Nos sentaron en los asientos de
adelante mientras todos los niños cantaban canciones de verano del 98 y tocaban
la guitarra. Nos reímos como quien se burla de lo insoportable que podía haber
sido ese viaje si no nos hubiera pasado nada de lo que nos había pasado antes
de lograr subir. Todo parecía ir bien hasta que el chofer de David Lynch paró y
le entregó el mando al otro chofer, porque a él le correspondería hacer los
caminos más arriesgados, y se sentó detrás nuestro con su mal aliento y ganas
de charlar. Yo ni siquiera me dí vuelta a mirarlo, pero los morbosos de bil y
bel sí, porque nunca escatiman esfuerzos si material para reírse después se
trata. En una me tenté y miré a ver qué hacían y David aprovechó para
disculparse por el maltrato infringido hacia mi persona con la excusa de que
estaba nervioso. Lo disculpé por supuesto y decidí darle una segunda
oportunidad.
A los veinte minutos paró el
bondi y todos los nenes se bajaron en estampida. Vamos a buscar muestras de
roca volcánica para hacer replicas de puntas de flecha. Me bajé detrás de ellos
para chusmear y agarrar alguna piedrita para mi y de paso ver si me podía hacer
amiga de algunao porque la arqueología fue de mis primeras vocaciones. Ninguno me miró o habló, pero pude agarrar una
piedrita y convencer a bily y bele de que bajaran a agarrarse una también. A los segundos veinte minutos volvió a parar
pero esta vez a que los antis con los que
viajábamos se sacaran fotos con una nube alucinante que había en el
cielo. Ya nos empezaba a hartar esa historia de ahorrarnos plata a costa de que
nuestra paciencia aguantara tantas estupideces, pero una nube de la ostia es
una nube de la ostia, con o sin paciencia; asique bajé. Después de sacar mis fotos, a bil se le
ocurrió que saque con su cámara también; entonces me acerque a la ventanilla
del chofer que David Lynch a quien bil se la había pasado para que me la
alcance, y el muy descarado no solo me sacó una foto con su cámara si no que
con voz macabra dijo: ahora voy a tener una foto tuya para siempre. Yo no pude
reaccionar, a penas subí las cejas mientras él se reía. Subí al bus asustada y
le hice prometerme a bel que me iba a ayudar a robarle la cámara y borrar la
foto. La guardó en el bolsillo de su campera de jean y no se la sacó hasta que
nos bajaron del bondi en Amaicha, asique el muy hijo de puta, se quedó con mi
foto nomás.
A los quince minutos de la sesión
de fotos a la nube todos los niños habían pasado al país de los sueños asique
nosotros empezamos a pensar en descansar. En mitad de la noche se frenó el bus
para el cambio de choferes y los tres sentimos algo raro sobre la futura
gestión de David Lynch al volante, pero nadie lo dijo. El bus se movía bastante
por lo malo de los caminos y era común despertarse sobresaltados por golpes o
dobladas rápidas. Pero el chofer de David Lynch incorporó la novedad de bajarse
de un salto con piernas muy flexionadas cada vez que tenía dudas sobre el
camino (cada vez que un río cruzaba la carretera esta interrumpía su pavimento
por lo menos cuatro metros que en la oscuridad de la noche eran suficientes como para no saber para que
lado seguía, y estaba muy bien no buscarla desde el bondi porque podíamos
quedar encayados). Yo empecé a creer que habíamos tenido que hacerle caso a bel
y no viajar con semejante loco por semejante camino y me resigné a no dormir y
agarrarme fuerte por lo menos hasta el cruce, pero la verdad es que me acuerdo
de haber tenido esa reflexión y despertarme en la estación de servicio de
amaicha del valle al siguiente momento. Llegar, llegamos bien. Nos bajamos y el
chofer de David Lynch nos acompañó hasta adentro de la gasolinería y saludo
contento, yo le sonreí con toda mi cara, aliviada y feliz de no volver a verlo.
Nos compramos unos chocolates
cada uno para que esa gente no creyera que íbamos a usurparle así la estación
sin consumir nada, y nos acomodamos en los maravillosos asientos y mesas que
había, listos para amanecer al día siguiente.
Nos despertaron a las ocho porque
tenían que limpiar, el bus a cafayate salía a las diez asique hicimos dedo una
vez más mientras tomábamos mate y esperábamos el bondi. Nadie que fuera en esa
dirección nos frenó y con el tiempo necesario suficiente para caminar desde la
rotonda hasta la terminal de amaicha empezamos a acercarnos. A los veinte
minutos me pareció que tan lejos no quedaba y al preguntar nos enteramos no
solo de que íbamos en otra dirección, sino de que ya no llegaríamos a tomarlo y
debíamos esperar el de las tres de la tarde que era el próximo. Perdón! Si hay
algo que se puede decir de la gente que viaja conmigo es que son muy buenos y
tolerantes, y por algún motivo que desconozco se imaginan que puedo llegar a
bardearla así, entonces, llegados estos momentos que suceden mucho mas a menudo
de lo que yo esperaría que sucedan, no se enojan tanto conmigo como sería de
prever.
Compramos los boletos y cerveza y
acampamos en plaza listos para jugar un buen rato con el efecto ojo de pez de
mi cámara. Nos reímos bastante consientes
de que ahí estarían esas fotos para cada vez que nos quisiéramos volver a reír.
Se hizo la hora y tomamos el bondi a
cafayate. A los cinco minutos de subir a bel se le ocurrió ir al baño y quedó
encerrada, asique tuve oportunidad de devolver al universo el favor que me
habían hecho al liberarme, pero bel quedó en deuda. Después fue bil y cubrió su
deuda cuando pasó el chico que iba detrás nuestro leyendo la autobiografía de Nietzsche.
Yo le quise charlar como quiero charlar con toda la gente que lee Nietzsche,
pero me parece que a él le gustaba el lado más depresivo y serión que la risa
que yo representaba en ese momento porque la charla no prosperó. Y cada vez que
alguien iba al baño le contábamos de la gente de Antofagasta y el chofer de
David Lynch y la informábamos de su deber de rescatar al próximo en entrar al
baño. Algunos se prendían y otros no, como siempre, pero nos reímos mucho y las
tres horas se hicieron cinco minutos.
Bajamos en cafayate y me despedí
del chico eche homo y su melena. Paseamos durante veinte minutos mientras
discutíamos que hacer y decidimos ir en taxi hasta salta la linda. De las cosas
maravillosas del noa es que muchas veces un taxi entre tres es más barato (uno
o dos pesos) que los tres pasajes de un bondi de larga distancia. Tomamos el taxi con un lugareño que habló con
el chofer todo el camino y entre los dos nos ignoraron abiertamente, yo recordé
al chofer de la primera vez que había hecho ese camino y comencé a sospechar
que algo había cambiado. Disfruté y fotografié la quebrada del rio las conchas
hasta que el sueño pudo conmigo. Llegamos
a salta capital en medio de un diluvio, averiguamos que el bondi a Tilcara
salía a las siete de la matina, dejamos las mochilas en la guardería de la
terminal y salimos a buscar la cena.
Comimos sandwich de mussarela
completo y con fritas en un chiringo que a penas nos defendía de la lluvia y
cuando hubimos terminado el vino salimos en busca de un bar. Llegamos empapados
al único lugar hasta el momento abierto un lunes y tomamos algunas cervezas
rodeados de gente más joven y más metalera que nosotros. En mis salidas a la
puerta a fumar me hice amiga de un saltañero feo pero interesado que me contó
de un boliche a unas pocas cuadras. Los chicos se empecinaron en ir y no me
quedó otra alternativa. El lugar era antiguo, con pisos de madera y poca
trayectoria como antro; tenía dos barras para cambiar la consumición y la gente
estaba agrupada en círculos según el género. Pasaban punchi y bailaban cumbia. Todos
y todas estaban vestidos más o menos igual por lo que se notaba mucho que éramos
turistas. Bil actuó de garantía anti levante, asique bailamos entre los tres
sin hacerle caso al genero musical para estar a tono aunque sea en algo.
Cuando terminé de fumar el pucho
que había salido a degustar a la vereda, ya con sueño y cansancio, me fueron a
buscar para irnos, que conexión! Tuvimos que caminar de una los tres tramos de
diez cuadras que habíamos hecho con pausas a la ida y se sintió mucho e frío,
el sueño y el cansancio. Llegamos a la terminal, calentita y seca y me desmayé
sobre tres asientos sin ver a los chicos hasta que el policía me informó
violentamente que me podía acostar en los asientos. Ahí los vi a bil y a bel
detrás mio, sentaditos con el mismo problema, y me desmayé sentada, sin ningún
tipo de ganas de enojarme con el rati. Cuando abrió la guardería fuimos a
buscar las mochilas y la chica me quiso cobrar dos turnos en vez de uno, volví
a sospechar que algo había cambiado en la gente de mi amado noa, pero estaba
demasiado dormida para hacerle preguntas o establecer hipótesis. Tomamos el
micro, previa advertencia del chofer de
un imprevisto transbordo en Jujuy capital.
Dormí maravillosamente feliz en
el mullido y mas horizontal asiento del colectivo hasta que me tuve que cambiar
de bus y me volví a dormir. Cuando llegamos a Tilcara estaba todo gris y hacia
frio. Bajé del bus y fui a ver que hacían los chicos que me llevaban ventaja.
Los vi en la fila de esperar el equipaje
y me formé para esperar el mio también. Vos que haces aca? Me dijo bil, vos no
despachaste, la tuya es chiquitita, no te habrás dejado la mochila en el
transbordo?. La puta madre.
Hable con el chofer que muy
amablemente hizo una llamada y me aseguró que mi mochilita estaba sana y salva
en el taller. Me informó además que de la terminal todos esos micros van al
taller asique no era posible que yo no la recuperase. Me acompañó a hablar con
la sra. de las encomiendas para que ella actúe de contacto entre la gente que
manipulaba mi mochila y yo. A la sra. no le gustó ni medio ese rol y en vez de
llamar se dedicó a hacerlo por chat, con una mala voluntad y lentitud
intolerante, previo querer convencerme ni bien el chofer se fue, de que no la
iba a recuperar. Los chicos me dejaron el mate y se fueron a buscar hospedaje.
Yo aproveche para desayunar en silencio como a mi me gusta y escuchar música cuando
hube superado el momento de meditación. No me moví de la terminal hasta que por
fin llegó la mochila, sana y salva en la cabina de los choferes y le prometí
que nunca mas la iba a olvidar debajo de asiento.
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