Desde la primera vez que ví el pueblo de Antofagasta de la Sierra
perdido en el mapa en mitad de la provincia de Catamarca (sobre la cordillera,
camino a una mina y a San Antonio de los Cobres, Salta) supe que tenía que ir.
Ya me había dicho todo el mundo que no era fácil ni barato llegar, pero estoy
convencida de que los accesos imposibles solo pueden ser mágicos. Después de pasar una semana con bill y bel acampando
en la selva catamarqueña (yo no lo sabía, pero eso era una despedida de la
selva quien sabe hasta cuando), los convecí de ir hasta Antofagasta. Mucho no
me costó, no porque tuviera elementos, sino porque ellos (quizá más que yo)
confiaban en el destino que nos había hecho encontrar.
Cuando terminamos de decidirlo
decidimos terminar los mates. Desarmamos y partimos felices de no haber pagado
nada, porque el cuidador del camping con fogones, baños y pileta, nos dijo que
no podía cobrarnos porque se le había terminado el talonario y que por una
semana de estadía no iba a ir a buscar otro. Obviamente lo interpretamos como
un visto bueno del cosmos, porque los momentos sin dinero son más puros y
maravillosos y con total ingenuidad emprendimos camino a Antofagasta de la
Sierra.
A la salida del camping perdimos
el micro hasta Belén, y fuimos caminando hasta Londres (7km) y mientras yo iba
a preguntar si el pañuelo que había perdido estaba en mi anterior hospedaje,
pasó el último bus de la mañana
augurándonos 4, 5 o 6 horas de espera al primero de la tarde. Sándwich
de milanesa, papas fritas y cerveza fueron el duelo para el pañuelo que le
acaba de perder a mi mamá y que se está enterando ahora que me llevé. Duramos
cuatro horas haciendo dedo hasta que conseguimos que un amable londrense nos
llevara hasta Belén. Bele chocha de conocer la ciudad con su nombre (15 km). En
la ciudad nos informaron sin ser concientes de la tragedia que representaba
para nosotros, que el micro a Antofagasta había salido hacía unas horas y no
había otro hasta dentro de dos días, que lo más que se nos podíamos acercar era
hasta Corral Quemado, lugar donde se cruzaban la ruta con el camino. Al pedo
intentamos hacer dedo en las cuatro horas de espera que tuvimos, tomamos el bus
cuando se le ocurrió pasar y llegamos al cruce a las diez de la noche.
Nos recibió la seño Norma y le
pedimos lo más económico que tuviera para armar la carpa o tirar las bolsas
nomas. Nos dio una habitación con una sola cama y sin hacer, la sorteamos por
idea, iniciativa y acción de bill con un juego de manos, y me tocó a mi. Al día
siguiente la señora no sólo no nos quiso cobrar la habitación con el cuento de
que no nos había dado ni hecho nada, si no que se empecinó (como sólo los
altiplanenses se empecinan) con regalarnos también el agua del mate. No nos
quedó otra que aceptarle todo, agradecérselo mil veces e interpretarlo como
otro buen augurio.
Fuimos a tomar el mate a la
rotonda del cruce con la esperanza de que nos levantara alguien camino a
Antofagasta antes del mediodía que era el horario del bondi. A los veinte
minutos pasó una parejita muy cheta y muy amable en un corsa muy bajo, y me
cargaron a mi y a las dos mochilotas de los chicos, pero no a los chicos porque
no entrabamos.
A los quince minutos les empezó a
calentar el auto, y a los veinte empezamos a parar cada diez para que no
explotara algo. La ruta era desierta, de ripio por momentos, con todos los ríos
del lugar pasándole por el medio y deshaciendo el pavimento; pero era el camino
más hermoso que yo jamás hubiera visto o
podido imaginar. La parejita no tenía mucha tolerancia a los imprevistos y
enseguida se malondeó; yo por educación
trataba de esconder mi felicidad, pero cada tanto volvía a intentar
convencerlos de el auto en caliente era una anécdota pero semejante paisaje era
una obligación de agradecimiento. Igual trataba de no sonreír tanto, pero eso
era increíble e inimaginable; pensaba en bele y Billy y su manera de
disfrutarlo cuando les llegara el momento, porque nosotros parando y parando no
nos habíamos cruzado nada, ni por atrás ni por adelante; pero no era un momento
de hacer conjeturas si no de contemplar y tratar de entender. Había montañas de
todos colores, piedras, tierras, pastos, arenas, kaktos, todo era de todos
colores y todo cambiaba cada quince kilómetros. Había volcanes negros que de
perfil se veían rojos. En un momento hubo un cartel de obligación de desvío por
inundación y fue lo más alucinante, en medio de todo ese desierto colorinche
había un río que había crecido tanto por el cambio climático del que todos pitamos,
tanto que llegaba a inundar 600 metros de carretera; era como ver el mar entre
esas montañas y a esa altura, increíble, no se podía pestañear y yo me había
quedado obviamente sin pilas en la cámara. ¿por qué uno nunca intuye que si se
viene maravillando de algo lo más probable es que se siga maravillando, por qué
no reservamos pilas para lo que viene después de lo maravilloso?
Tardamos siete horas en hacer 160
km y como yo todavía no había ido a Bolivia me llegó a parecer una barbaridad. Ellos
no daban más del estrés y yo no podía creer que existiera un lugar tan hermoso
y que estuviera a tiempo todavía de ver el atardecer. Se metieron en la
hostería del pueblo y les sacaron la cabeza, yo pegunté a qué hora y a dónde
llegaba el micro y me sacaron la mía: mañana entre las 9 y las 12 de la noche.
Intenté llamarlos, pero ni ellos ni yo teníamos señal, ni batería.
Me hospedé en donde la seño Paqui
que enseguida me hizo el descuento que yo necesitaba; la amé, idolatré, ayudé y quise quedarme a
trabajar con ella durante dos días. Ella me daba de comer y yo la ayudaba a
cocinar y a lavar y todo le preguntaba; y la vieja estaba feliz de tenerme para
charlar y darme todo tipo de indicaciones, se sonreía todo el tiempo.
Al día siguiente escalé todas las
montañas que pude y volví a gastar las pilas de la cámara en menos de tres
horas. Al volver a la habitación con olor a humedad que mi presupuesto podía
generarme, me crucé con un catalán cuarentón que andaba viajando por el
altiplano en bici y su reciente amigo santafesino de mi edad que había
aparecido la noche anterior a las 12 de la noche por el alojamiento de Paqui
con el cuento que se había perdido y teniéndolos a todos preocupadísimos (y a
mi tentadísima) por el frío de la noche. Me invitaron a caminar seis km hacia
las pinturas rupestres y aún a costa de posponer el mate y la siesta pos
escalada no pude negarme.
Caminamos sin cesar por los
senderos, por el río y escalamos cuando fue necesario. Yo estaba agotadísima y
sentía la altura (3500 msnm) en los muslos y en la nariz, pero semejante
paisaje no ameritaba menos que agradecimiento al universo por tener un lugar
tan hermoso e inimaginable y permitirme conocerlo. El catalán y yo charlábamos
bastante (me son fáciles los temas de conversación con los españoles porque
consumo bastante de su cultura) y el santafesino se mantenía distante y en
pose, raro y muy placentero ignorar para que se esforzara más en mantener su
distanciada soberbia. Llegamos a un punto en que el catalán y yo paramos a descansar
y él dijo que tenía que terminar algo y subió a una formación rocosa que había
de unos tres metros. Ni nos miramos nosotros ante semejante acting estrellado que no nos importaba una ostia.
Charlamos con un señor hermoso que se encargaba de regar la zona y lo interrogamos
sobre el sorprendente sistema de riego (iba haciendo y rompiendo con una pala una canaleta sobre zonas
previamente inundadas a propósito y así el agua fluia, como debe fluir
siempre). Volvió el personaje en
cuestión feliz de que lo hubiéramos mirado cuando bajó de la piedra y se nos
puso adelante, ya nos irritaba bastante
y ya lo no ignorábamos sino que teníamos que hacer esfuerzo para contener los
bufidos.
Iniciamos el camino de vuelta y
unos veinte minutos antes de que comenzara un viento atroz que hay en la zona
de siete a nueve de la noche, nos preguntó creyéndose el centro del mundo como
solo la gente que pertenece a grupos muy cerrados y dogmáticos puede asumir esa
posición de importancia: ¿quieren saber
que fui a hacer? Ni nos miramos pero obviamente seguíamos tratando de no bufar. Y dale, ya estábamos jugados y
para volver nos separaban los mismos seis kilómetros que para ir mas el cansancio.
¿Ustedes de qué religión son?
Silencio. Pausa. Silencio. A mi ya me tenía harta tanto fantasma (que no es
nadie) estrellado haciéndose el interesante y pretendiendo hacérnoslo creer al
catalán trotamundos y a mi, interrumpiendo sin ningún tipo de sentido común
nuestras charlas sobre el paisaje, Zapatero, Extremoduro, La Polla, Los hombres
de Paco, la visión de los españoles sobre los inmigrantes latinos, la
experiencia de él como español en suelo colonizado y saqueado por los suyos,
los Vazcos, o todo lo que me interesaba saber y compartir con una persona que
anda en bici hasta que no puede más y arma su carpa en el altiplano para pasar
la noche (si no esta el agua congelada no va a ser una noche tan fría, me
alcanzó a contar antes de que el boludo este estropee el momento).
Yo soy atea, le dije sin mirarlo
a la cara y revoleando los ojos para arriba para que supiera que me estaba
molestando. Sí, yo también; dijo el catalán con una humildad difícil de
concebir en ellos. Y ahí nomas el muy idiota puso una cara de perro mojado que
le hubiera dado lástima a cualquiera, no es que nosotros hayamos flaqueado. Y
yo me acordé de todas las personas religiosas que conozco y quiero mucho y traté
de que no me diera tanta repulsión esa actuación sobervia que sentía en él
(mal, muy mal hecho, si en algo hay que confiar es en nuestro instinto cuando
nos dice que alguien es insoportable durante cinco horas en un paisaje
maravilloso donde todo lo que no sea ese boludo es interesante). No pude despreciarlo tanto y abrí el diálogo:
yo no creo en las instituciones y en la parte de la fe que le ordena la vida a
la gente, los hace sufrir, excluye y margina; pero respeto mucho los
sentimientos nobles que genera, cuando los genera. Y el catalán dio una
definición que pienso robarle hasta el fin de mis días: eso mismo, mis valores
no son universales. Bueno, porque yo soy budista y he venido aquí a hacer
contacto con extraterrestres, porque ustedes no saben …. Primero, nos habíamos
esforzado por respetar lo irrespetable e integrarlo a una conversación que no
queríamos tener ni con él ni con su religiosidad. Segundo, nos habíamos
esforzado en explicar nuestro ateísmo de una manera que no lastimara sus
sentimientos y él siquiera había dialogado sobre eso, se había salteado el paso
de comentar nuestro comentario generando así su siguiente comentario. Tercero,
me estaba diciendo en mi cara con ínfulas de superioridad que a él lo visitaban
omnis mientras dormía y a mi no! Y cuarto, ese era solo el principio del
monologo!
Traté de no mirarlo al catalán
(que no me acuerdo el nombre para cambiar de palabra) y de que no se me notara
en el cuerpo la energía nerviosa que dominaba. Traté de ser más humilde como
hace rato que intento, y como la historia empezaba con él adolescente perdido por los campos de la gente de plata
de la provincia de Santa Fe, robándoles, drogándose y andando en moto, traté de
que me sea un poco más amena la historia que de todas maneras me iba a fumar.
Un ex novio músico que tuve decía que la peor contaminación es la sonora porque
uno no puede elegir no escuchar, y creo
que se refería a estas cosas.
Su voz sin su imagen reducía un
45 % la molestia (bien), pero la
historia moralista que terminaba con el grupo religioso sacándolo de “la droga”
para convencerlo de que seres extraterrestres lo elijen mientras duerme para darle un mensaje del
2012, ahí ya perdí el hilo, porque además dijo que esa gente enana vivía
adentro de la cordillera, sumaba un 70% de intolerancia. Yo ya que estaba, perdido por perdido y si a
él no le da vergüenza decir boludeces a mi tampoco, le pregunte si tomaban
kakto. Se enojó y me dijo que no; que ninguna droga, que todas eran malas,
diablo y satanás. Yo me sentí feliz de haberlo molestado aunquesea una vez y sé
que el catalán también lo sintió, porque enseguida empezó a hablarle de las
historias de ese tipo que suceden en España y toda clase de bolasos de esa
índole pero españoles. Y por si fuera poco, para colmar mi momento de felicidad
por la batalla ganada al uso de la palabra por el estúpido y como prueba de que
el universo me ama de manera incondicional, empezó el atroz viento de las siete
de las tarde haciendo imposible el dialogo. Pusimos cara de que pena, reimos
para nuestros adentros y volvimos hasta la calidez del hogar de Paqui en SI LEN
CIO.
jajaja viví el comentario del ser que dijo que fue elegido por los extraterrestres jajjaa
ResponderEliminarme encanta leerte porque se percibe claramente la naturalidad con la que relatas y pude imaginar la escena con completa claridad, el aparente pequeño ser bajando de la roca para preguntarles de que religión es... bueno creo q y no leeré mas ( por hoy) debo guardar algo para los siguientes días, otro abracito mas itati :)
viva la sensibilidad, el compartir y la verdad!!!
q viva!!!!!!
silvana
viva! que los que viven a medias le hacen mal al universo!
ResponderEliminar