De la nada nos vimos hablando de los momentos
duros de la vida de cada uno y estuvo buena esa conexión. Se apareció un
personaje que habíamos conocido la noche anterior en el negocio familiar, que
nos buscaba con un termo de mate para invitarnos si no teníamos. Nos sentimos
contentos y disfrutamos muchísimo del momento. Se hizo de noche y se fue
nuestro amigo el porteño solidario, pero nosotros decidimos quedarnos bastante
más para descanzar lo suficiente del aglutinamiento de la cumbre del cerro.
Empezaron a bajar las nubes y nos rodearon. Esos momentos fueron mágicos,
porque en las fotos salía como su humedad ocupaba espacio y eran impresionantes
los cambios de temperatura cuando nos atrapaban. Nos fuimos finalmente porque
no resistíamos más el frío.
Tomamos mate mirando las bandas que seguían
tocando, peleándose por el espacio sonoro, todas al mismo tiempo (150). Cuando
ya no teníamos más mate, ni calor, ni onda para seguir poniéndole a la
situación, se apareció la banda de talleres con una botella con un líquido
naranja. ¿Quieren esto para el frío? Sí,
que pregunta. Es jugo con alcohol etílico. Era fuerte, pero no más que
el frío y el panorama (no habíamos conseguido donde pasar la noche). No sé en
qué momento del ritual habrá sido, pero se empezaron a ver fuegos artificiales
y toda la gente se conmovió mucho. Entonces yo comenté que la próxima vez que
subiera (ya había descartado hacia más
de 24 hs. subir al año siguiente, asíque el otro o el otro) iba a llevar fuegos
artificiales como manera de poder hacer yo también algo lindo por esa gente que
hacía ese evento lindo que yo disfrutaba. A todos les pareció muy bien, pero me
aconsejaron pedirle algo a la virgen a cambio. Yo no lo quiero hacer por la
virgen, sino para la gente; es para devolver, no para pedir. Igual tu puedes
pedir un deseo y la virgen te lo concibe. Y ahí empezaron todos a contar sobre
los plasmas y los autos o motos que le pedían a la virgen, y me generaron ganas
de hablarles de espiritualidad no material que fue lo que más rabia me dio.
Después apareció una banda con gente que
también cantaba, es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de
la gente. Y lo que hasta ahí me había parecido algo de los más noble y bueno en
tanto gente que sube y baja su cerro pidiendo deseos y agradeciendo me empezó a
parecer una mierda. Yo siempre había valorado esos momentos de las tradiciones
religiosas, quizá por lo curioso de los rituales o porque se presentan sin
tantas restricciones o culpas. Pero me
empecé a acordar todas las veces que nos habían dicho que sin fe no se lograba,
y me imaginé que cada vez que yo sentía que no podía y lo seguía intentando
porque quería ver el ritual que hacía esa gente, ellos pensaban que le daban
ese sacrificio a la virgen para que les diera su vento 0km. Me dio más
repulsión que nunca la iglesia con toda su hegemonía aplastando la inocencia de
la gente, que le pedía bienes de consumo importados. Pensé en toda la energía
de esas 150 bandas con mínimo 12 integrantes y máximo 130, más las 1500 carpas
con 4 personas cada una, más los que
estaban sin carpa como oki y como yo, en todo el esfuerzo por subir, las pocas
horas de sueño, la música constante, cíclica, ritualezca, casi militar, y
entendí al verlo de manera tan evidente que así se frenan revoluciones.
Por suerte ese momento estuvo mechado con
historias de la cancha y de la barra de Jujuy defendiendo su localía más allá y
contra la institución que regula el futbol de esa categoría provincial y la
policía, asíque zafó y esa reflexión pudo esperar, porque en un primer momento
me quise ir del evento esa misma noche.
Tomamos seis botellas con ellos, hasta que
nos dimos cuenta que si nos daban ganas de hacer pis en esas condiciones, el
remedio sería peor que la enfermedad (no voy a hablar de lo que eran los
baños). Nos invitaron a dormir en su casita de su banda, pero yo no quise saber
nada con su machismo etílico libidinoso, ni oki con las relaciones de
competencia entre machos alcoholizados. Asíque agradecimos y les dijimos que
mejor dormíamos en la iglesia. Apúrense que ya debe estar llena. ¿Qué? La puta
madre. Lo único que no me gusta de viajar es adaptarme en cuanto a horarios,
porque esto debió ser a las diez de la noche como tarde y con la mayoría de la
gente durmiendo ya.
Efectivamente la iglesia estaba llena ya y
como no podía ser de otra manera, no nos dejaron pasar. Asíque nos acomodamos
en el único lugar que quedaba en la antesala, al lado de la puerta abierta. Un
señor con un olor horrible se acostó al lado mío durante la noche, pero a la
mañana siguiente ya no estaba. Muy, muy temprano y todavía de noche se
empezaron a escuchar las bandas, mezcladas con música de misa y un cura con
micrófono que después nos enteramos que bendecía a la virgen porque la iban a
bajar. Salió la gente, salió el cura con su micrófono y su discurso de soy un
cura bendiciendo una virgen, y después salieron unas viejas de lo más mandonas
a decirnos que nos fuéramos, porque ellas (que se creían elegidas por el honor
de la tarea) tenían que limpiar. Yo recordé todas las guarradas que había
pensado hacer la primera vez que había escuchado eso de pasar la noche dentro
de una iglesia en la punta de un cerro, lo comparé con lo que de verdad había
pasado y odié esa tendencia que estaba tomando mi viaje a sorprenderme tanto en
cuanto a la distancia entre mis fantasías y la realidad. Las hijas de puta se
pusieron a barrer antes de que nosotros nos levantáramos y el odio que me
corrió por el cuerpo imaginándome respirando ese polvo me sirvió para
levantarme.
Tomamos mate y comimos algo en la plaza
mientras amanecía entre los cerros y
volvía a aumentar el frío, tratando de prepararnos para el evento principal: se
habían sorteado puestos (postas) a lo largo del camino, cada banda esperaba en
su lugar a que llegaran las Señoras que iban bajando con la virgen. Cuando la
virgen llegaba esa banda iba tocando con ellas hasta la siguiente posta. Así
150 veces. Además la bajada era placentera, nos habían dicho todos, y yo no
veía la hora de pasar casi corriendo y fumando por el camino que tanto me había
costado subir.
Con oki teníamos la rara sensación de que lo
peor ya había pasado, no había que hacer más sacrificio físico y ya había
descansado como para disfrutarlo; pero ya estábamos hartos de los sikuris, de
las bandas y de tanta adulación a la virgen por virgen. Nos empezábamos a
sentir mal por ser parte de todo eso y ya no cabía una mirada ingenua.
Empezamos a bajar con mucha facilidad, pero
sin la alegría que esperábamos. Yo miraba a las familias que bajaban con sus
carpitas y me daba rabia que hubieran subido con sus hijos y que les estuvieran
enseñando eso. Quería preguntarles qué modelo de celular inteligente le habían
pedido a la virgen, en vez de reclamarle al gobierno cloacas, agua potable,
gas, que saque las mineras, que proteja los recursos, obras para que las
crecidas de los ríos no sepulten los pueblos, escuelas u hospitales para las
localidades chicas de la zona, movilidad, y todo lo que no sé que necesitan. Y
ya no pude diferenciar entre la institución que saquea y las víctimas que lo
permiten y legitiman con rituales como ese. La institución es la gente que la
conforma.
Seguimos bajando a nuestro ritmo, alejándonos
de la multitud cuando queríamos y volviendo cada tanto. No estuvo bueno no
poder disfrutar del evento principal que era la bajada con música, pero nos
sentimos muy bien de fugarnos del evento religioso cuando lo consideramos y de
decirle a toda la gente con la que hablamos de ese momento en adelante que sí
lo habíamos logrado sin fe y que no nos parecía nada bueno ni admirable ni la
cultura del sacrificio, ni sacrificarse para que la virgen les haga un favor,
ni esforzarse por lograr ser victimas del cansancio y Mercer más ese favor, ni
eso de que el que más sufre es el más bueno. Nadie nos contestó nada, y ese
silencio que representaba el fin de las conversaciones sobre la virgen fue lo
mejor de los tres días de peregrinaje.
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