Yo me había enamorado de la
provincia de Tucumán y su gente en 2007, junto a viajar con amigos. Volví en
2009 para conocer la región y renové el romance. Me fascinó tanta mirada pura y
a los ojos, tanta sorpresa de la gente por nuestro mundo, preguntas y miradas
observadoras (yo viajaba con una finlandesa y otra amiga con el pelo fuxia). Cada
vez que llegábamos a un lugar las personas nos daban la bienvenida y nos decían
que se sentían honrados con nuestra presencia; que esa era su tierra, que la amaban
y querían mucho, que por favor la tratáramos con respeto. Yo sentí vergüenza por
la manera en que se trata al turista en mar del plata. Todos me dijeron cuando
volví y les conté que era otra clase de turismo con otra clase de gente. Tuve
miles de charlas sobre eso y con algunos llegué a consensuar que era un ida y
vuelta, esa como todas las relaciones, junto con el compromiso de intentar
pensar distinto a los viajeros que nos visitan en temporada e intentar
tratarlos diferente, porque nadie puede decir que no es emocionante encontrar a
alguien que llega a su ciudad a conocer el mar.
La informalidad, la comida
callejera, su pasión por el vino patero y el folklore; humitas y tamales,
chicha; la manera de tratarnos, los relatos sobre su vida y el lugar. Ellos realmente
nos compartían los momentos que pasábamos juntos con una entrega total de lo
que les pasaba por dentro. Hospitalidad, honestidad y desinterés, por más de
que más de uno vivía todo el año con lo que sacaba en temporada. Amor por su
tierra e historias de sus abuelitos ahicito nomas. La humildad con la que nos
interrogaban y nos escuchaban. Todo eso y mucho más llegó a su máxima expresión
cuando entré con toda mi inocencia a las ruinas de la fortaleza de los
Quilmes. En mar del plata hay un equipo
de básquet que se llama igual en su tributo y al cual fui a ver durante tres
año casi sin faltar en una época muy difícil de mi vida. Fue impresionantemente
conmovedor sentir la sangre que corría por las laderas de aquella montaña y de
todo el valle. La historia de que mis amados kaktos eran un grupo de Quilmes que
se había escondido para atacar cuando los otros le dieran la señal en la última
batalla contra la invasión española y como mataron a los guerreros que debían
avisarles, ellos se quedaron esperando sin que nadie los llame o valla a buscar
durante días, comprendiendo que todo su mundo había sido masacrado. Entonces la
pacha se apiadó de ellos y los convirtió en kaktos para que pudieran seguir en
su tierra y protegiendo su valle eternamente. Y pensar que a los que
sobrevivieron los llevaron caminando a buenos aires para exponerlos en un museo
hasta que ellos decidieron dejar de procrear para autoextinguirse. Y pensar
también que en las ruinas de Quilmes fue el único lugar donde vi catalogada la
colonización inka como invasión.
Me alegré muchísimo de que estuviera
de moda el viaje a la zona y que tantos europeizados como yo tuviéramos oportunidad
de estar ahí. Escalarla, imaginarlos, al
ritmo de las canciones de la cancha y en su ejemplar resistencia; en los nuevos
abusos sobre sus ruinas cometidos por la junta militar que durante la dictadura
reformó la estructura, destrozándola, para quitarles puestos de trabajo a sus
descendientes como guías del lugar y a nosotros nuestros orígenes. Esas lágrimas,
esas olas de emoción en la espalda y el sol del altiplano consolándome, son lo
que me trajeron de vuelta acá, ahora, para decirles a todos ellos que si
viajamos tanto para conocer y aprender su cultura , no están tan muertos, ni
los inkas ni los españoles ganaron tanto, ni la puta junta militar. Ahí sentí
que esa ebullición en la sangre y en el pecho eran mi ser latinoamericano y que nunca mas quería vivir en ese occidente
tan acartonado y pecho frío. Saubí hasta la cima (bajo mi propia
responsabilidad y riesgo, porque las ruinas no son subvencionadas por ningún
gobierno y no tienen seguro) y les prometí volver, una y mil veces.
Para mi el noa era todo eso, mas
los miles de pueblos que no había
llegado a conocer ese verano, más los relatos de los viajeros más intrépidos que
yo.
En amaicha me fue bien, Catamarca
me sorprendió, pero ya en cafayate nos trataron sin esa hospitalidad ni
simpatía, en salta me quisieron cagar y en Tilcara la sra. de la terminal no me
había querido ayudar a recuperar mi mochila con planes de quedársela. Tenía ruido
adentro, pero también sueño que siempre me pone de mal humor, asique opté por
la siesta ni bien llegué. Entre una cosa y otra duré en Tilcara quince días y
ahí tuve oportunidad de investigar.
La gente del pueblo, sobre todo
los que tenían comercio, en su mayoría maltrataban y bastante más al foráneo. Los
de los hostels eran casi todos no nacidos en el noa, o sea capital de afuera
que iba a aprovechar el auge turístico, muchos europeos. Los precios de los
hospedajes habían subido muchísimo, desapareciendo las opciones ultraeconómicas
que yo había usado con tanto placer. Inflación y crecimiento del pueblo como
lugar turístico, bueno, declarado patrimonio de la humanidad, blablá.
Me había gustado mucho también de
mi primer viaje que había y ese apoyo mutuo entre norteños que intuí. Los tucumanos
veraneaban en Tilcara por ejemplo. En este viaje no hubo mucho de eso y en su
lugar gringaje. Yo siempre había sido de la idea de no subestimar extranjeros,
porque son personas y porque vienen de muy lejos a conocer, una mínima chance
se merecen por mas de que odiemos a los yankies. Los dos o tres extranjeros que
yo había conocido en mi primer viaje al noa se transformaron en veinte
franceses viviendo en el pueblo para mamarse todos los días, maltratar a y
menos preciar a la gente del lugar y
otros muchos tantos gringos de distintos lugares que llegaban soberbiamente a
diario. Obvio, también los hubo humildes y respetuosos del lugar y su gente, capaz
mucho mas sabiondos de todo eso que yo. También
se sumaban muchísimos citadinos que dejando la urbanización atrás se habían comprado
una parcela en las sierras. Ellos eran despreciados por los lugareños, que a su
vez eran ignorados por los excitadinos. Turbio para la idealización con que yo había
llegado. Bastante horrorizada ya, interrogué a un tilcareño de mi edad que
había sido viajero cósmico mucho tiempo. Manifestó que los lugareños que trataban
mal a la gente eran unos boludos que todavía no entendían que a mejor trato
mayor propina. O sea, yo viajera soy para vos una moneda. No, no, bueno vos no
porque estas de hipie, losa extranjeros o las flias de buenos aires. Tuve miedo
de que esperara algún tipo de pago por la charla y lo odié por ser parte de lo
que yo había amado.
Fui dos veces a las cuevas de
waira (viento) que son un rastro de aquella cultura entre los cerros. Las dos
veces sin guía porque con mis grupos nos gustaba más llegar solos a un lugar que
la excursión armada y porque cuanto menos dinero se usa uno menos se corrompe. En la segunda nos paró un señor, preparándonos
para que nos sentáramos a charlar. Los uruguayos casi si lo morfan y fue una sorpresa
para mi que hayan resultado tan enojones y pocas pulgas.
Yo represento a la comunidad. ¿a
qué comunidad? A la de la zona. Ustedes vienen de la ciudad y no entienden, la
pachamama es todo y somos todos; aca respetamos a las piedras, a los ríos y a
los cerros, porque todo es la pacha. Ustedes vienen de la ciudad y están
acostumbrados al consumo, a que no les cueste más conseguir las cosas y a no
dar nada a cambio. A mi cultura la saquearon los españoles (en Jujuy si fueron
colonizados por los inkas y no lo consideran saqueo o invasión) después los
comerciantes y ahora los turistas. Este cerro es nuestro y nos tienen que pagar
para pasar. Todos nos solidarizamos con las victimas, pero a nadie le guta que
lo traten de invasor, usurpador, saqueador o boludo incapaz de conocer a la
pacha. Además nos prepeaba con darle algo a cambio. Yo que soy bastante psicópata
cuando lo necesito, porque me consta que funciona a las mil maravillas, le di
la razón en todo y le di mis condolencias por las faltas de respeto que
seguramente habían sufrido, pero le confesé con vergüenza que habíamos salido a
la expedición sin dinero porque nadie nos había dicho, y que rabia la poca
información sobre su cultura y su cerro. Los porteños lo putearon y los
uruguayos mas, tanto que pensé que se agarraban.
Bueno, me tienen que dejar algo
si quieren pasar (si eso no es un robo que es?) porque ustedes los de la ciudad
no valoran la posibilidad que tienen de conocer todo esto que para nosotros es
sagrado y nunca quieren dar nada a cambio por lo que tienen. Se paró el uruguayo más grandote y yo pensé que
llegaba el desenlace; pero no, el lugareño que ni siquiera nos había sabido
decir el nombre de su comunidad, era terco y obstinado, pero quería plata, no
un golpe. Volvemos a estar de acuerdo, dije yo para tranquilizarlo, a mi
siempre me gusta devolver todo lo maravilloso que recibo, casi siempre planto
las verduras que consumo o sus semillas. Si todos, obvio, dijeron los demás artos
de que nos traten de boludos. Te dejo mi botella de agua que es lo más preciado
que tengo en este momento. No, no, yo agua tengo y puedo conseguir. Ah! Bueno,
la naranja. Quería plata el hijo de puta. No tampoco. Y que puede ser? Plata, para
pasar tienen que pagar. La coca será muy sagrada y natural, pero también tiene
sus efectos violentos y agresivos. Le dimos una camperita de algodón que nos
habíamos encontrado tirado por el camino y nos dejó pasar. Una vez en la cueva
nos cruzamos con otros guías pero ninguno se mostró tan violento ni agresivo,
aunque supimos que eran de la misma comunidad.
Hasta aca nada que no se pueda
intuir sobre las consecuencias del progreso en un lugar noble, pero lo que yo
queiro preguntar es la responsabilidad de nosotros los viajeros sobre que eso
pase. Que los gringos irrespetuosos tengan que ver directamente sobre el
maltrato de las sras. de las tiendas, obvio. Pero me planteo la culpa que tengo
yo ¿qué derecho tenía a idealizarlos de semejante manera, de recomendarle a
todo el mundo que los valla a conocer? Siento que arruinarle la vida al pobre
de Maradona no nos bastó y no aprendimos
aun que endiosar algo o a alguien corrompe, lo corrompe y nos corrompe. Pienso también
en todas las veces que me dijeron que era linda o inteligente y me hartaron
tanto que me esforcé mucho en ser lo contrario. No se, boca abierta.
Es difícil el tema para los que
preferimos estar en lugares chicos y no urbanizados en los que no nacimos, porque nuestra
presencia ya es crecimiento turístico y el germen de que se lo urbanice después
y se corrompa. En México estuve en un pueblo que vivía de cobrarle a los
gringos esa precariedad. Una noche en una cabaña en Tulum sin luz y sin gas salía
mas caro que un old inclusive en cancun. Es un ejemplo, no estoy para nada de
acuerdo con preservar los lugares usando como filtro exclutorio el dinero.
Obviamente en la zona había mucha
menos pobreza que en mis primeros viajes
y estuvo buenísimo que así sea, pero yo sentí que esa gente ya no era
feliz con solo su valle y fruta de estación. Quizás ahora sentían que les
faltaba todo lo que les habíamos mostrado que existían en nuestros viajes (no
hablo de un celular, sino de comer galletitas todo el día). Me pregunté si me había
llevado todos los elementos por los que los idolatraba y les había dejado
escuchar música en el celular todo el tiempo y comer galletitas a cada rato; o
qué de ambición y envidia para querer cobrarte de ma´s. pero me angustiaba
mucho más manera que yo había tenido de relacionarme con ellos, porque para mi
había sido muy noble expresarles mi admiración y el honor de que me recibieran
de esa manera. No pude encontrar el momento en que se hubieran cagado las
cosas, o eso que no volvería a hacer
sabiendo las consecuencias. Lo único que se me ocurre es proponer una reflexión
sobre nuestra responsabilidad con esas cosas, con no corromper gente o pueblos
cuando viajamos, con no idealizar. Y me molesta mucho que no se me ocurra algo
más.
excelente relato ita, me siento muy invitada a reflexionar, y me imagino que es una sensacion dificil de explicar, de procesar, y sobre todo dificil de generalizar. voy a seguir leyendo las publicaciones antiguas, te quierooo. fumanchu/heidy/gi.
ResponderEliminarMe alegro de que quieras reflexionar y me dan muchas ganas de que las compartas. Mas anonimato para la proxima, por favor!
EliminarSe me ocurrieron dos cosas: 1) que los antropólogos se encontraron con esta dificultad cuando realizaban trabajos de campo en comunidades aborígenes y que después de darle la vuelta, elaboraron el método etnográfico. 2) Que invariablemente, movilizarse por el territorio y encontrarse con otras culturas lleva a que nada sea como ayer: a partir del momento en que te cruzas con alguien/algo distinto, no se es el mismo. La otredad (para hacerme la difícil)nos modifica. Entonces, entre 1 y 2, creo que el valor del método etnográfico está en que si bien la modificación es inexorable, al menos el impacto es menor que cuando la intervención conlleva cierto grado de violencia.
ResponderEliminarGracias por tus ocurrencias Silvina. Es interesante, me interesaba mas que nada quitarle la ingenuidad al hecho de viajar, dejarse conmover y tratar de aprender. Uno lo hace con las mejores intenciones, pero también me parece que debemos tener conciencia de que eso capaz no genere lo mejor. saludos!
Eliminara ver, dificil resumir una idea la verdad, je. pero creo que, si bien es importante ser responsable como viajero, no veo que sea tan importante especificamente en el hecho de no "endiosar" un lugar. si bien nunca es bueno "endiosar" nada, tampoco lo veo tan grave. por que? porque esa semilla que se planta no va a crecer si no esta en tierra fertil. es decir, para que el endiosamiento tenga consecuencias no deseadas debe tener como receptores personas como este señor que te quiere cobrar porque camines en "SUS" (?) tierras. pero en el camino, seguro encontras otras personas, con otra mentalidad frente a la vida, mucho mas abierta y desinteresada, por mas turistas o comercio que haya. saludos ita, a seguir camino!!! RO/TUCUMAN
ResponderEliminarMe parece bien lo que decís, la gente tiene que aceptar ese endiosamiento para que suceda y por supuesto, también hay muchos que se toman a los viajeros como aprendizaje humano y cultural, no como comercio. De todas formas me parece que hacer el esfuerzo de pensar si tenemos responsabilidad sobre cambios en un lugar a partir del incremento turistico es necesario, igual que ser minimamente conciente de que estamos llevando todo nuestro mundo con nosotros cuando viajamos y que viajar tambien es que el lugareño conzca eso. Simplemente sentí un cambio y tuve la necesidad de pensar cuanto habia participado yo en eso.
ResponderEliminarGracias por el comentario, esparando que nuestras rutas se vuelvan a cruzar.