De Villazón tomamos el legendario tren a Uyuni corriendo en medio de una
lluvia torrencial que duró más de tres horas, porque no sabíamos la diferencia
horaria y creíamos perderlo. En la hora (de diferencia horaria que hay entre
Argentina y Bolivia) que tuvimos de espera, totalmente aburridos y mojados en
la terminal de trenes, todos juramos y perjuramos haber aprendido la lección y
nunca más entrar a un país sin averiguarlo. En mi caso debo reconocer que no aprendí nada y que pasé varias veces
por el mismo problema.
El tren económico que nos tomamos fue mucho más incómodo de lo que esperábamos
y hasta a mi, que siempre duermo de terminal a terminal me fue imposible. En las 14 hs que pasamos en esos asientos
rectos, duros e imposibles de reclinar, con poquitísimo espacio para los pies,
además de cuidar nuestras pertenencias nos dedicamos a jugar con los gorros que
nos habíamos comprado y a comer la interminable ensalada con la verdura que
monk había comprado y que yo había creído que no alcanzaría ni para una sola
comida, pero duró como seis. Cada vez que entró a un país me maravillo por su
cultura, todo me parece lo más curioso y me dedico a investigar y a hacer mil
preguntas sobre todo lo que se ocurre como si estuviera en trance de satisfacción,
pero ninguna comida me llena. Es un problema de ansiedad y supongo que entre
otras cosas expresa la inseguridad de estar en OTRO lado y todas las
incertidumbres, que por más que nos encanten y las elijamos, para el psiquismo
no son gratis. Cuestión que viajaba con tres hombres y yo comía los dos platos
de comida que me correspondían de lo que cocinábamos más las sobras de los tres
y no lograba llenarme. Y eso que todavía había mate y yo todavía tenía mi
tabaco argentino para armar. Me moría de
hambre todo el tiempo y comía hasta que se me terminaba la comida, pero sin
quedarme tranquila. Y no engorda, decía mon. No, la ansiedad se consume todo,
decía yo, me pasa siempre.
Uyuni como ciudad fue una mierda. Me hacía acordar a Tilcara. Había gente
muy humilde, muy buena, que nos ayudó y nos asesoró en lo que necesitamos. En los
mercados nos trataron espectacular y en las agencias de buses también y hasta
empezaron a aparecer aymaras; pero había muchos extranjeros que habían puesto
hostels y hablaban otros idiomas (todos gringos) y nos maltrataron. Muy mal
educados e irrespetuosos y con precios desorbitantes, todo para gringos
(nosotros dormimos en la terminal). Una mierda. Cerca de la plaza había un
mural con una chola llevando en su guajo a un gringo con cara de boludo
insolado y abajo decía: no olvides que la fuerza de Bolivia son sus mujeres. Fue
raro, a mi al principio no me gustó, porque no quería que la chola cargara al
gringo de mierda y sentía que se legitimaba la diversión del gringo sobre sus
espaldas. Pero también significaba su pedido de respeto y eso de su cultura era
lo tan distinto a mi que yo quería entender. Y me gustó porque también podía
significar que el gringo boludo no podía caminar solo y necesitaba que la chola
lo lleve.
Hasta Uyuni yo nunca había odiado tanto a los gringos; pero me horroricé. Despreciaban
todo, se quejaban y burlaban a los gritos. Para qué van y por qué no se vuelven
si no les gusta? Me hizo sentir muy mal como ser humano que hubiera (tanta)
gente que va un lugar porque es barato y se queda para poder hacerse el señor y
despreciar y humillar, esa es para mi la miseria humana. Ojalá se mueran todos
en diciembre de 2012. En menos de cinco minutos se me terminaron la tolerancia
y las ganas de pensar que no todos son así y con el chaman (el señor pum a
veces oficiaba de chaman) les empezamos a gritar “petelikers gou joum”. La verdad
no me hizo sentir mejor y quedé bastante manija de sacarme toda la bronca.
La mayoría de los bolivianos con los que hablábamos acababan de ser
maltratados por un gringo de mierda (repito universo, deseo que se mueran todos
los que se creen que pueden maltratar a alguien o creen que son mejor que
cualquiera otra persona en el 2012). En la primera frase eran cortantes, pero
al ver que los tratábamos con amabilidad, respeto y sobre todo interés por su
cultura nos respondían de la misma manera. Esta actitud también entra en lo que
yo llamo la Resistencia Boliviana, porque éran capaces de resistir la
marginación que les imponían los greengos de mierda en su propio territorio,
darse cuenta de que nosotros éramos diferentes y hacer la diferencia. Yo los
amaba, a todos, en todo instante. Cada tanto aparecía algunito que nos hablaba
o miraba feo, pero ante semejante despliegue de poder, dinero y humillación, yo
no pude enojarme (hasta hablaban a los gritos en inglés o hebreo para burlarse
los hijos de puta).
No fuimos al salar de Uyuni porque estaba inundado (y porque la mala vibra
ganó las discusiones) y fue lo más gracioso de todo el asunto. Lo que sí
hicimos fue conseguir un mapa, que ortivamente como no puede ser de otra manera
para uno de los íconos de la división de
la tierra, nos auguró separación. Los pos se íban a la Paz y oki a potosí.
Potosí era lo que yo más quería conocer de Bolivia, pero ya sabía lo que iba a
pasar si empezaba por ahí, iba a querer seguir haciendo sólo lo que quería y me
iba a perder las ciudades. Me acordé de bsas, de lima, de Bogotá, y me pareció
que lo mejor para mí sería conocer la capital con los capitalinos, acostumbrados
a moverse en la vorágine.
Nos despedimos de oki con mucha emoción y la promesa de encontrarnos en 15
días en santa cruz para un supuesto festival de música barroca que me había
dicho un imbécil que había. Yo había visto fotos de gente disfrazada y nos
habíamos imaginado a todos desfilando disfrazados de barrocos por la calle y
oki el trip de su vida. La desilusionante verdad de lo que pasó fue que se
trataba de un evento religioso, puertas de la iglesia para adentro, con
entradas carísimas y oki ni siquiera fue. Asique esa fue la ultima vez que lo
vi al Cordobazo culeao, saludando desde arriba del bondi (lapsus marplatense). Como
si no hubiéramos estado lo suficiente maravillados con los locales de Uyuni, la
gente del bus le preguntó a oki si viajaba solo y le dijo que llegaba a las 6
am, que como era peligroso podía quedarse y dormir en el bus. Monk, pum y yo sonreímos
embelesados y supongo que con la boca abierta y bastante cara de pelotudos.
Nosotros no tuvimos tanta suerte, nada de suerte- nuestro bus estaba lleno
de gringos, yunkies, israelís, italianos e ingleses; uno más facho e
irrespetuoso que el otro. Los pos como todos los novios del mundo se sentaron
juntos para no separarse nunca de los jamases y a mi me tocó como siempre con
alguien más ancho que yo (es una especie de karma que he descubierto que
tengo). Mi compañera “judía, la oveja obesa” así la bauticé, porque era gorda y
tenía rulitos chiquititos en el pelo y por lo que me dijo. Me pidió disculpas y
me confesó que como judía e israelí se sentía avergonzada por sus compatriotas.
Yo le dije que no se preocupara, que ya sabemos que no hay que generalizar y
que el que lo hace no vale la pena. Ella viajaba con su novia que iba en el
asiento de atrás y se hacían caricias. Yo quise cambiarle hasta que ví al cholo
gigantísimo que le tocó a la novia de judía la oveja obesa y desistí.
Ese también fue el peor viaje de mi vida. Me bajaba la presión a cada rato,
tenía el estómago revuelto y entraba polvo sin cesar por los miles de agujeros
que tenían las paredes. De las 19 hs que hay entre Uyuni y La Paz, las 6
primeras son sobre camino de ripio y todo el tiempo en subida, bajada, curva y
re curva entre las montañas; una belleza insufrible. Aunque el bus sea de
primer nivel, que no era el caso, uno se va cayendo del asiento con tanto
ajetreo. Es horrible. Pararon el bus
para que pudiéramos hacer pis en un comedor y me bajó la presión 4 o 5 veces;
fuerte, la última mientras hacía pis a oscuras sola. Fue espantoso, pero por
suerte apareció mi chamán salvador a buscarme porque el bus arrancaba, me
compró un dulce y pagó el baño que no sabía que había que pagar.
Si algo amo de cuando me baja la presión o vomito es que cuando se me pasa,
se me pasa del todo, y después de eso dormí de un tirón hasta la terminal. Escuchando
música hasta que le duró al batería al mp3, profundo, pesado, con mis sueños
placenteros de siempre y con una sonrisa de mueca dijeron los chicos, camino a
la paz.
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