martes, 5 de junio de 2012

Tilcara, peregrinación de sikuris. Ábreme el pecho y respira.


No soy una persona religiosa, ni católica, ni creyente, en nada, ni siquiera en mí, ni en los ríos. Cuando hablo del dios de los bancos, de la diosa de la encontranza o del dios del chance (hacer dedo en colombiano), lo hago para burlarme de las instituciones y reírme antropológicamente. Cuando hablo del universo también es para reírme, pero la mayoría de las veces es también para expresar qué deseo que pase, porque sí me parece importante saber lo que quiero. Me parece que en la nada detrás del todo sí creo, pero ya me estoy yendo mucho de tema.
Supe de un evento multitudinario en Tilcara que consistía en gente creyente que subía una virgen al cerro y el miércoles de pascua la bajaba. Y después me enteré que era tradición también que miles (150) de bandas de sikuris también peregrinen, suben y bajen del cerro tocando.  Siempre había tenido ganas de ir a las caminatas hasta lujan, porque sí me gusta ver gente que se esfuerza para pedir cosas y conocer esas historias. Me gustaba la parte del físico y ver como interviene el cuerpo en la religiosidad de las personas, como van sintiéndolo y semantizándolo.
Esa era mi idea, y cuando supe de las bandas de sikuris y de uno de los paisajes más lindos de la argentina, no tuve nada que pensar. Me decían: son 6000 metros, 7 horas subiendo, noche a la deriva; yo pensaba: escalar, música, paisaje bello, charlas sobre historia de vida, buena onda. Me sirvió para darme cuenta que nunca escucho cuando me pongo ansiosa (eso ya lo sabía, pero después putié tanto que no creo que me lo vuelva a olvidar), y que pienso muy soberbiamente que si mucha gente hace algo para mi va a ser fácil.
Lo convencí a oki, mi amigo el cordobazo, video y charla con la banda de sikuris de talleres de perico de Jujuy de por medio, y al día siguiente a primera hora ya nos habíamos ido del camping a hacer las compras para pasar tres días arriba del cerro, escuchando música y fallándola. Contentísimos. Tardamos una hora y veinte en llegar al pie del cerro, con total agotamiento y la mitad del agua. Descansemos un toque oki, le dije. Al tercer paso de reanudada la marcha sentimos como si nunca nos hubiéramos detenido y volvimos a frenar, pero tratando aunque sea de no sentarnos. Era la subida más fuerte de mi vida y no podía creer tener que decirlo a los veinte minutos de haber empezado. Obviamente confiaba en cambiar el aire, asíque no me daba por vencida. A los cuarenta minutos oki se quiso volver y yo le pedí su agua. Desistió, porque él además era vertiginoso y debía pasar por precipicios heavys. Lo seguimos intentando. El aire nunca alcanzaba, pero nosotros nos frenábamos solo cuando el corazón estaba por salirse. Así pasaban las horas y nosotros ni avanzábamos ni cambiábamos el aire. Yo no podía creer que me siguiera costando tanto. Cuando parábamos porque el corazón se salía, teníamos que respirar por lo menos cuatro veces hasta sentir que cada parte del cuerpo tenía la cantidad de aire que necesitaba. Yo seguía sin contemplar ni en broma la posibilidad de no llegar, me parecía imposible desistir (pero realmente más imposible era avanzar). Nos pasaban familias, burros, burras, perros, nenes cargando bombos y nosotros fantaseábamos con una camioneta de la que colgarnos, ya en silencio, cada uno por su lado, obvio. Yo me acordaba de una canción que yo creía que se llamaba ábreme el pecho y respira, y me parecía lo más genial del mundo, pero cuando bajé y la quise escuchar, resultó que se llamaba ábreme el pecho y registra. Lo único que teníamos a favor con oki era que recién eran las diez de la mañana.
Como a las tres horas nos cruzamos a un tilcareño que resultó ser nuestro súper amigo, nos dio alcohol para envalentonarnos y apoyo psicológico. Yo ya estaba en la etapa que me llega poco aire al cerebro y cada tres pasos sentía el principio de cuando me estoy por desmayar (me baja la presión bastante seguido). Se quiso hacer el súper hombre y me dijo de llevarme mi mochila. Amo el machismo le conteste, oki se río, y él me reputió cuando la cargó, con el cuento de que pesaba como doce kilos y que a quien se le ocurre subir con semejante peso. Somos ratas y nos estamos llevando la verdura para cocinar arriba. Silencio que no se entendió si fue porque creyó que éramos vegetarianos y no quiso ser más nuestro amigo, por el peso, porque habría fantaseado con una papita a las brazas, o porque sabía que arriba no había ni leña ni reparo para hacer el fuego, pero no los quiso decir.
El súper tilcara 2012, como todos los lugareños subía desde siempre todos los años sin falta. Cada vez agradecían lo que les había cumplido la virgen y pedían un deseo nuevo. Él subía a agradecer que su hijo no había nacido con problemas como le habían dicho los médicos que pasaría, y a pedir juntar en un mes los 20.000 pesos que le faltaban para poder comprarse el vento cero km que su mujer tanto quería. ¿Qué? Yo tenía demasiado poco oxígeno en sangre como para poder articular algo que no fuera ese qué. Lo miré a oki, pero estábamos demasiado desinflados como para conectar en algo que no fuera “no puedo más boluda, yo tampoco boludo”.
Gracias a él pudimos llegar hasta la mitad del camino, después de nueve horas de subir sin aire. Llegamos, nos sentamos y nos dormimos. Tomamos unos mates cuando nos levantamos de las dos horas de siesta, justo antes de que empiece a anochecer. Nuestro amigo y salvador nos invitó a la tienda que era de su familia, donde se hicieron unos buenos pesos dando de comer al que pedía. A nosotros también, porque apenas podíamos respirar, mucho menos juntar leña.
Cuando nos cansamos salimos y miramos el cielo con sus magníficas estrellas. Se empezó a correr el rumor de que llegaba la primera banda y todos nos acercamos al principio del campamento para esperarla. Se escucharon dos bombas muy fuertes, y luego de a poco y muy lejana su música. Tambores, vientos y cada tanto una matraca. Fue emocionante sentir llegar a esos músicos que habían cargado sus instrumentos todo el camino. No sé cómo, pero se aparecieron tocando (el sikuri es un instrumento de viento y sigo sin entender de dónde sacaban el aire). Se sentía el conmoverse de todos los que habíamos subido con tanto esfuerzo a escucharlos y ellos que subían y tocaban con tanto esfuerzo para nosotros. Todo en absoluta oscuridad con las estrellas de fondo iluminando los cerros y las nubes que de a poco empezaban a bajar para esconderlos y enfriarnos.
Nos emocionamos, tuvimos una charla copada sobre la posibilidad de los orígenes no cristianos de la aparición y la cruel apropiación del culto por parte de la iglesia. Aun en ese momento, con toda nuestra ingenuidad, sentíamos algo raro y susurrábamos sobre el tema. Todos contaban la historia de que el equipo del 86 subió en el 85 a pedir el campeonato, pero nunca volvió a agradecer, y que por eso nunca más argentina ganó un mundial. A mi me pareció un disparate tremendo, hasta que me acordé de haber visto la replica de la copa en el museo de tilcara, junto con una nota de agradecimiento firmada por todos los jugares y demases, y de no haber entendido por qué. Historias. Decidimos que mejor dormíamos afuera que esperar a que se calme de demanda el negocio familiar para que concreten su promesa de invitarnos a dormir. Si en algo nos llevábamos bien con oki era en los niveles de ansiedad siempre altos, aun sin aire que los alimente.  Nos pusimos todo el abrigo, buscamos una linda piedra, porque blanda no íbamos a encontrar, y sin sacarnos ni las zapatillas nos metimos horizontales en la bolsa. Esa noche fue a la intemperie, a 1800 m, sin carpa y con todas las bandas que siguieron llegando durante la noche, pasándonos al ritmo de la música por al lado.
Al día siguiente me despertó oki aun de noche. Quedaba una sola banda sin irse y nos convenía ir con ellos para tratar de seguirles el ritmo. Mientras reaccionábamos se fueron, pero pudimos acomodarnos con tiempo. Yo me sentía tan mal que ni mate tomé, deseaba seguir durmiendo y despertar en un mundo cálido, al nivel del mar, con agua dulce tomable y sin un cerro que subir (todavía no me habían hartado ni los sikuris, ni la religiosidad)
Tanto habremos tardado que llegó otra banda, descansó, desayunó y casi sigue sin nosotros. Nos fuimos con ellos concientes de que nuestra única posibilidad de llegar era no aflojar y hacerlo a su ritmo. Nos alegrábamos cada vez que frenaban y puteabamos cuando no lo hacían, pero ni se nos ocurría rezagarnos. No sé cómo hicimos. Sí sé que había dos niñitos de cinco y ocho años que no lucían cansados y no pude enternecerme de la envidia que sentí por ellos. Cuando faltaban 500 m de subida empinada, nos dijeron que ellos debían dar la vuelta al cerro para entrar por la capilla como banda, pero que nosotros podíamos acortar camino. Fue un error, para oki no tanto, pero yo me tardé más de dos horas en hacer esas cinco cuadras. Cuando por fin estuve arriba no me emocioné ni nada de lo que había pensado. Me senté (me llené de espinas de unos cactos microscópicos que había)  y pasó el tiempo sin que yo pensara en nada, ni siquiera en levantarme. Lo hice cuando junté las fuerzas necesarias y más que nada fue porque escuché que decían que del otro lado había menos viento. Fui al otro lado y me volví a sentar por donde pasaban las bandas a ver si veía al rodrigazo (me sigo confundiendo cordobazo con rodrigado como cuando tenía 16 años, y con poco oxígeno en sangre, peor). Oki no pasó y yo no descansé, pero sí me horroricé de las 1500 carpas que había. Una al lado de la otra. Tantas y nosotros ninguna.
Decidí que me haría mejor caminar que estar sentada y me dediqué a encontrar a oki. Había pensado que me sería fácil, porque llevaba un buzo verde fosforescente de lo más floger, pero resultó que había toda una delegación de sikuris con ese atuendo. Bueno, hasta mañana no bajamos, hay tiempo, pensé. En menos de un minuto lo encontré, buscándome con una botella de agua que había conseguido después de hacer una hora de fila en una canilla comunitaria. Fue lo más. También había averiguado como conseguir agua caliente para el mate, me pidió el termo y reapareció con el agua caliente. Otra vez fue lo más. Pero yo seguía semidesmayada, incapaz de decir algo más que un joya, gracias. Tomamos mate, almorzamos, charlamos con una chica que nos pidió comida y muy de a poco recuperamos nuestras charlas, pero no demasiado. Después seguimos descansando.
Decidimos buscar un lugar al reparo para hacer la siesta y nos encontramos con el club de fans que oki había logrado tener por ser de talleres de Córdova, la banda de sikuris de talleres de perico, Jujuy. Nos invitaron, nos dieron de comer (aceptamos) a él lo alcoholizaron y nos contaron todas sus historias como porongas de la barra de algo. A mi me hartaron bastante rápido. Uno de los más viejos y gordos me quería levantar y proponía a cada rato deshacerse de oki para que nos quedáramos juntos. Además hablaban de la virgen, así que retomé el plan de dormir la siesta. Me despertó oki para que no me perdiera una formación que hacían y luego la vuelta al cuadrado que formaban todas las casitas que eran para las bandas. Fuimos. Me costó un montón encontrarle la onda al evento y a los movimientos de la gente para poder sacar las fotos que yo quería de los músicos con sus expresiones mientras tocaban sus instrumentos. Cuando lo logré disfruté muchísimo. Después pasié un rato, empezando a sospechar que ya estaba un poco saturada de tanta gente, tanto sacrificio, tanto hablar de la virgen, tantas pocas horas de sueño y tanto tambor en la oreja. Al rato me lo encontré a oki que se ve que le pasaba lo mismo, porque me propuso alejarnos hacia la nada (donde empezaba a bajar el cerro, al borde del precipicio)

No hay comentarios:

Publicar un comentario