martes, 17 de julio de 2012

HACIENDO LA PAZ


HACIENDO LA PAZ
Llegamos a la Paz muy temprano por la mañana, pero aún dormidos, flojitos y cargados con las mochilas como estábamos, pudimos enamorarnos de ella. Algunos dicen que está a 4700 y otros a 4200 msnm, en cualquier caso los 4000 son ciertos. Está rodeada de montañas, áridas, altiplanenses y hay barrios sobre los cerros que la cercan. En el medio abajo está la plaza de armas, museos y centro histórico, reina la colorinche arquitectura colonial; hacia arriba las casitas se van tornando color ladrillo o barro, del mismo que las montañas, es bellísima por donde se la mire. A esa hora las nubes estaban bajas todavía y uno ve la parte céntrica baja, las nubes en el medio y la periferia hacia arriba sin nubes. Única, maravillosa. Se suman las miles de banderas huipalas con el hermoso significado de sus colores que surgen del rayo solar al descomponerse (rojo por el planeta y expresión del hombre andino y su desarrollo intelectual, su filosofía cósmica; naranja por  la sociedad y la cultura y procreación de la especie humana; amarillo por  la energía y fuerza; blanco es del tiempo y a la dialéctica, el desarrollo y la transformación permanente  de la ciencia y la tecnología, el arte; verde dela economía y la producción símbolo de las riquezas naturales; azul por lo cósmico al infinito; y violeta es la expresión del poder comunitario y armónico de los andes).
Hay cholas con sus ropas y costumbres tradicionales, los cholos y los niños de los mismos por todos lados. El resto de las personas aportan una estética entre chola y vestimenta no occidental muy rara y única a la vista. Hay también miles de mochileros, que llamamos la atención por la altura, la ropa y los colores de pelo y piel. En todo momento es obvio que uno no está en su lugar. En todos lados se consigue yerba y a mejor precio que en argentina. Hay muy pocos coelctivos urbanos grandes, los más son busetitas o utilitarios tipo partner que el dueño decide explotar. Los taxis son chiquitos, viejos y automáticos. Sí, en Bolivia la mayoría de los carros son automáticos, baratísimo y super destartalados por la geografía en la que los usan y su austeridad extrema que los lleva a cargarlos a tope para aprovechar todo el espacio.
No es solo que la ciudad sea preciosa, si no el impacto cultural; de todos los lugares a los que yo he viajado Bolivia fue el único verdaderamente diferente.  Todo el tiempo es todo diferente a la vista y es duro aprender a hablarles y manejarse con ellos.  Son muy testarudos y de pocas palabras, te quieren o no y que les caigas bien no significa que quieran hablarte o sonreírte. Hay como cuatro mercados y el principal está sobre la plaza de armas, casi sobre la catedral, elevado por puentes. Tiene como cuatro niveles. Glorioso y triunfal sobre toda la arquitectura colonial que pretendió occidentalizar Bolivia. Los bolivianos casi no fuman y se sospecha que tampoco creen mucho en dios cristiano. Sí los vimos en iglesias por supuesto, pero como haciendo una obligación, con la boca torcida o como si nadie tuviese que darse cuenta. También les preguntamos, claro, pero nos dijeron que si y nos empezaron a estudiar con la mirada desconfiada.
A la comida salada le falta sal y a los postres azúcar (supongo que eso contribuía a que no pudiera llenarme), en todos lados hay jugos naturales riquísimos, sanísimos y baratísimos. A mi se me ocurrió probar uno tradicional de cerveza a temperatura ambiente, cereales, huevo y todas cosas nutritivas y fue la peor elección que pude hacer. En todos los mercados se puede comer menus (sopa, carne/pollo con fideos/arroz y ensalada y algún juguito o té) baratísimos también. Caminando por la calle se escuchan quechuas, aimaras y miles de otros idiomas, aunque en la paz hay mayoría aymara. No faltan las cholas que te hablan en su idioma con sonrisa irónica, felices de ejercer su poder matriarcal sobre nosotros los invasores.
Toda la ciudad está llena de murales bellísimos sobre emancipación, integración y libertad. Todos salvo la gente que atiende los hostels nos trataron de maravilla, a su manera, claro, con sacabocados cada palabra. El primer problema que tuvimos en la Pax fue en el hostel en el que nos hospedamos en una habitación para los tres a un precio especial para nosotros y con la promesa de que si surgía algo más económico nos cambiaban igual que si aparecía alguien que pudiera pagar más. La idiota que resultó ser la dueña, Pancracia, no cumplió su palabra y nos cambió a una peor manteniendo el precio. Yo me enojé, Monk también, reclamamos al estilo argentino y Pancracia, calladita y cabizbaja al estilo boliviano, nos echó. Más la puteamos para espectáculo de unos gallegos que miraban divertidísimos y un irlandés super sensible y tierno que nos quería convencer con la mirada de que no nos enojáramos más.
Al día siguiente volvimos a recorrer todos los hostels buscando alguno económico con cocina y nos divertimos muchísimo cada vez que me preguntaban de cuál de los dos era pareja, por si quería compartir cama para abaratar. Mon siempre quería decir que los tres, yo que adivinaran y Pum nunca supimos donde tenía la cabeza cuando pasaban esas cosas. Lo único cierto es que andábamos para todos lados los tres y decíamos con orgullo y para molestar (aunque nadie se horrorizaba demasiado) tenemos una reputación que mantener. 

Uyunis hermosos, petelikers gou joum



De Villazón tomamos el legendario tren a Uyuni corriendo en medio de una lluvia torrencial que duró más de tres horas, porque no sabíamos la diferencia horaria y creíamos perderlo. En la hora (de diferencia horaria que hay entre Argentina y Bolivia) que tuvimos de espera, totalmente aburridos y mojados en la terminal de trenes, todos juramos y perjuramos haber aprendido la lección y nunca más entrar a un país sin averiguarlo. En mi caso debo reconocer  que no aprendí nada y que pasé varias veces por el mismo problema.
El tren económico que nos tomamos fue mucho más incómodo de lo que esperábamos y hasta a mi, que siempre duermo de terminal a terminal me fue imposible.  En las 14 hs que pasamos en esos asientos rectos, duros e imposibles de reclinar, con poquitísimo espacio para los pies, además de cuidar nuestras pertenencias nos dedicamos a jugar con los gorros que nos habíamos comprado y a comer la interminable ensalada con la verdura que monk había comprado y que yo había creído que no alcanzaría ni para una sola comida, pero duró como seis. Cada vez que entró a un país me maravillo por su cultura, todo me parece lo más curioso y me dedico a investigar y a hacer mil preguntas sobre todo lo que se ocurre como si estuviera en trance de satisfacción, pero ninguna comida me llena. Es un problema de ansiedad y supongo que entre otras cosas expresa la inseguridad de estar en OTRO lado y todas las incertidumbres, que por más que nos encanten y las elijamos, para el psiquismo no son gratis. Cuestión que viajaba con tres hombres y yo comía los dos platos de comida que me correspondían de lo que cocinábamos más las sobras de los tres y no lograba llenarme. Y eso que todavía había mate y yo todavía tenía mi tabaco argentino para armar.  Me moría de hambre todo el tiempo y comía hasta que se me terminaba la comida, pero sin quedarme tranquila. Y no engorda, decía mon. No, la ansiedad se consume todo, decía yo, me pasa siempre.
Uyuni como ciudad fue una mierda. Me hacía acordar a Tilcara. Había gente muy humilde, muy buena, que nos ayudó y nos asesoró en lo que necesitamos. En los mercados nos trataron espectacular y en las agencias de buses también y hasta empezaron a aparecer aymaras; pero había muchos extranjeros que habían puesto hostels y hablaban otros idiomas (todos gringos) y nos maltrataron. Muy mal educados e irrespetuosos y con precios desorbitantes, todo para gringos (nosotros dormimos en la terminal). Una mierda. Cerca de la plaza había un mural con una chola llevando en su guajo a un gringo con cara de boludo insolado y abajo decía: no olvides que la fuerza de Bolivia son sus mujeres. Fue raro, a mi al principio no me gustó, porque no quería que la chola cargara al gringo de mierda y sentía que se legitimaba la diversión del gringo sobre sus espaldas. Pero también significaba su pedido de respeto y eso de su cultura era lo tan distinto a mi que yo quería entender. Y me gustó porque también podía significar que el gringo boludo no podía caminar solo y necesitaba que la chola lo lleve.
Hasta Uyuni yo nunca había odiado tanto a los gringos; pero me horroricé. Despreciaban todo, se quejaban y burlaban a los gritos. Para qué van y por qué no se vuelven si no les gusta? Me hizo sentir muy mal como ser humano que hubiera (tanta) gente que va un lugar porque es barato y se queda para poder hacerse el señor y despreciar y humillar, esa es para mi la miseria humana. Ojalá se mueran todos en diciembre de 2012. En menos de cinco minutos se me terminaron la tolerancia y las ganas de pensar que no todos son así y con el chaman (el señor pum a veces oficiaba de chaman) les empezamos a gritar “petelikers gou joum”. La verdad no me hizo sentir mejor y quedé bastante manija de sacarme toda la bronca.
La mayoría de los bolivianos con los que hablábamos acababan de ser maltratados por un gringo de mierda (repito universo, deseo que se mueran todos los que se creen que pueden maltratar a alguien o creen que son mejor que cualquiera otra persona en el 2012). En la primera frase eran cortantes, pero al ver que los tratábamos con amabilidad, respeto y sobre todo interés por su cultura nos respondían de la misma manera. Esta actitud también entra en lo que yo llamo la Resistencia Boliviana, porque éran capaces de resistir la marginación que les imponían los greengos de mierda en su propio territorio, darse cuenta de que nosotros éramos diferentes y hacer la diferencia. Yo los amaba, a todos, en todo instante. Cada tanto aparecía algunito que nos hablaba o miraba feo, pero ante semejante despliegue de poder, dinero y humillación, yo no pude enojarme (hasta hablaban a los gritos en inglés o hebreo para burlarse los hijos de puta).
No fuimos al salar de Uyuni porque estaba inundado (y porque la mala vibra ganó las discusiones) y fue lo más gracioso de todo el asunto. Lo que sí hicimos fue conseguir un mapa, que ortivamente como no puede ser de otra manera para  uno de los íconos de la división de la tierra, nos auguró separación. Los pos se íban a la Paz y oki a potosí. Potosí era lo que yo más quería conocer de Bolivia, pero ya sabía lo que iba a pasar si empezaba por ahí, iba a querer seguir haciendo sólo lo que quería y me iba a perder las ciudades. Me acordé de bsas, de lima, de Bogotá, y me pareció que lo mejor para mí sería conocer la capital con los capitalinos, acostumbrados a moverse en la vorágine.
Nos despedimos de oki con mucha emoción y la promesa de encontrarnos en 15 días en santa cruz para un supuesto festival de música barroca que me había dicho un imbécil que había. Yo había visto fotos de gente disfrazada y nos habíamos imaginado a todos desfilando disfrazados de barrocos por la calle y oki el trip de su vida. La desilusionante verdad de lo que pasó fue que se trataba de un evento religioso, puertas de la iglesia para adentro, con entradas carísimas y oki ni siquiera fue. Asique esa fue la ultima vez que lo vi al Cordobazo culeao, saludando desde arriba del bondi (lapsus marplatense). Como si no hubiéramos estado lo suficiente maravillados con los locales de Uyuni, la gente del bus le preguntó a oki si viajaba solo y le dijo que llegaba a las 6 am, que como era peligroso podía quedarse y dormir en el bus. Monk, pum y yo sonreímos embelesados y supongo que con la boca abierta y bastante cara de pelotudos.
Nosotros no tuvimos tanta suerte, nada de suerte- nuestro bus estaba lleno de gringos, yunkies, israelís, italianos e ingleses; uno más facho e irrespetuoso que el otro. Los pos como todos los novios del mundo se sentaron juntos para no separarse nunca de los jamases y a mi me tocó como siempre con alguien más ancho que yo (es una especie de karma que he descubierto que tengo). Mi compañera “judía, la oveja obesa” así la bauticé, porque era gorda y tenía rulitos chiquititos en el pelo y por lo que me dijo. Me pidió disculpas y me confesó que como judía e israelí se sentía avergonzada por sus compatriotas. Yo le dije que no se preocupara, que ya sabemos que no hay que generalizar y que el que lo hace no vale la pena. Ella viajaba con su novia que iba en el asiento de atrás y se hacían caricias. Yo quise cambiarle hasta que ví al cholo gigantísimo que le tocó a la novia de judía la oveja obesa y desistí.
Ese también fue el peor viaje de mi vida. Me bajaba la presión a cada rato, tenía el estómago revuelto y entraba polvo sin cesar por los miles de agujeros que tenían las paredes. De las 19 hs que hay entre Uyuni y La Paz, las 6 primeras son sobre camino de ripio y todo el tiempo en subida, bajada, curva y re curva entre las montañas; una belleza insufrible. Aunque el bus sea de primer nivel, que no era el caso, uno se va cayendo del asiento con tanto ajetreo. Es horrible.  Pararon el bus para que pudiéramos hacer pis en un comedor y me bajó la presión 4 o 5 veces; fuerte, la última mientras hacía pis a oscuras sola. Fue espantoso, pero por suerte apareció mi chamán salvador a buscarme porque el bus arrancaba, me compró un dulce y pagó el baño que no sabía que había que pagar.
Si algo amo de cuando me baja la presión o vomito es que cuando se me pasa, se me pasa del todo, y después de eso dormí de un tirón hasta la terminal. Escuchando música hasta que le duró al batería al mp3, profundo, pesado, con mis sueños placenteros de siempre y con una sonrisa de mueca dijeron los chicos, camino a la paz. 

Entrar a Bolivia, entre prejuicios, vergüenza y restricciones económicas, pero con total admiración.



Cansados como estábamos, después de evaluar opciones, lo mejor fue cruzar a Bolivia esa misma noche.  Yo ya conocía Villazón y en el marco del viaje en el que fui, no la había apreciado. Todos los que hacemos el tan de moda viaje al NOA pasamos la frontera para comprar los regalos en Bolivia, porque es más barato, ni tanto, pero para los que la ratoneamos todo suma. Además Villazón es una ciudad de contrabando con aduana y migración irrisoria para una frontera internacional. Obviamente, a su gente no le gusta que vallamos todos los mochileros de verano a comprar artesanías industriales porque favorece el cambio y su economía es más débil.
Oki era cordobés, blanco pero con acento no porteño; el señor Pum era morocho de pelo lacio largo, por lo que no iba a tener tantos problemas y Monk y yo blanquísimos, de pelo castaño y look gringo. Todos ya sabíamos que en Bolivia no quieren a los extranjeros (para ellos son todos gringos, yunkies, europeos, argentinos, brasileros, etc), que ante el menor problema si la despótica policía interviene le da la razón al boliviano y que su trato es cortante mucho antes que cordial, que no se negocia ningún precio y que los camioneros te cobran por los dedos. La verdad es que antes de entrar temíamos un poco la magnitud de la discriminación anunciada, no porque nos pareciera mal que se tomen al extranjero como un potencial despreciador de sus costumbres, sabiduría y color de piel, recordando sus antecesores saqueadores, torturadores y asesinos; si no por el factor humano que no lograríamos conocer. Además a mi me daba vergüenza entrar como argentina con acento porteño y blanca, a Bolivia tan discriminada, despreciada, explotada y humillada por otros argentinos. Y cabe decir que muchos de esos argentinos de mierda no se contentan con discriminarlos, humillarlos, explotarlos y ningunearlos en argentina, si no que muchas veces como el cambio nos favorece y además es barato, se van de vacaciones a Bolivia a completar la misión y acumular argumentos a favor de los abusos tales como la falta de higiene, la precariedad del transporte, la pobreza y marginalidad, y la falta de cultura occidental. Hijos de puta. Con humildad y la tarea de encontrar bolivianos dispuestos a escuchar que no todos los argentinos somos racistas y explotadores y compartirles nuestra admiración por su cultura, entramos a Bolivia esa misma noche. Emocionados y apasionados por su mundo, por conocer las treinta y pico de etnias que constituyen el Estados Plurinacional de Bolivia, las reivindicaciones de Evo y sus críticas.  El mímino detalle de que en todo el país no haya ni un macdonals creo que ya hace de Bolivia un lugar al que es un honor poder conocer; aún cometiendo la burrada de pensar este hecho por sí mismo y no como expresión de las fuerzas de sus culturas que resisten la invasión.

Todas las fronteras tienen estas instancias: migraciones (una del país del que se sale y otra del que se entra) y aduana (en la primera se declara los bienes con los que se sale y en la segunda se detallan las características de los que se entran así como su valor). La mayoría de las veces están mezcladas o unificadas y en el caso de La Quiaca – Villazón la primera no tiene aduana y en la segunda es un formulario que se completa sin el menor control material sobre el equipaje. Pero es imprescindible cuando uno cambia de país salir legalmente y entrar legalmente, o sea, sello de salida y sello de entrada con la correspondiente visa. La visa es el permiso que el país al que se ingresa otorga para poder quedarse, 30, 60, 90 días y las hay de turismo, de trabajo, de residencia, etc, y otras son pagas (por ejemplo en Venezuela les cobran a los yunkies ese permiso de entrada y cuando quieren irse deben pagar el doble por la salida). Aprovecho el espacio para explicarlo, porque conozco muchísima gente que por no saberlo (y porque no conozco una sola frontera en la que expliquen bien los pasos a seguir y como manejarse) creyó que con la salida alcanzaba, entró ilegal al país sin saberlo y se enteró en un casual control policial cuando ya esto era un problema.
Los gendarmes argentinos fueron amabilísimos hasta con Monk que los maltrató bastante, cuando después de esperar 10 minutos en la ventanilla de los gendarmes bolivianos se fue a quejar con los gendarmes argentinos con un argumento parecido a este: estoy entendiendo bien? Te estoy diciendo que ya esperé 15 minutos y me estás contestando que no podés hacer nada, a pesar de que no hay nadie a quien tengas que atender, y que tengo que seguir ahí, esperando, hasta que a alguien se le ocurra aparecer? Porque me parece algo tan absurdo que quería dejar las cosas en claro. Se ve que ya estaban acostumbrados, porque se sonrieron y nos convidaron mate. Llegaron los otros gendarmes, llenamos los formularios y fuimos a enfrentar el horror de la ciudad comercial contrabando fronteriza, del trafico caótico boliviano, la mugre y la discriminación anunciada.
De todo lo que nos habían dicho no se cumplió nada. El tránsito no era ordenadísimo, pero nadie nos tiró el coche encima como en las ciudades argentinas (lo que sí me sorprendió fue ver autos carísimos, como un modelo de nissan que no había visto ni en bsas, en una ciudad tan pobre). Encontramos alojamiento barato, yo me tiré un lance y nos hicieron un descuento considerable; sonrisas cálidas de por medio. Fascinados como estábamos salimos a recorrer y nos encontramos con festejos por el aniversario de la ciudad, con desfiles, música en vivo y fuegos artificiales. Pensé que hay gente que se contenta con ser recibido o despedido de una ciudad por la lluvia como buen augurio. Así de hermoso es el universo conmigo, siempre me da más de lo que puede imaginar (gracias). No faltó cruzarnos con argentinos durante el paseo que se quejan de no ser Gardel con la plata como esperaban. Los retamos por esperar y pretender que Bolivia sea un prostíbulo freeshop, y les aconsejamos volverse si no iban a disfrutar de las diferencias.
Al día siguiente nos ocupamos de los aspectos organizacionales del viaje, como el cambio y el transporte (postergando una vez más el recorrido en común) y para nuestra desgracia al problema de no poder sacar plata del país, se le sumaron, la ausencia de bancos que nos cambien peso argentino por boliviano al cambio oficial y el aumento de la yerba mate. El tema económico se empezaba a vislumbrar para el orto, pero como viajera era algo que ya sabía que tarde o temprano iba a pasar. Entre la fascinación por la tan distinta, admirable e interesante cultura boliviana, los deseos de no consumir y todo lo que quería dejar atrás, el disponer de muchísima menos palta que la esperada pasó a segundo plano.  Lo único que necesita un viajero es lo mínimo indispensable para alojamiento, comida y transporte y a veces ni siquiera, porque la gente te invita o convida, se puede hacer dedo o pedir descuentos y existen muchísimas maneras más de las imaginables para dormir sin pagar. Con mucho menos dinero antes me iba a quedar sin plata obligándome la situación a generarla, y en el instante que uno descubre que puede vivir en cualquier lado de cualquier cosa, ya es libre para siempre; y a mi eso me había pasado en México, asique adelante!
Era tanta mi fascinación por el mundo boliviano, quechua al sur oeste, que cada vez que miraba a alguien a los ojos sentía que le expresaba mi admiración. Nunca podía dejar de sonreírles (ni siquiera a una chola que me maltrató bastante, porque le molestaron mis preguntas sobre la comida que vendía y sus ingredientes)y la mayoría devolvía la sonrisa con una simpatía que tiraba a la mierda todo lo que nos habían dicho; y yo más me emocionaba, porque sentía que les gustaba que estuviéramos ahí.