martes, 22 de mayo de 2012

Antofagasta: odisea de ida, estadia y vuelta: 1


Desde la primera vez  que ví el pueblo de Antofagasta de la Sierra perdido en el mapa en mitad de la provincia de Catamarca (sobre la cordillera, camino a una mina y a San Antonio de los Cobres, Salta) supe que tenía que ir. Ya me había dicho todo el mundo que no era fácil ni barato llegar, pero estoy convencida de que los accesos imposibles solo pueden ser mágicos.  Después de pasar una semana con bill y bel acampando en la selva catamarqueña (yo no lo sabía, pero eso era una despedida de la selva quien sabe hasta cuando), los convecí de ir hasta Antofagasta. Mucho no me costó, no porque tuviera elementos, sino porque ellos (quizá más que yo) confiaban en el destino que nos había hecho encontrar.
Cuando terminamos de decidirlo decidimos terminar los mates. Desarmamos y partimos felices de no haber pagado nada, porque el cuidador del camping con fogones, baños y pileta, nos dijo que no podía cobrarnos porque se le había terminado el talonario y que por una semana de estadía no iba a ir a buscar otro. Obviamente lo interpretamos como un visto bueno del cosmos, porque los momentos sin dinero son más puros y maravillosos y con total ingenuidad emprendimos camino a Antofagasta de la Sierra.
A la salida del camping perdimos el micro hasta Belén, y fuimos caminando hasta Londres (7km) y mientras yo iba a preguntar si el pañuelo que había perdido estaba en mi anterior hospedaje, pasó el último bus de la mañana  augurándonos 4, 5 o 6 horas de espera al primero de la tarde. Sándwich de milanesa, papas fritas y cerveza fueron el duelo para el pañuelo que le acaba de perder a mi mamá y que se está enterando ahora que me llevé. Duramos cuatro horas haciendo dedo hasta que conseguimos que un amable londrense nos llevara hasta Belén. Bele chocha de conocer la ciudad con su nombre (15 km). En la ciudad nos informaron sin ser concientes de la tragedia que representaba para nosotros, que el micro a Antofagasta había salido hacía unas horas y no había otro hasta dentro de dos días, que lo más que se nos podíamos acercar era hasta Corral Quemado, lugar donde se cruzaban la ruta con el camino. Al pedo intentamos hacer dedo en las cuatro horas de espera que tuvimos, tomamos el bus cuando se le ocurrió pasar y llegamos al cruce a las diez de la noche.
Nos recibió la seño Norma y le pedimos lo más económico que tuviera para armar la carpa o tirar las bolsas nomas. Nos dio una habitación con una sola cama y sin hacer, la sorteamos por idea, iniciativa y acción de bill con un juego de manos, y me tocó a mi. Al día siguiente la señora no sólo no nos quiso cobrar la habitación con el cuento de que no nos había dado ni hecho nada, si no que se empecinó (como sólo los altiplanenses se empecinan) con regalarnos también el agua del mate. No nos quedó otra que aceptarle todo, agradecérselo mil veces e interpretarlo como otro buen augurio.
Fuimos a tomar el mate a la rotonda del cruce con la esperanza de que nos levantara alguien camino a Antofagasta antes del mediodía que era el horario del bondi. A los veinte minutos pasó una parejita muy cheta y muy amable en un corsa muy bajo, y me cargaron a mi y a las dos mochilotas de los chicos, pero no a los chicos porque no entrabamos.
A los quince minutos les empezó a calentar el auto, y a los veinte empezamos a parar cada diez para que no explotara algo. La ruta era desierta, de ripio por momentos, con todos los ríos del lugar pasándole por el medio y deshaciendo el pavimento; pero era el camino más hermoso que yo jamás hubiera  visto o podido imaginar. La parejita no tenía mucha tolerancia a los imprevistos y enseguida se  malondeó; yo por educación trataba de esconder mi felicidad, pero cada tanto volvía a intentar convencerlos de el auto en caliente era una anécdota pero semejante paisaje era una obligación de agradecimiento. Igual trataba de no sonreír tanto, pero eso era increíble e inimaginable; pensaba en bele y Billy y su manera de disfrutarlo cuando les llegara el momento, porque nosotros parando y parando no nos habíamos cruzado nada, ni por atrás ni por adelante; pero no era un momento de hacer conjeturas si no de contemplar y tratar de entender. Había montañas de todos colores, piedras, tierras, pastos, arenas, kaktos, todo era de todos colores y todo cambiaba cada quince kilómetros. Había volcanes negros que de perfil se veían rojos. En un momento hubo un cartel de obligación de desvío por inundación y fue lo más alucinante, en medio de todo ese desierto colorinche había un río que había crecido tanto por el cambio climático del que todos pitamos, tanto que llegaba a inundar 600 metros de carretera; era como ver el mar entre esas montañas y a esa altura, increíble, no se podía pestañear y yo me había quedado obviamente sin pilas en la cámara. ¿por qué uno nunca intuye que si se viene maravillando de algo lo más probable es que se siga maravillando, por qué no reservamos pilas para lo que viene después de lo maravilloso?
Tardamos siete horas en hacer 160 km y como yo todavía no había ido a Bolivia me llegó a parecer una barbaridad. Ellos no daban más del estrés y yo no podía creer que existiera un lugar tan hermoso y que estuviera a tiempo todavía de ver el atardecer. Se metieron en la hostería del pueblo y les sacaron la cabeza, yo pegunté a qué hora y a dónde llegaba el micro y me sacaron la mía: mañana entre las 9 y las 12 de la noche. Intenté llamarlos, pero ni ellos ni yo teníamos señal, ni batería.
Me hospedé en donde la seño Paqui que enseguida me hizo el descuento que yo necesitaba;  la amé, idolatré, ayudé y quise quedarme a trabajar con ella durante dos días. Ella me daba de comer y yo la ayudaba a cocinar y a lavar y todo le preguntaba; y la vieja estaba feliz de tenerme para charlar y darme todo tipo de indicaciones, se sonreía todo el tiempo.
Al día siguiente escalé todas las montañas que pude y volví a gastar las pilas de la cámara en menos de tres horas. Al volver a la habitación con olor a humedad que mi presupuesto podía generarme, me crucé con un catalán cuarentón que andaba viajando por el altiplano en bici y su reciente amigo santafesino de mi edad que había aparecido la noche anterior a las 12 de la noche por el alojamiento de Paqui con el cuento que se había perdido y teniéndolos a todos preocupadísimos (y a mi tentadísima) por el frío de la noche. Me invitaron a caminar seis km hacia las pinturas rupestres y aún a costa de posponer el mate y la siesta pos escalada no pude negarme.
Caminamos sin cesar por los senderos, por el río y escalamos cuando fue necesario. Yo estaba agotadísima y sentía la altura (3500 msnm) en los muslos y en la nariz, pero semejante paisaje no ameritaba menos que agradecimiento al universo por tener un lugar tan hermoso e inimaginable y permitirme conocerlo. El catalán y yo charlábamos bastante (me son fáciles los temas de conversación con los españoles porque consumo bastante de su cultura) y el santafesino se mantenía distante y en pose, raro y muy placentero ignorar para que se esforzara más en mantener su distanciada soberbia. Llegamos a un punto en que el catalán y yo paramos a descansar y él dijo que tenía que terminar algo y subió a una formación rocosa que había de unos tres metros. Ni nos miramos nosotros ante semejante acting  estrellado que no nos importaba una ostia. Charlamos con un señor hermoso que se encargaba de regar la zona y lo interrogamos sobre el sorprendente sistema de riego (iba haciendo y rompiendo  con una pala una canaleta sobre zonas previamente inundadas a propósito y así el agua fluia, como debe fluir siempre).  Volvió el personaje en cuestión feliz de que lo hubiéramos mirado cuando bajó de la piedra y se nos puso adelante,  ya nos irritaba bastante y ya lo no ignorábamos sino que teníamos que hacer esfuerzo para contener los bufidos.
Iniciamos el camino de vuelta y unos veinte minutos antes de que comenzara un viento atroz que hay en la zona de siete a nueve de la noche, nos preguntó creyéndose el centro del mundo como solo la gente que pertenece a grupos muy cerrados y dogmáticos puede asumir esa  posición de importancia: ¿quieren saber que fui a hacer? Ni nos miramos pero obviamente seguíamos tratando  de no bufar. Y dale, ya estábamos jugados y para volver nos separaban los mismos seis kilómetros que para ir  mas el cansancio.
¿Ustedes de qué religión son? Silencio. Pausa. Silencio. A mi ya me tenía harta tanto fantasma (que no es nadie) estrellado haciéndose el interesante y pretendiendo hacérnoslo creer al catalán trotamundos y a mi, interrumpiendo sin ningún tipo de sentido común nuestras charlas sobre el paisaje, Zapatero, Extremoduro, La Polla, Los hombres de Paco, la visión de los españoles sobre los inmigrantes latinos, la experiencia de él como español en suelo colonizado y saqueado por los suyos, los Vazcos, o todo lo que me interesaba saber y compartir con una persona que anda en bici hasta que no puede más y arma su carpa en el altiplano para pasar la noche (si no esta el agua congelada no va a ser una noche tan fría, me alcanzó a contar antes de que el boludo este estropee el momento).
Yo soy atea, le dije sin mirarlo a la cara y revoleando los ojos para arriba para que supiera que me estaba molestando. Sí, yo también; dijo el catalán con una humildad difícil de concebir en ellos. Y ahí nomas el muy idiota puso una cara de perro mojado que le hubiera dado lástima a cualquiera, no es que nosotros hayamos flaqueado. Y yo me acordé de todas las personas religiosas que conozco y quiero mucho y traté de que no me diera tanta repulsión esa actuación sobervia que sentía en él (mal, muy mal hecho, si en algo hay que confiar es en nuestro instinto cuando nos dice que alguien es insoportable durante cinco horas en un paisaje maravilloso donde todo lo que no sea ese boludo es interesante).  No pude despreciarlo tanto y abrí el diálogo: yo no creo en las instituciones y en la parte de la fe que le ordena la vida a la gente, los hace sufrir, excluye y margina; pero respeto mucho los sentimientos nobles que genera, cuando los genera. Y el catalán dio una definición que pienso robarle hasta el fin de mis días: eso mismo, mis valores no son universales. Bueno, porque yo soy budista y he venido aquí a hacer contacto con extraterrestres, porque ustedes no saben …. Primero, nos habíamos esforzado por respetar lo irrespetable e integrarlo a una conversación que no queríamos tener ni con él ni con su religiosidad. Segundo, nos habíamos esforzado en explicar nuestro ateísmo de una manera que no lastimara sus sentimientos y él siquiera había dialogado sobre eso, se había salteado el paso de comentar nuestro comentario generando así su siguiente comentario. Tercero, me estaba diciendo en mi cara con ínfulas de superioridad que a él lo visitaban omnis mientras dormía y a mi no! Y cuarto, ese era solo el principio del monologo!
Traté de no mirarlo al catalán (que no me acuerdo el nombre para cambiar de palabra) y de que no se me notara en el cuerpo la energía nerviosa que dominaba. Traté de ser más humilde como hace rato que intento, y como la historia empezaba con él adolescente  perdido por los campos de la gente de plata de la provincia de Santa Fe, robándoles, drogándose y andando en moto, traté de que me sea un poco más amena la historia que de todas maneras me iba a fumar. Un ex novio músico que tuve decía que la peor contaminación es la sonora porque uno no  puede elegir no escuchar, y creo que se refería a estas cosas.
Su voz sin su imagen reducía un 45 % la molestia  (bien), pero la historia moralista que terminaba con el grupo religioso sacándolo de “la droga” para convencerlo de que seres extraterrestres lo elijen  mientras duerme para darle un mensaje del 2012, ahí ya perdí el hilo, porque además dijo que esa gente enana vivía adentro de la cordillera, sumaba un 70% de intolerancia.  Yo ya que estaba, perdido por perdido y si a él no le da vergüenza decir boludeces a mi tampoco, le pregunte si tomaban kakto. Se enojó y me dijo que no; que ninguna droga, que todas eran malas, diablo y satanás. Yo me sentí feliz de haberlo molestado aunquesea una vez y sé que el catalán también lo sintió, porque enseguida empezó a hablarle de las historias de ese tipo que suceden en España y toda clase de bolasos de esa índole pero españoles. Y por si fuera poco, para colmar mi momento de felicidad por la batalla ganada al uso de la palabra por el estúpido y como prueba de que el universo me ama de manera incondicional, empezó el atroz viento de las siete de las tarde haciendo imposible el dialogo. Pusimos cara de que pena, reimos para nuestros adentros y volvimos hasta la calidez del hogar de Paqui en SI LEN CIO.

2 comentarios:

  1. jajaja viví el comentario del ser que dijo que fue elegido por los extraterrestres jajjaa

    me encanta leerte porque se percibe claramente la naturalidad con la que relatas y pude imaginar la escena con completa claridad, el aparente pequeño ser bajando de la roca para preguntarles de que religión es... bueno creo q y no leeré mas ( por hoy) debo guardar algo para los siguientes días, otro abracito mas itati :)
    viva la sensibilidad, el compartir y la verdad!!!

    q viva!!!!!!

    silvana

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  2. viva! que los que viven a medias le hacen mal al universo!

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