Cansados como estábamos, después
de evaluar opciones, lo mejor fue cruzar a Bolivia esa misma noche. Yo ya conocía Villazón y en el marco del
viaje en el que fui, no la había apreciado. Todos los que hacemos el tan de
moda viaje al NOA pasamos la frontera para comprar los regalos en Bolivia,
porque es más barato, ni tanto, pero para los que la ratoneamos todo suma.
Además Villazón es una ciudad de contrabando con aduana y migración irrisoria
para una frontera internacional. Obviamente, a su gente no le gusta que
vallamos todos los mochileros de verano a comprar artesanías industriales
porque favorece el cambio y su economía es más débil.
Oki era cordobés, blanco pero con
acento no porteño; el señor Pum era morocho de pelo lacio largo, por lo que no
iba a tener tantos problemas y Monk y yo blanquísimos, de pelo castaño y look
gringo. Todos ya sabíamos que en Bolivia no quieren a los extranjeros (para
ellos son todos gringos, yunkies, europeos, argentinos, brasileros, etc), que
ante el menor problema si la despótica policía interviene le da la razón al
boliviano y que su trato es cortante mucho antes que cordial, que no se negocia
ningún precio y que los camioneros te cobran por los dedos. La verdad es que
antes de entrar temíamos un poco la magnitud de la discriminación anunciada, no
porque nos pareciera mal que se tomen al extranjero como un potencial
despreciador de sus costumbres, sabiduría y color de piel, recordando sus
antecesores saqueadores, torturadores y asesinos; si no por el factor humano
que no lograríamos conocer. Además a mi me daba vergüenza entrar como argentina
con acento porteño y blanca, a Bolivia tan discriminada, despreciada, explotada
y humillada por otros argentinos. Y cabe decir que muchos de esos argentinos de
mierda no se contentan con discriminarlos, humillarlos, explotarlos y
ningunearlos en argentina, si no que muchas veces como el cambio nos favorece y
además es barato, se van de vacaciones a Bolivia a completar la misión y
acumular argumentos a favor de los abusos tales como la falta de higiene, la
precariedad del transporte, la pobreza y marginalidad, y la falta de cultura
occidental. Hijos de puta. Con humildad y la tarea de encontrar bolivianos
dispuestos a escuchar que no todos los argentinos somos racistas y explotadores
y compartirles nuestra admiración por su cultura, entramos a Bolivia esa misma
noche. Emocionados y apasionados por su mundo, por conocer las treinta y pico
de etnias que constituyen el Estados Plurinacional de Bolivia, las reivindicaciones
de Evo y sus críticas. El mímino detalle
de que en todo el país no haya ni un macdonals creo que ya hace de Bolivia un
lugar al que es un honor poder conocer; aún cometiendo la burrada de pensar
este hecho por sí mismo y no como expresión de las fuerzas de sus culturas que
resisten la invasión.
Todas las fronteras tienen estas
instancias: migraciones (una del país del que se sale y otra del que se entra)
y aduana (en la primera se declara los bienes con los que se sale y en la
segunda se detallan las características de los que se entran así como su
valor). La mayoría de las veces están mezcladas o unificadas y en el caso de La
Quiaca – Villazón la primera no tiene aduana y en la segunda es un formulario
que se completa sin el menor control material sobre el equipaje. Pero es
imprescindible cuando uno cambia de país salir legalmente y entrar legalmente,
o sea, sello de salida y sello de entrada con la correspondiente visa. La visa
es el permiso que el país al que se ingresa otorga para poder quedarse, 30, 60,
90 días y las hay de turismo, de trabajo, de residencia, etc, y otras son pagas
(por ejemplo en Venezuela les cobran a los yunkies ese permiso de entrada y
cuando quieren irse deben pagar el doble por la salida). Aprovecho el espacio
para explicarlo, porque conozco muchísima gente que por no saberlo (y porque no
conozco una sola frontera en la que expliquen bien los pasos a seguir y como
manejarse) creyó que con la salida alcanzaba, entró ilegal al país sin saberlo
y se enteró en un casual control policial cuando ya esto era un problema.
Los gendarmes argentinos fueron
amabilísimos hasta con Monk que los maltrató bastante, cuando después de
esperar 10 minutos en la ventanilla de los gendarmes bolivianos se fue a quejar
con los gendarmes argentinos con un argumento parecido a este: estoy
entendiendo bien? Te estoy diciendo que ya esperé 15 minutos y me estás
contestando que no podés hacer nada, a pesar de que no hay nadie a quien tengas
que atender, y que tengo que seguir ahí, esperando, hasta que a alguien se le
ocurra aparecer? Porque me parece algo tan absurdo que quería dejar las cosas
en claro. Se ve que ya estaban acostumbrados, porque se sonrieron y nos
convidaron mate. Llegaron los otros gendarmes, llenamos los formularios y
fuimos a enfrentar el horror de la ciudad comercial contrabando fronteriza, del
trafico caótico boliviano, la mugre y la discriminación anunciada.
De todo lo que nos habían dicho
no se cumplió nada. El tránsito no era ordenadísimo, pero nadie nos tiró el
coche encima como en las ciudades argentinas (lo que sí me sorprendió fue ver
autos carísimos, como un modelo de nissan que no había visto ni en bsas, en una
ciudad tan pobre). Encontramos alojamiento barato, yo me tiré un lance y nos
hicieron un descuento considerable; sonrisas cálidas de por medio. Fascinados como
estábamos salimos a recorrer y nos encontramos con festejos por el aniversario
de la ciudad, con desfiles, música en vivo y fuegos artificiales. Pensé que hay
gente que se contenta con ser recibido o despedido de una ciudad por la lluvia
como buen augurio. Así de hermoso es el universo conmigo, siempre me da más de
lo que puede imaginar (gracias). No faltó cruzarnos con argentinos durante el
paseo que se quejan de no ser Gardel con la plata como esperaban. Los retamos
por esperar y pretender que Bolivia sea un prostíbulo freeshop, y les
aconsejamos volverse si no iban a disfrutar de las diferencias.
Al día siguiente nos ocupamos de
los aspectos organizacionales del viaje, como el cambio y el transporte
(postergando una vez más el recorrido en común) y para nuestra desgracia al
problema de no poder sacar plata del país, se le sumaron, la ausencia de bancos
que nos cambien peso argentino por boliviano al cambio oficial y el aumento de
la yerba mate. El tema económico se empezaba a vislumbrar para el orto, pero
como viajera era algo que ya sabía que tarde o temprano iba a pasar. Entre la
fascinación por la tan distinta, admirable e interesante cultura boliviana, los
deseos de no consumir y todo lo que quería dejar atrás, el disponer de
muchísima menos palta que la esperada pasó a segundo plano. Lo único que necesita un viajero es lo mínimo
indispensable para alojamiento, comida y transporte y a veces ni siquiera,
porque la gente te invita o convida, se puede hacer dedo o pedir descuentos y
existen muchísimas maneras más de las imaginables para dormir sin pagar. Con mucho
menos dinero antes me iba a quedar sin plata obligándome la situación a
generarla, y en el instante que uno descubre que puede vivir en cualquier lado
de cualquier cosa, ya es libre para siempre; y a mi eso me había pasado en México,
asique adelante!
Era tanta mi fascinación por el
mundo boliviano, quechua al sur oeste, que cada vez que miraba a alguien a los
ojos sentía que le expresaba mi admiración. Nunca podía dejar de sonreírles (ni
siquiera a una chola que me maltrató bastante, porque le molestaron mis
preguntas sobre la comida que vendía y sus ingredientes)y la mayoría devolvía
la sonrisa con una simpatía que tiraba a la mierda todo lo que nos habían
dicho; y yo más me emocionaba, porque sentía que les gustaba que estuviéramos ahí.
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