martes, 22 de mayo de 2012

Antofagasta: odisea de ida, estadía y vuelta: 3


Nos sentaron en los asientos de adelante mientras todos los niños cantaban canciones de verano del 98 y tocaban la guitarra. Nos reímos como quien se burla de lo insoportable que podía haber sido ese viaje si no nos hubiera pasado nada de lo que nos había pasado antes de lograr subir. Todo parecía ir bien hasta que el chofer de David Lynch paró y le entregó el mando al otro chofer, porque a él le correspondería hacer los caminos más arriesgados, y se sentó detrás nuestro con su mal aliento y ganas de charlar. Yo ni siquiera me dí vuelta a mirarlo, pero los morbosos de bil y bel sí, porque nunca escatiman esfuerzos si material para reírse después se trata. En una me tenté y miré a ver qué hacían y David aprovechó para disculparse por el maltrato infringido hacia mi persona con la excusa de que estaba nervioso. Lo disculpé por supuesto y decidí darle una segunda oportunidad.
A los veinte minutos paró el bondi y todos los nenes se bajaron en estampida. Vamos a buscar muestras de roca volcánica para hacer replicas de puntas de flecha. Me bajé detrás de ellos para chusmear y agarrar alguna piedrita para mi y de paso ver si me podía hacer amiga de algunao porque la arqueología fue de mis primeras vocaciones.  Ninguno me miró o habló, pero pude agarrar una piedrita y convencer a bily y bele de que bajaran a agarrarse una también.  A los segundos veinte minutos volvió a parar pero esta vez a que los antis con los que  viajábamos se sacaran fotos con una nube alucinante que había en el cielo. Ya nos empezaba a hartar esa historia de ahorrarnos plata a costa de que nuestra paciencia aguantara tantas estupideces, pero una nube de la ostia es una nube de la ostia, con o sin paciencia; asique bajé.  Después de sacar mis fotos, a bil se le ocurrió que saque con su cámara también; entonces me acerque a la ventanilla del chofer que David Lynch a quien bil se la había pasado para que me la alcance, y el muy descarado no solo me sacó una foto con su cámara si no que con voz macabra dijo: ahora voy a tener una foto tuya para siempre. Yo no pude reaccionar, a penas subí las cejas mientras él se reía. Subí al bus asustada y le hice prometerme a bel que me iba a ayudar a robarle la cámara y borrar la foto. La guardó en el bolsillo de su campera de jean y no se la sacó hasta que nos bajaron del bondi en Amaicha, asique el muy hijo de puta, se quedó con mi foto nomás.
A los quince minutos de la sesión de fotos a la nube todos los niños habían pasado al país de los sueños asique nosotros empezamos a pensar en descansar. En mitad de la noche se frenó el bus para el cambio de choferes y los tres sentimos algo raro sobre la futura gestión de David Lynch al volante, pero nadie lo dijo. El bus se movía bastante por lo malo de los caminos y era común despertarse sobresaltados por golpes o dobladas rápidas. Pero el chofer de David Lynch incorporó la novedad de bajarse de un salto con piernas muy flexionadas cada vez que tenía dudas sobre el camino (cada vez que un río cruzaba la carretera esta interrumpía su pavimento por lo menos cuatro metros que en la oscuridad de la noche  eran suficientes como para no saber para que lado seguía, y estaba muy bien no buscarla desde el bondi porque podíamos quedar encayados). Yo empecé a creer que habíamos tenido que hacerle caso a bel y no viajar con semejante loco por semejante camino y me resigné a no dormir y agarrarme fuerte por lo menos hasta el cruce, pero la verdad es que me acuerdo de haber tenido esa reflexión y despertarme en la estación de servicio de amaicha del valle al siguiente momento. Llegar, llegamos bien. Nos bajamos y el chofer de David Lynch nos acompañó hasta adentro de la gasolinería y saludo contento, yo le sonreí con toda mi cara, aliviada y feliz de no volver a verlo.
Nos compramos unos chocolates cada uno para que esa gente no creyera que íbamos a usurparle así la estación sin consumir nada, y nos acomodamos en los maravillosos asientos y mesas que había, listos para amanecer al día siguiente.
Nos despertaron a las ocho porque tenían que limpiar, el bus a cafayate salía a las diez asique hicimos dedo una vez más mientras tomábamos mate y esperábamos el bondi. Nadie que fuera en esa dirección nos frenó y con el tiempo necesario suficiente para caminar desde la rotonda hasta la terminal de amaicha empezamos a acercarnos. A los veinte minutos me pareció que tan lejos no quedaba y al preguntar nos enteramos no solo de que íbamos en otra dirección, sino de que ya no llegaríamos a tomarlo y debíamos esperar el de las tres de la tarde que era el próximo. Perdón! Si hay algo que se puede decir de la gente que viaja conmigo es que son muy buenos y tolerantes, y por algún motivo que desconozco se imaginan que puedo llegar a bardearla así, entonces, llegados estos momentos que suceden mucho mas a menudo de lo que yo esperaría que sucedan, no se enojan tanto conmigo como sería de prever.
Compramos los boletos y cerveza y acampamos en plaza listos para jugar un buen rato con el efecto ojo de pez de mi cámara.  Nos reímos bastante consientes de que ahí estarían esas fotos para cada vez que nos quisiéramos volver a reír. Se hizo la hora y tomamos el bondi  a cafayate. A los cinco minutos de subir a bel se le ocurrió ir al baño y quedó encerrada, asique tuve oportunidad de devolver al universo el favor que me habían hecho al liberarme, pero bel quedó en deuda. Después fue bil y cubrió su deuda cuando pasó el chico que iba detrás nuestro leyendo la autobiografía de Nietzsche. Yo le quise charlar como quiero charlar con toda la gente que lee Nietzsche, pero me parece que a él le gustaba el lado más depresivo y serión que la risa que yo representaba en ese momento porque la charla no prosperó. Y cada vez que alguien iba al baño le contábamos de la gente de Antofagasta y el chofer de David Lynch y la informábamos de su deber de rescatar al próximo en entrar al baño. Algunos se prendían y otros no, como siempre, pero nos reímos mucho y las tres horas se hicieron cinco minutos.
Bajamos en cafayate y me despedí del chico eche homo y su melena. Paseamos durante veinte minutos mientras discutíamos que hacer y decidimos ir en taxi hasta salta la linda. De las cosas maravillosas del noa es que muchas veces un taxi entre tres es más barato (uno o dos pesos) que los tres pasajes de un bondi de larga distancia.  Tomamos el taxi con un lugareño que habló con el chofer todo el camino y entre los dos nos ignoraron abiertamente, yo recordé al chofer de la primera vez que había hecho ese camino y comencé a sospechar que algo había cambiado. Disfruté y fotografié la quebrada del rio las conchas hasta que el sueño pudo conmigo.  Llegamos a salta capital en medio de un diluvio, averiguamos que el bondi a Tilcara salía a las siete de la matina, dejamos las mochilas en la guardería de la terminal y salimos a buscar la cena.
Comimos sandwich de mussarela completo y con fritas en un chiringo que a penas nos defendía de la lluvia y cuando hubimos terminado el vino salimos en busca de un bar. Llegamos empapados al único lugar hasta el momento abierto un lunes y tomamos algunas cervezas rodeados de gente más joven y más metalera que nosotros. En mis salidas a la puerta a fumar me hice amiga de un saltañero feo pero interesado que me contó de un boliche a unas pocas cuadras. Los chicos se empecinaron en ir y no me quedó otra alternativa. El lugar era antiguo, con pisos de madera y poca trayectoria como antro; tenía dos barras para cambiar la consumición y la gente estaba agrupada en círculos según el género. Pasaban punchi y bailaban cumbia. Todos y todas estaban vestidos más o menos igual por lo que se notaba mucho que éramos turistas. Bil actuó de garantía anti levante, asique bailamos entre los tres sin hacerle caso al genero musical para estar a tono aunque sea en algo.
Cuando terminé de fumar el pucho que había salido a degustar a la vereda, ya con sueño y cansancio, me fueron a buscar para irnos, que conexión! Tuvimos que caminar de una los tres tramos de diez cuadras que habíamos hecho con pausas a la ida y se sintió mucho e frío, el sueño y el cansancio. Llegamos a la terminal, calentita y seca y me desmayé sobre tres asientos sin ver a los chicos hasta que el policía me informó violentamente que me podía acostar en los asientos. Ahí los vi a bil y a bel detrás mio, sentaditos con el mismo problema, y me desmayé sentada, sin ningún tipo de ganas de enojarme con el rati. Cuando abrió la guardería fuimos a buscar las mochilas y la chica me quiso cobrar dos turnos en vez de uno, volví a sospechar que algo había cambiado en la gente de mi amado noa, pero estaba demasiado dormida para hacerle preguntas o establecer hipótesis. Tomamos el micro, previa advertencia del chofer de  un imprevisto transbordo en Jujuy capital.
Dormí maravillosamente feliz en el mullido y mas horizontal asiento del colectivo hasta que me tuve que cambiar de bus y me volví a dormir. Cuando llegamos a Tilcara estaba todo gris y hacia frio. Bajé del bus y fui a ver que hacían los chicos que me llevaban ventaja. Los vi en la fila de  esperar el equipaje y me formé para esperar el mio también. Vos que haces aca? Me dijo bil, vos no despachaste, la tuya es chiquitita, no te habrás dejado la mochila en el transbordo?. La puta madre.
Hable con el chofer que muy amablemente hizo una llamada y me aseguró que mi mochilita estaba sana y salva en el taller. Me informó además que de la terminal todos esos micros van al taller asique no era posible que yo no la recuperase. Me acompañó a hablar con la sra. de las encomiendas para que ella actúe de contacto entre la gente que manipulaba mi mochila y yo. A la sra. no le gustó ni medio ese rol y en vez de llamar se dedicó a hacerlo por chat, con una mala voluntad y lentitud intolerante, previo querer convencerme ni bien el chofer se fue, de que no la iba a recuperar. Los chicos me dejaron el mate y se fueron a buscar hospedaje. Yo aproveche para desayunar en silencio como a mi me gusta y escuchar música cuando hube superado el momento de meditación. No me moví de la terminal hasta que por fin llegó la mochila, sana y salva en la cabina de los choferes y le prometí que nunca mas la iba a olvidar debajo de asiento. 

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