la pachamama es todo y somos todos; aca respetamos a las piedras, a los ríos y a los cerros, porque todo es la pacha. Ustedes vienen de la ciudad y están acostumbrados al consumo, a que no les cueste más conseguir las cosas y a no dar nada a cambio. A mi cultura la saquearon los españoles (en Jujuy si fueron colonizados por los inkas y no lo consideran saqueo o invasión) después los comerciantes y ahora los turistas. Este cerro es nuestro y nos tienen que pagar para pasar. Todos nos solidarizamos con las victimas, pero a nadie le guta que lo traten de invasor, usurpador, saqueador o boludo incapaz de conocer a la pacha. Además nos prepeaba con darle algo a cambio. Yo que soy bastante psicópata cuando lo necesito, porque me consta que funciona a las mil maravillas, le di la razón en todo y le di mis condolencias por las faltas de respeto que seguramente habían sufrido, pero le confesé con vergüenza que habíamos salido a la expedición sin dinero porque nadie nos había dicho, y que rabia la poca información sobre su cultura y su cerro. Los porteños lo putearon y los uruguayos mas, tanto que pensé que se agarraban.
Bueno, me tienen que dejar algo si quieren pasar (si eso no es un robo que es?) porque ustedes los de la ciudad no valoran la posibilidad que tienen de conocer todo esto que para nosotros es sagrado y nunca quieren dar nada a cambio por lo que tienen. Se  paró el uruguayo más grandote y yo pensé que llegaba el desenlace; pero no, el lugareño que ni siquiera nos había sabido decir el nombre de su comunidad, era terco y obstinado, pero quería plata, no un golpe. Volvemos a estar de acuerdo, dije yo para tranquilizarlo, a mi siempre me gusta devolver todo lo maravilloso que recibo, casi siempre planto las verduras que consumo o sus semillas. Si todos, obvio, dijeron los demás artos de que nos traten de boludos. Te dejo mi botella de agua que es lo más preciado que tengo en este momento. No, no, yo agua tengo y puedo conseguir. Ah! Bueno, la naranja. Quería plata el hijo de puta. No tampoco. Y que puede ser? Plata, para pasar tienen que pagar. La coca será muy sagrada y natural, pero también tiene sus efectos violentos y agresivos. Le dimos una camperita de algodón que nos habíamos encontrado tirado por el camino y nos dejó pasar. Una vez en la cueva nos cruzamos con otros guías pero ninguno se mostró tan violento ni agresivo, aunque supimos que eran de la misma comunidad.
Hasta aca nada que no se pueda intuir sobre las consecuencias del progreso en un lugar noble, pero lo que yo queiro preguntar es la responsabilidad de nosotros los viajeros sobre que eso pase. Que los gringos irrespetuosos tengan que ver directamente sobre el maltrato de las sras. de las tiendas, obvio. Pero me planteo la culpa que tengo yo ¿qué derecho tenía a idealizarlos de semejante manera, de recomendarle a todo el mundo que los valla a conocer? Siento que arruinarle la vida al pobre de Maradona no nos bastó  y no aprendimos aun que endiosar algo o a alguien corrompe, lo corrompe y nos corrompe. Pienso también en todas las veces que me dijeron que era linda o inteligente y me hartaron tanto que me esforcé mucho en ser lo contrario. No se, boca abierta.
Es difícil el tema para los que preferimos estar en lugares chicos y no urbanizados  en los que no nacimos, porque nuestra presencia ya es crecimiento turístico y el germen de que se lo urbanice después y se corrompa. En México estuve en un pueblo que vivía de cobrarle a los gringos esa precariedad. Una noche en una cabaña en Tulum sin luz y sin gas salía mas caro que un old inclusive en cancun. Es un ejemplo, no estoy para nada de acuerdo con preservar los lugares usando como filtro exclutorio el dinero.
Obviamente en la zona había mucha menos pobreza que en mis primeros viajes  y estuvo buenísimo que así sea, pero yo sentí que esa gente ya no era feliz con solo su valle y fruta de estación. Quizás ahora sentían que les faltaba todo lo que les habíamos mostrado que existían en nuestros viajes (no hablo de un celular, sino de comer galletitas todo el día). Me pregunté si me había llevado todos los elementos por los que los idolatraba y les había dejado escuchar música en el celular todo el tiempo y comer galletitas a cada rato; o qué de ambición y envidia para querer cobrarte de ma´s. pero me angustiaba mucho más manera que yo había tenido de relacionarme con ellos, porque para mi había sido muy noble expresarles mi admiración y el honor de que me recibieran de esa manera. No pude encontrar el momento en que se hubieran cagado las cosas, o eso que no volvería a  hacer sabiendo las consecuencias. Lo único que se me ocurre es proponer una reflexión sobre nuestra responsabilidad con esas cosas, con no corromper gente o pueblos cuando viajamos, con no idealizar. Y me molesta mucho que no se me ocurra algo más. 

martes, 22 de mayo de 2012

Antofagasta: odisea de ida, estadía y vuelta: 3


Nos sentaron en los asientos de adelante mientras todos los niños cantaban canciones de verano del 98 y tocaban la guitarra. Nos reímos como quien se burla de lo insoportable que podía haber sido ese viaje si no nos hubiera pasado nada de lo que nos había pasado antes de lograr subir. Todo parecía ir bien hasta que el chofer de David Lynch paró y le entregó el mando al otro chofer, porque a él le correspondería hacer los caminos más arriesgados, y se sentó detrás nuestro con su mal aliento y ganas de charlar. Yo ni siquiera me dí vuelta a mirarlo, pero los morbosos de bil y bel sí, porque nunca escatiman esfuerzos si material para reírse después se trata. En una me tenté y miré a ver qué hacían y David aprovechó para disculparse por el maltrato infringido hacia mi persona con la excusa de que estaba nervioso. Lo disculpé por supuesto y decidí darle una segunda oportunidad.
A los veinte minutos paró el bondi y todos los nenes se bajaron en estampida. Vamos a buscar muestras de roca volcánica para hacer replicas de puntas de flecha. Me bajé detrás de ellos para chusmear y agarrar alguna piedrita para mi y de paso ver si me podía hacer amiga de algunao porque la arqueología fue de mis primeras vocaciones.  Ninguno me miró o habló, pero pude agarrar una piedrita y convencer a bily y bele de que bajaran a agarrarse una también.  A los segundos veinte minutos volvió a parar pero esta vez a que los antis con los que  viajábamos se sacaran fotos con una nube alucinante que había en el cielo. Ya nos empezaba a hartar esa historia de ahorrarnos plata a costa de que nuestra paciencia aguantara tantas estupideces, pero una nube de la ostia es una nube de la ostia, con o sin paciencia; asique bajé.  Después de sacar mis fotos, a bil se le ocurrió que saque con su cámara también; entonces me acerque a la ventanilla del chofer que David Lynch a quien bil se la había pasado para que me la alcance, y el muy descarado no solo me sacó una foto con su cámara si no que con voz macabra dijo: ahora voy a tener una foto tuya para siempre. Yo no pude reaccionar, a penas subí las cejas mientras él se reía. Subí al bus asustada y le hice prometerme a bel que me iba a ayudar a robarle la cámara y borrar la foto. La guardó en el bolsillo de su campera de jean y no se la sacó hasta que nos bajaron del bondi en Amaicha, asique el muy hijo de puta, se quedó con mi foto nomás.
A los quince minutos de la sesión de fotos a la nube todos los niños habían pasado al país de los sueños asique nosotros empezamos a pensar en descansar. En mitad de la noche se frenó el bus para el cambio de choferes y los tres sentimos algo raro sobre la futura gestión de David Lynch al volante, pero nadie lo dijo. El bus se movía bastante por lo malo de los caminos y era común despertarse sobresaltados por golpes o dobladas rápidas. Pero el chofer de David Lynch incorporó la novedad de bajarse de un salto con piernas muy flexionadas cada vez que tenía dudas sobre el camino (cada vez que un río cruzaba la carretera esta interrumpía su pavimento por lo menos cuatro metros que en la oscuridad de la noche  eran suficientes como para no saber para que lado seguía, y estaba muy bien no buscarla desde el bondi porque podíamos quedar encayados). Yo empecé a creer que habíamos tenido que hacerle caso a bel y no viajar con semejante loco por semejante camino y me resigné a no dormir y agarrarme fuerte por lo menos hasta el cruce, pero la verdad es que me acuerdo de haber tenido esa reflexión y despertarme en la estación de servicio de amaicha del valle al siguiente momento. Llegar, llegamos bien. Nos bajamos y el chofer de David Lynch nos acompañó hasta adentro de la gasolinería y saludo contento, yo le sonreí con toda mi cara, aliviada y feliz de no volver a verlo.
Nos compramos unos chocolates cada uno para que esa gente no creyera que íbamos a usurparle así la estación sin consumir nada, y nos acomodamos en los maravillosos asientos y mesas que había, listos para amanecer al día siguiente.
Nos despertaron a las ocho porque tenían que limpiar, el bus a cafayate salía a las diez asique hicimos dedo una vez más mientras tomábamos mate y esperábamos el bondi. Nadie que fuera en esa dirección nos frenó y con el tiempo necesario suficiente para caminar desde la rotonda hasta la terminal de amaicha empezamos a acercarnos. A los veinte minutos me pareció que tan lejos no quedaba y al preguntar nos enteramos no solo de que íbamos en otra dirección, sino de que ya no llegaríamos a tomarlo y debíamos esperar el de las tres de la tarde que era el próximo. Perdón! Si hay algo que se puede decir de la gente que viaja conmigo es que son muy buenos y tolerantes, y por algún motivo que desconozco se imaginan que puedo llegar a bardearla así, entonces, llegados estos momentos que suceden mucho mas a menudo de lo que yo esperaría que sucedan, no se enojan tanto conmigo como sería de prever.
Compramos los boletos y cerveza y acampamos en plaza listos para jugar un buen rato con el efecto ojo de pez de mi cámara.  Nos reímos bastante consientes de que ahí estarían esas fotos para cada vez que nos quisiéramos volver a reír. Se hizo la hora y tomamos el bondi  a cafayate. A los cinco minutos de subir a bel se le ocurrió ir al baño y quedó encerrada, asique tuve oportunidad de devolver al universo el favor que me habían hecho al liberarme, pero bel quedó en deuda. Después fue bil y cubrió su deuda cuando pasó el chico que iba detrás nuestro leyendo la autobiografía de Nietzsche. Yo le quise charlar como quiero charlar con toda la gente que lee Nietzsche, pero me parece que a él le gustaba el lado más depresivo y serión que la risa que yo representaba en ese momento porque la charla no prosperó. Y cada vez que alguien iba al baño le contábamos de la gente de Antofagasta y el chofer de David Lynch y la informábamos de su deber de rescatar al próximo en entrar al baño. Algunos se prendían y otros no, como siempre, pero nos reímos mucho y las tres horas se hicieron cinco minutos.
Bajamos en cafayate y me despedí del chico eche homo y su melena. Paseamos durante veinte minutos mientras discutíamos que hacer y decidimos ir en taxi hasta salta la linda. De las cosas maravillosas del noa es que muchas veces un taxi entre tres es más barato (uno o dos pesos) que los tres pasajes de un bondi de larga distancia.  Tomamos el taxi con un lugareño que habló con el chofer todo el camino y entre los dos nos ignoraron abiertamente, yo recordé al chofer de la primera vez que había hecho ese camino y comencé a sospechar que algo había cambiado. Disfruté y fotografié la quebrada del rio las conchas hasta que el sueño pudo conmigo.  Llegamos a salta capital en medio de un diluvio, averiguamos que el bondi a Tilcara salía a las siete de la matina, dejamos las mochilas en la guardería de la terminal y salimos a buscar la cena.
Comimos sandwich de mussarela completo y con fritas en un chiringo que a penas nos defendía de la lluvia y cuando hubimos terminado el vino salimos en busca de un bar. Llegamos empapados al único lugar hasta el momento abierto un lunes y tomamos algunas cervezas rodeados de gente más joven y más metalera que nosotros. En mis salidas a la puerta a fumar me hice amiga de un saltañero feo pero interesado que me contó de un boliche a unas pocas cuadras. Los chicos se empecinaron en ir y no me quedó otra alternativa. El lugar era antiguo, con pisos de madera y poca trayectoria como antro; tenía dos barras para cambiar la consumición y la gente estaba agrupada en círculos según el género. Pasaban punchi y bailaban cumbia. Todos y todas estaban vestidos más o menos igual por lo que se notaba mucho que éramos turistas. Bil actuó de garantía anti levante, asique bailamos entre los tres sin hacerle caso al genero musical para estar a tono aunque sea en algo.
Cuando terminé de fumar el pucho que había salido a degustar a la vereda, ya con sueño y cansancio, me fueron a buscar para irnos, que conexión! Tuvimos que caminar de una los tres tramos de diez cuadras que habíamos hecho con pausas a la ida y se sintió mucho e frío, el sueño y el cansancio. Llegamos a la terminal, calentita y seca y me desmayé sobre tres asientos sin ver a los chicos hasta que el policía me informó violentamente que me podía acostar en los asientos. Ahí los vi a bil y a bel detrás mio, sentaditos con el mismo problema, y me desmayé sentada, sin ningún tipo de ganas de enojarme con el rati. Cuando abrió la guardería fuimos a buscar las mochilas y la chica me quiso cobrar dos turnos en vez de uno, volví a sospechar que algo había cambiado en la gente de mi amado noa, pero estaba demasiado dormida para hacerle preguntas o establecer hipótesis. Tomamos el micro, previa advertencia del chofer de  un imprevisto transbordo en Jujuy capital.
Dormí maravillosamente feliz en el mullido y mas horizontal asiento del colectivo hasta que me tuve que cambiar de bus y me volví a dormir. Cuando llegamos a Tilcara estaba todo gris y hacia frio. Bajé del bus y fui a ver que hacían los chicos que me llevaban ventaja. Los vi en la fila de  esperar el equipaje y me formé para esperar el mio también. Vos que haces aca? Me dijo bil, vos no despachaste, la tuya es chiquitita, no te habrás dejado la mochila en el transbordo?. La puta madre.
Hable con el chofer que muy amablemente hizo una llamada y me aseguró que mi mochilita estaba sana y salva en el taller. Me informó además que de la terminal todos esos micros van al taller asique no era posible que yo no la recuperase. Me acompañó a hablar con la sra. de las encomiendas para que ella actúe de contacto entre la gente que manipulaba mi mochila y yo. A la sra. no le gustó ni medio ese rol y en vez de llamar se dedicó a hacerlo por chat, con una mala voluntad y lentitud intolerante, previo querer convencerme ni bien el chofer se fue, de que no la iba a recuperar. Los chicos me dejaron el mate y se fueron a buscar hospedaje. Yo aproveche para desayunar en silencio como a mi me gusta y escuchar música cuando hube superado el momento de meditación. No me moví de la terminal hasta que por fin llegó la mochila, sana y salva en la cabina de los choferes y le prometí que nunca mas la iba a olvidar debajo de asiento.